sábado, 13 de enero de 2024

Sobre"Baluartes y violines"

                                       SOBRE "BALUARTES Y VIOLINES"

                                                de Manuel López Azorín

                                                 LASTURA Ediciones, 2023


Ahora que comienza 2024 y tras unos meses de la publicación de este último libro  mío, quiero poner aquí algunas de las opiniones que se han escrito sobre  él en agradecimiento a quienes han dedicado su tiempo a leerlo y a comentarlo.
¡Muchisimas gracias a todos!
 

 

VALENTÍN MARTÍN 





                                                                                                            
Manuel, yo creo que has escrito un libro en carne viva. Cada verso es un presente, una memoria que no quieres sea fugitiva. Es un libro muy hermoso, muy hermoso que se alza sobre una llamada a los clásicos, entendiendo por estos también  Machado, por ejemplo. Es un canto a la vida y una incitación a la vida. Al fondo siempre está un tú, y cuando se transmuta en nosotros se aviva esa urgencia por vivir, hoy es mañana. ¿Es un libro para naufragios? No, es un libro para el amor, para la salvación del amor que sin él para qué la vida. No hay un sólo poema que desde su propia estructura no sea lo mismo: vivir importa.

Terminar con un soneto está bien, quizás le añada contundencia. Aunque no hay destiempos en el libro donde el poeta - y quizás el hombre- se aferra mucho a dos cosas: la luz y la palabra.
Te puedo decir que es libro que yo publicaría, y que si lo publica otro poeta es un libro que yo leería.

Porque es el libro del sentimiento y de los sentimientos.
Un abrazo.

  8 de Mayo de 2023

!VAMOS PALLÁ, FÉLIX!

Baluartes y violines.

El 11 de mayo a las 19 h. se presenta este " todo Manuel" en la biblioteca municipal Marcos Ana de San Sebastián de los Reyes ( Plaza de Andrés Caballero, 2). El libro es más que un suceso editorial, como bien subraya el prólogo de Félix Maraña. El momento gozoso de Lastura estará presentado por Rafael Soler, Rafa Mora y Moncho Otero. Le he dicho a la loquera que loco estaría yo si me lo perdiera. 

EL FULGOR QUE REGRESA

Celebramos un libro. Celebramos un libro de Manuel López Azorín. Celebramos un libro de Manuel López Azorín en San Sebastián de los Reyes, donde un toro casi nos mata a Laureano cuando Laureano se quedó dormido en una silla de la calle por donde a la mañana siguiente pasó el encierro. Laureano era físicamente inexacto, por eso no resultó extraño a nadie que mucho tiempo después de las cornadas fuera destinado al Museo Arqueológico.

No sé qué fue de Laureano. Ni en qué piensan los que idean en RTVE un imprescindibles sobre José Hierro y se olvidan de Manuel López Azorín y de Sanse.

Sanse es, desde Manuel al menos, uno de los corazones de la poesía. Así que parece natural que Lastura haya decidido que " Baluartes y violines" suelte amarras y empiece a navegar en Sanse. Con carta marina de un prólogo que ha escrito ese orfebre de lujo llamado Félix Maraña para proclamar como sólo sabe hacerlo él la arquitectura de la emoción.

El libro se ha echado a la mar de la mano y la voz capitana de Rafael Soler, tan mediterráneo como mesetario, o sea de palabra volandera hacia cualquier universo. Y del arropamiento de Rafa Mora y Moncho Otero, esos dos cantapoetas que entienden a Manuel López Azorín mejor que nadie, por eso le nombraron hace años padre adoptivo.

Refrescó para el acontecimiento del libro de Manuel López Azorín, como si el tiempo hubiera tenido compasión o complicidad con los ancianos de Virgen del Cortijo y sus neuronas mudas. Viejos varados en su cautiverio de ausencia que duele más que si te arrancasen, uña a uña, el tiempo que te queda.

Pero desde la víspera hubo mucho calor presentido, inevitables sofocos gozosos ante un libro de amor. Amor a lo concreto que anda a pardales en el universo -ancho y largo- de Manuel tan lleno de recuerdos como de recursos ante las tempestades. Manuel no lo sabe, pero hay Manuel López Azorín para rato. Un día de estos despertará y se dará cuenta de quién es: un poeta que no necesita avales, él que se ha pasado la vida en Sanse ejerciendo de avalista de tantos.

Celebramos el libro de Manuel López Azorín, cultivando su nueva lámpara por ver si se nos pega algo de su plenitud poética, y él mirando más allá en la felicidad del camposierra que ya con calma o azogue le está esperando.

Celebramos un libro de Manuel López Azorín: gracias a Lastura y a Manuel por haber elegido para la felicidad del instante a la biblioteca municipal que lleva el nombre de Marcos Ana, un poeta al que su tierra y la mía ama poco, ama nada. Él es hijo de una pedanía y se fue, yo sigo en la pedanía, esta que me ata a mí mismo y me aleja de los sitios y las gentes. En la tarde de Manuel López Azorín me he acordado de Marcos Ana - niño Fernando sin escuela- porque amor llama al amor y poeta a poeta. Cosas de una chaveta con trienios y rarezas. Y me he puesto más contento, dentro de mi cólera que me ata a unos metros cuadrados y a una carretera cortada.

Y ha clareado el mismo barrunto: el mundo está lleno de pornografías sentimentales, la vida literaria de efluvios vanidosos que antes tenían sus expresiones en Velintonia, en las mañanas de domingo de María Zambrano, más cerca en la injustamente olvidada Fina de Calderón. La sentimentalidad de Manuel es su esencia, y una dosis de noble vanidad hay que procurarle. Le vendría muy bien para saberse.

Y cuando llegue septiembre hablaremos de la americanita

*******


 RAFAEL SOLER  
                        
BALUARTES Y VIOLINES.  
                                        

San Sebastián de los Reyes, 11 mayo 2023 Presentación en la Biblioteca "Marcoa Ana"

  Empezaré usando el presente indicativo para decir lo evidente, y no por ello menos oportuno, ahora que celebramos el lanzamiento tan esperado nuevo libro BALUARTES Y VIOLINES, del poeta que hoy nos convoca: Manuel López Azorín es un noble y vocacional animal literario, uno de esos regalos que algunas veces nos ofrece la Literatura y nuestra impaciente y ajetreada vida literaria, un poeta que desde su ventana habla poco, y cuando lo hace sienta cátedra, sin ruidos innecesarios pero con la solvencia del que sabe de qué habla, y bien lo hace. Don Manuel es, podríamos decir aquí y ahora, la fuerza tranquila, el poeta entregado a su obra, el escritor vocacional que siempre tiene tiempo y pluma para hablar de los suyos, una numerosa tropa de incondicionales que a su estela disfrutan y aprenden. Y también en presente indicativo un dato revelador: nadie, en ninguna velada, encuentro, tertulia, ha escanciado nunca un comentario adverso sobre él, mérito mayor, justicia poética que pone las cosas en su sitio. 
  Utilizo ahora el pretérito perfecto simple para enunciar algunos datos que todos conocemos bien. Que Manuel hizo su primera sangre en 1986 con su libro de versos Marasmo. Que a esta primera entrega sucedieron, ni no me descuento, siete libros más, cada uno con su verdad y su misterio. Que en 2011 recibimos el regalo de su poesía reunida bajo el título Sólo la luz alumbra, al que seguiría un año después Romancero flamenco. Que le honraron con su amistad fraternal grandes ilustres como Claudio Rodríguez, Pepe Hierro, Rafael Morales y Rafael Montesinos, para los que ejerció sus dotes de guionista de cortometrajes. Que como agitador cultural, y con gran generosidad, fundó el Colectivo Helicón de Poesía y Relato, creó los cuadernos La música de la palabra, dirigió y presentó Tertulias de Autor a través de Canal Norte T.V., puso en marcha y dirigió el Centro de Estudios de la Poesía en la Universidad Popular José Hierro, y creó y dirigió la revista Poesía en la Diana.  

  Méritos sobrados para que en 2019 fuese nombrado Hijo Adoptivo de San Sebastián de los Reyes. Inolvidable el acto que celebramos en mayo de ese año con la convocatoria de “Homenaje poético a Manuel López Azorín”, y donde tuvimos el privilegio de participar Valentín Martín, David Morello, Jesús Riosalido, Luis Martínez de Mingo, Carmina Casala, Miguel Ángel Yusta, Francisco Caro y sus incondicionales juglares Rafa Mora y Moncho Otero. Gran abrazo a los que  hoy repiten asistencia, y a los que no han podido acompañarnos en esta ocasión. “Los amigos me decían”, confiesa el poeta en una entrevista al hilo de aquel acto, “te olvidas un poco de tu poesía, y yo contestaba ¡no!, yo no me olvido de mi poesía, pero es que necesito que se conozca la poesía en general, y luego ya conocerán la mía”. Y saludo ahora, de manera especial y con profundo afecto, a los miembros del incansable grupo de “Setenta y cinco y más”, donde milito con Manuel junto a Paco Caro, Miguel Ángel Yusta y Valetín Martín, tres grandes que tanto le siguen acompañando con palabras de ánimo en este negociado de versos y de abrazos.
  Pues bien, pasando de lo general a lo concreto vayamos al arroz, que diría un castizo, con esta nueva entrega, tan esperada, de Baluartes y violines, cosecha del 23, sello editorial de Lastura, que no da puntada sin hilo cuando saca al ruedo a sus autores. Escribimos, con tenacidad y saludable desconcierto, para que nos lean, ahí la almendra de esta vida nuestra entre un verso y el siguiente aunque pocos, muy pocos, merezcan perdurar. Y este libro que hoy presentamos nos ofrece muchos versos perdurables pues nacen del hondón de su autor, allí donde reside su verdad tras años de trabajo en ese silencio lleno de luces y sombras que permite tallar, pulir, descartar y celebrarse. Un libro, éste, que nace para acompañar a los desamparados, a quienes padecen el extrañamiento de las horas bajas, asomados al abismo de la depresión, sus heridas y cicatrices, la vida siempre esperando al otro lado hasta que la luz llegue, aunque solo sea a destellos pequeñitos, ráfagas de esperanza, asidero y punto de partida para dejar atrás dolor y sufrimiento. La poesía nos salva, siempre, aunque a veces no sepamos cuándo y cómo, asunto mayor en esos días de ceño fruncido, de tanta soledad y sus abismos, de hambre por volver a cuanto fuimos en unos días que se nos antojan remotos. Un libro, escrito a corazón atento y destemplado, que Manuel dedica a su esposa Ana, y con ella a cuantos necesitan, muchas veces sin saberlo, el reparador bálsamo de una palabra amable, una guía de aplicación terapéutica, un abrazo, en fin, del compañero de autobús y de escritorio que nos ama, pues allí, en el amor incondicional y sin fisuras están la salvación, los caminos nuevos, el canto de un pájaro que, sin saberlo, tanto sabe de nosotros.  

 Corría el año de gracia de 2017, lejos entonces avatares deslucidos como pandemia Covid y sus secuelas, cuando en el mes de abril recibí un correo de don Manuel en el que, con el encabezamiento “Mi nuevo libro”, me adjuntaba un archivo con el borrador del entonces así llamado “Los violines alados”, con la dedicatoria “Para Ana, siempre”, organizado en un Introito, tres cantos y un epílogo; canto primero, “Baluartes”, canto segundo, “De cántico y vuelo”, canto tercero, “La verdadera luz”. Leí el regalo de este inédito con la atención que merecía, honrado por la confianza y prueba de amistad que suponía, viniendo de un gran amigo y gran poeta, y con permiso de don Manuel, cito ahora mi respuesta unos días más tarde: Leído y re tu espléndido y muy emotivo libro, que bien habla de tus buenas maneras como escritor de raza. Si "En silencio" dejaste dicho: Bajo el azul escribo. / Sin papeles, / sin bolígrafo, voz... / Solo, en el aire, / por la luz de la dicha y el milagro / que a veces se presenta...es aquí y ahora, en este poemario ancho donde habita el amor y el ​desamparo, cuando el poeta bien ha recogido ese milagro que algunas veces nos dicta al oído versos de rara belleza, hondos, auténticos, perdurables. Y pienso, sí, que tiene este libro digna y decidida vocación de perdurar. ¡Enhorabuena! Han pasado seis años, el libro lleva ahora por título “Baluartes y violines”, y es un libro todavía mejor, más depurado, más López Azorín, si eso es posible.
  En voz del autor. Baluartes, en página 33: Baluarte: el amor donde apoyarse, / parapeto de besos y caricias / que limpian y que salvan. Fin de la cita. Violines, en página 44: Violines, metáfora del tiempo de la dicha, / donde calmo la sed / para soñar el tiempo que reclamo / de música y de luz, de eterna primavera en tu mirada. Fin de la cita.

  Nos dice Félix Maraña en su acertado prólogo que la poesía de Manuel es “síntesis y sintaxis del mapa de la vida”, y que sus poemas son “endechas dirigidas a la curación interior, y se nos presentan como exordio del capítulo central de la existencia humana, la arquitectura de la emoción, la luz, la claridad”; y nos dice también que “este libro es un tratado sobre, ante, contra, de, desde la depresión, esa muerte lenta que cerca y cercena toda esperanza”. No se puede decir más con menos pues este libro es, ante todo, un manual de resistencia para cuidar a los que sufren. Pero, ¿quién cuida al cuidador? ¿Quién le da amparo en los días difíciles, quién le acompaña y escucha sus desahogos cuando pintan bastos, quién le ofrece un hombro para que pueda seguir en su tarea? Este libro es también, y quizá antes, un libro destinado a cuidar a los cuidadores, ese ejército invisible de almas generosas que en silencio sufren sin permitirse un momento de desánim.  El secreto de la vida, de nuestra efímera existencia es acompañarnos sin daño y sin ruido, y ahí la Poesía es baluarte seguro para que suenen, armónicos y reparadores, los violines. Manuel se ha cuidado al escribir este libro desahogo, este libro bastión, este libro esperanza de los suyos. 
  Enhorabuena, querido poeta, amigo, y mucho éxito en próximos
empeños.

Rafael Soler

*******

 ENRIQUE  VILLAGRASA



Sobre Baluartes y violines en LIBRÚJULA (25mayo 2023)

 Y otro de los libros extraordinarios que podemos encontrar es el del poeta Manuel López Azorín (Moratalla, Murcia, 1946), quien publica Baluartes y violines (Lastura), con prólogo de Félix Maraña. Si hay alguna poesía que puede curar el alma es esta, sin lugar a dudas: “Agua de luz, palabras, alimento”. Lo domina todo, el lenguaje, la rima, la cadencia del verso, el soneto, sin ir más lejos y ahí es nada: “Es invierno y andamos desmayados,/ pero ellos saben bien que está en su suelo/ la certeza del tiempo revivido”. Lope de Vega le tendría envidia sana”

Enrique Villagrasa

*******

SANTOS DOMINGUEZ RAMOS


Reseña de Baluartes y violines

Junio 3 de 2023

BALUARTES Y VIOLINES 

“Cantos armónicos para curar la vida” titula Félix Maraña el prólogo de Baluartes y violines, el último libro de Manuel López Azorín, que publica Lastura ediciones. Lo cierra con este párrafo que resume bien el tono y el contenido de sus poemas: “Si de mí dependiera propondría (propongo) este libro de Manuel López Azorín como receta para ayudar a que amanezca cada día en todos los corazones, para llevar la luz a las zonas oscuras del yo. Porque este, además de ser un libro de poemas, es un libro de verdades, esperanza y horizontes, pues en la tardes pardas y fríos también luce el arco iris.”

Organizado como un tríptico homogéneo organizado en tres cantos, Baluartes y violines toma su título de la primera parte. ‘De cántico y vuelo’ se titula el segundo canto y ‘La verdadera luz’, el canto tercero.

Títulos expresivos de la actitud existencial con que afronta la realidad un libro que se abre con un introito en el que el poeta delimita el sentido de su búsqueda y de su territorio poético y vital, parejo en su celebración de la luz al Claudio Rodríguez de Don de la ebriedad -uno de los referentes centrales en la obra de López Azorín-, que resuena en estos versos iniciales:

Esto que dejo escrito no es ficción,

es real, letra viva.

Canta luces y sombras

en palabras de amor,

como la vida misma.

Busca música alada:

la metáfora, el símbolo

de los breves instantes

que a veces nos regala

la vida y sus caminos.

Para sentir

que la mañana es dicha y alba clara

como la luz de la esperanza toda.

Ya lo dijo el poeta:

“Siempre la claridad viene del cielo;

es un don, no se halla entre las cosas

sino muy por encima, y las ocupa

haciendo de ello vida y labor propias.”

Para soñar amaneceres nuevos

en los rosales donde está la rosa.

Palabra, letra viva,

es lo que dejo escrito en estas páginas

con lenguaje de amor, canto de vida.

Cantos de vida y esperanza en los que la luz del amor se levanta como un baluarte frente al miedo. Y en ellos la palabra sosegada del poeta se convierte en un lugar habitable frente a la intemperie de los naufragios:

Es la casa en que vivo, pero que desconozco,

una materia extraña que preserva

la luz, el resplandor, la espuma verdadera.

Esa palabra se alza en estos poemas contra el desánimo y el miedo, porque

Si la muerte es la vida ya vivida,

el miedo es esa muerte que nos vive

la vida sin nosotros.

Palabra encendida que es resistencia ante la nieve con la música de los violines y renacimiento de la primavera desde el frío con la claridad del beso. O celebración del presente en la canción de la vida que amanece en la esperanza, en el regreso desde la niebla al jardín amanecido de los pájaros que cantan y los árboles que reverdecen, porque “la esencia de la vida está en hacer / de lo sencillo magia.”

Palabra salvífica que se levanta frente a la incertidumbre a lo largo de estos poemas intensos en los que tiemblan la luz de la emoción, el brillo de “la verdadera luz y la palabra justa”, el hondo manantial inagotable de lo vivido y lo soñado:

Este libro es un grito

frente a los sueños rotos, emociones

vencidas, laberintos, dudas,

sentimientos de abandono, cansancio,

y ese temor que anuda el pensamiento

cuando todo parece derrumbarse

anegando sentidos

en las aguas del río de la vida.

Este libro es un grito silencioso,

rebelde frente al tiempo,

llorando agua de sal con la esperanza

de abrazarse a la luz,

de iluminar la sombra de los días,

de preservar pasados,

de disfrutar presentes atrapando el instante,

de conseguir mañanas sin horarios.

Este libro es un grito de soledad y sueño

que guarda entre sus páginas

el camino agridulce de la vida

a la búsqueda siempre de la luz verdadera.


Santos Dominguez Ramos
*******
Rodolfo Serrano
Por fin mi librero me hace llegar el esperado libro de mi poeta Manuel López Azorin. Poesía dulce y honda, profunda y, siempre, con el suavísimo dolor de la vida que recorre la piel del hombre.
Me sumerjo en su lectura. Me dejo caer en ella con ese abandono del calor del amigo, del amor cierto y único a la mujer querida. Consuelo inmenso de la poesía de Manuel en estos momentos grises.
Cuidada edición de Lastura Ediciones y un armonioso y certero prólogo de mi querido Félix Maraña.

  

VALENTÍN MARTÍN



Sobre Baluartes y violines en la presentación en el Café Comercial en junio de 2023

Nuestra Carmen Lafuente, genial amante de la cultura y de la fotografía nos deja el rastro imborrable de una tarde hermosa con Manuel López Azorín y su libro “Baluartes y violines”, editado por Lastura y presentado en el Café Comercial. Apoyo su testimonio con retazos de mi mirada sobre la tarde donde siempre se aparece Antonio Machado en su rincón, igual que a las taberneras de antes se les aparecía la Virgen en una toalla. Y mi alborozo crece al ver que Félix Maraña también reclama atención para el libro y para Manuel a la hora de los premios nacionales de poesía y crítica.

“El caso es que Manuel y yo descubrimos hace mucho que hemos sido el mismo niño y luego nos siguen pasando las mismas cosas. Eso une más que la chanfaina de Salamanca compartida con una noviecita. O que el rosario en familia.

Yo admiro profundamente a los dos Manueles, al Manuel hombre y al Manuel poeta. Y envidio su suerte, no a la manera del poema que escribió Rafael de León para Marifé de Triana en María de la O, sino la verdadera suerte - y el merecimiento- de haber pasado la vida entre poetas. Entre grandes poetas, sin percatarse que él mismo es uno de ellos, un poeta grande.

Y qué cosa más linda, diría la americanita de los descafeinados, ni un solo poeta, ni un solo poeta ha dejado de hablar bien de Manuel. Y de quererlo.

Ahora Manuel nos entrega un nuevo libro, Baluartes, con prólogo hermoso de Félix Maraña. Dios les cría y ellos se hermanan. Natural.

Y hay una tercera vía donde el poeta escapa de sí mismo, del cansancio crónico de ese intentar saberse, y aparece el lenguaje de la mejor poesía: cuando se esfuman todos los alrededores y él se queda con el amor. Un amor proclamado y propuesto en compañía. Porque nadie escribe para sí solo, y menos si hay tantos motivos. Motivos que fecundan este libro necesario y bellísimo.” · 


H
ay veces en que ser amigos resulta un privilegio para todos. Para todos los que forman este grupo salvaje y cargados de trienios. La noche se nos puso a los 5 muy dulce cuando nos vimos otra vez en la hermandad con la esperanza. Pasaba ya el verano, diremos quizás algún día al vernos. Y celebrábamos a nuestro Manuel López Azorín y su libro Baluartes y violines. El café Comercial estaba abierto a nuestros aires maduros de vida en los poemas. Madrid, septiembre, 2023. Queden estos datos para los nietos y curiosos.  


La tarde tembló de emoción y belleza cuando Rafa Mora y Moncho Otero cantaban poemas como este. Sucedió cuando la tribu rodeaba a Manuel López Azorín, y todos tocábamos el cielo. A veces hay alardes que merecen la pena, como esta presentación en el Comercial de su libro más valiente y uno de los más hermosos que se han escrito. Qué gusto da ser feliz aunque sea momento a momento.

Valentín Martín
********


Un acto inolvidable la presentación hoy en Madrid del último poemario de Manuel López Azorin, Baluartes y violines, con prólogo de Félix Maraña, publicado por Lastura Ediciones.

Ha sido un honor participar con Manuel, Valentin Martin (preciosa y emotiva su intervención), Lidia LM, Rafa Mora , Moncho Otero en una fiesta de poesía, música y amistad, junto a tantos grandes y buenos amigos que se han acercado hoy al Café Comercial a disfrutar de un libro muy especial y mostrar a Manuel todo el cariño y admiración que merece.


Todo un honor acompañar al Maestro
Manuel López Azorin con "Baluartes y violines", su hermoso poemario prologado por Félix Maraña...Momentos inolvidables de amistad y poesía en el Café Comercial.


Miguel Angel Yusta

*******
FRANCISCO CARO


 Está conmigo el último libro del gran Manuel López Azorin. Editado por Lastura y con prólogo de Félix Maraña. Ya lo tengo bien ojeado, en una lectura primera, diagonal, que es siempre necesaria para conocer con quien estamos y abordar luego con éxito la sosegada y profunda. Digo que es un libro testimonial de los miedos y los gozos de quien se enfrenta al acoso (del tiempo y las circunstancias) con decisión y voluntad alegre. La vida y Manuel se miran cara a cara, duro reto, y es el poeta que le vive quien nos cuenta de ambos contendientes. La vida no es un juego. La poesía ta

Francisco Caro

*******


LA POESÍA Y EL AMOR, BALUARTES DE MANUEL LÓPEZ AZORÍN

Manuel López Azorín ofrece, en su último poemario publicado en Lastura Ediciones, una bella confrontación entre las luces y las sombras
 © PASCUAL GARCÍA GARCÍA 

Nos trae el poeta, afincado en San Sebastián de los Reyes (Madrid), Manuel López Azorín (Moratalla, Murcia, 1946) su última entrega lírica, este viaje de la palabra desde la tristeza a la luz, desde esos baluartes con los que se defiende del mal, con amor, hasta estos violines con los que se regocija y que preludian la luz final y la alegría, dice el prologuista, Félix Maraña, al principio del poemario: “Toda su obra está atravesada por una querencia o aspiración que se resume en la necesidad de dar y darse. Sin el amor y el desamor el poeta es un ser desvalido”.


Este es un libro con una historia y con un relato, a pesar de ser un libro de versos, porque la poesía también cuenta historias, pero los versos del poeta moratallero poseen una espléndida factura clásica, una conformación adecuada al fondo sentimental que nos está expresando. Baluartes y violines es un manual de pedagogía vital, un tratado de terapia de alma y cuerpo, tal vez por eso nos encontramos ante un poemario con un poder curativo no solo para el hombre que lo ha escrito, también para los afortunados lectores que tendrán la posibilidad de frecuentarlo tantas veces como deseen.

Porque el proceso de escritura, el camino que  plantea un libro de poemas lleva aparejado casi siempre un conflicto sentimental  y su curación última, un viaje del alma y su final de trayecto: “Ese es el propósito de Baluartes y violines, la superación del ciclo oscuro de la depresión».

El escritor proclama que este libro es un grito silencioso.

Y, tal y como lo plantea el escritor así sucede a lo largo de la obra, de un modo paulatino el yo poético va emergiendo de la penumbra hasta desembocar en una antesala luminosa, a la que accede el poeta como si celebrara un logro humano y personal.

PROCESO DOLOROSO DE BELLEZA TRISTE

Bien escrito, sugerente y con el hondón del sentimiento en el alma, un libro así es una apuesta por el alivio del dolor humano mediante la palabra, la música y la idea, que comienza siempre por el alivio del alma y de los estados de ánimo. Este libro, austero en el lenguaje, directo en la expresión, retrata un proceso que es doloroso de una belleza triste.

(@ManuelLAzorin) / X

Manuel López Azorín

Los versos de Manuel López Azorín combinan la tristeza dulce  y sentimental con el ansia de esperanza y la necesidad de luz, aunque el poeta apela de continuo a la defensa del amor, a la protección lírica que es el baluarte sobre el que se edifica buena parte del poemario y que da paso con el transcurrir de la obra a la liberación última, a ese despertar de violines en el que basa el autor la esperanza última, la música y la poesía como definitiva opción: “Baluarte: el amor, donde apoyarse, / parapeto de besos y caricias/ que limpian y que salvan”.

He aquí un libro pleno, con un significado humano indudable.

En algún poema, el escritor proclama que este libro es un grito silencioso, y tal vez sea esa la mejor definición de estos versos, aunque en ningún momento renuncia el autor a la esperanza porque en estas páginas donde refulge la luz y suenan con dulzura los violines hay una lucha sin cuartel hasta el final: “Glorifico tu imagen inundada de luces / y escucho los violines —son pájaros alados— en concierto de vida”.

He aquí un libro pleno, con un significado humano indudable, con sobrados valores literarios y una fina sensibilidad poética.

 

Baluartes y violinesManuel López Azorín, prólogo de Félix Maraña, Lastura Ed., Alcorcón, 2023, 118 pp.


SOBRE EL AUTOR

El escritor Pascual García ofrece un recital poético este lunes en el ...PASCUAL GARCÍA(Moratalla, 1962) es doctor en Filosofía y Letras, catedrático de Lengua y Literatura española en el IES Alfonso X El Sabio de Murcia y profesor asociado de la Universidad de Murcia. Ha publicado 5 novelas, la última Los besos incompletos. Libros de relatos como Hablar durante las comidas, ha publicado libros de crítica literaria, Años fugitivos. Crónica personal de Moratalla y el libro de entrevistas Palabras y café con escritores, un volumen de artículos y los poemarios:  Fábula del tiempoEl invierno en sus brazosLuz para comer el panAlimentos de la tierraCita al anochecerLa fatiga y los besosTrabajan con las manosAniversario en ParísPoemas del desamor verdadero y Un hombre solo. Como columnista en prensa publica un artículo cada semana en El Noroeste y cada quince días en La Verdad.

*******
JAVIER  MATEO  HIDALGO


(Reseña  de Baluartes y violines en Las nueve Musas)

En el inicio de su interesante obra La curación por la palabra (1958), Pedro Laín Entralgo refiere a cómo la medicina es llamada muta ars  —esto es, “arte muda”— en referencia a “la resolución con la que la medicina técnica de Grecia y de Roma había proscrito el empleo de ensalmos y encantamientos musicales”. Y sigue: “La oposición entre este modo de considerar la acción terapéutica y el modo hoy vigente, al que con vínculo tan esencial e indisoluble pertenece la psicoterapia verbal, no puede ser más notoria”. Además de ensayista y filósofo, Entralgo fue médico y director de la Tesis en psiquiatría realizada por Luis Martín-Santos sobre las bases del conocimiento del enfermo mental desde una perspectiva histórica

Qué duda cabe de que la curación puede llegar también a través de la palabra. Y más, si el objetivo a sanar es la mente, la cual puede llegar a convertirse en nuestro peor enemigo. Quienes hemos conocido sus sombras —Miguel Sánchez-Ostiz lo denomina como “el misterio del murciélago”— sabemos a lo que nos referimos. Por eso, el libro de poemas de Manuel López Azorín Baluartes y violines constituye, en el sentido expuesto, un caso ideal para reflexionar sobre ello. Publicado por Lastura, se trata de un volumen donde lo que queda escrito “no es ficción” sino “real, letra viva”: “Canta luces y sombras / en palabras de amor, / como la vida misma”. Palabras éstas extraídas del Introito con el que da inicio este poemario, coronado a su vez por el excelente prólogo de Félix Maraña. En él, refiere a la poesía de López Azorín como “síntesis y sintaxis del mapa de la vida”: “Sus poemas son endechas dirigidas a la curación interior y se nos presentan como exordio del capítulo central de la existencia humana, la arquitectura de la emoción, la luz, la claridad”, expresa.

Nada puede haber más elogioso que apreciar de un libro su importancia para con el conocimiento del ser humano. Sin ánimo de querer ser reiterativo —ya lo he expuesto en anteriores escritos—, la poesía debe cantar a la verdad, ser en suma una recopilación de los intereses del individuo, para llegar a través de lo particular a lo general. “De la uña, el león”. Es evidente que para tratar algo universal siempre hay que trabajar desde lo concreto. Esto puede ser un pensamiento —referente a algo que inquieta a quien lo piensa— o un diálogo, como los que estableció Platón de la forma más natural. Y es que sólo a través de la palabra, como le enseñó su maestro Sócrates, puede llegarse al entendimiento, a conocer otras realidades y hacerlas también propias. Al tratamiento de lugares comunes. Clama y proclama Azorín: “Si escribo es por salvarnos, / por escuchar violines / pues la felicidad no llega con frecuencia / y su canto es la dicha del instante”. Una tarea doblemente encomiable, pues —en palabras de Rafael Soler— el cuidador no tiene quien le cuide: “A veces me resiento. Un amigo me dijo: / ¿Quién cuida al cuidador, quién le protege? / Y yo no supe entonces responder”.

En el caso de Manuel López Azorín su destinataria, a quien dirige los poemas de su libro, será Ana. Pero, a su vez, sus palabras se publican —es decir, se hacen públicas— para llegar a otras personas. Se trasciende el ámbito privado para convertirlas, mediante el lenguaje poético, en un compendio de reflexiones y conclusiones. El tema, como decimos, es la curación del alma, del ánimo, cuando parece que los nubarrones acechan y llegan, sin ánimo de marcharse. La Naturaleza se presta inmejorable para abordar esta cuestión tan delicada desde la óptica lírica. Sus elementos son figuras recurrentes en estos poemas, así como otras procedentes de ámbitos diferentes, y que en suma conforman un particular inventario simbólico. Son dos imágenes relevantes las que conforman el título del poemario; de una parte, esos “baluartes” de los que Maraña afirma que tienen “la noble acepción de ser amparo, pero también, proyección, aspiración y divisa del horizonte”. Baluartes éstos que se transformarán en refugio o albergue, hogar o casa donde “la palabra conduce la electricidad moral que alumbra a sus moradores”. Así, en Como si fuera de ladrillo y piedra, el poeta dice: “Como ese gran misterio / que se intuye, / por dentro, en sus paredes, / sin saber qué desvela su magia / de semánticas piedras, de palabras, / edifico mi casa / y dejo abiertas / las puertas, las ventanas, / por si quieren venir /a visitarla / las ideas, conceptos, las imágenes…” De otra parte, los “violines” representan los instrumentos capaces de emitir melodías armónicas, con las que disolver cualquier disonancia amenazante. Es el violín uno de los instrumentos de voz más cálida y noble —puedo testimoniarlo como violinista “que nunca supo hacer un vibrato”—. Hay quien dice, incluso, que es el que más se aproxima a la voz humana. Según investigaciones recientes, es posible que los Stradivarius fuesen concebidos con la finalidad de imitar a las sopranos. Dice Azorín en el poema Nómbrame y ya seré lo que quieras que sea: “Si me nombras vendrá la amanecida / y en tu canto de sílabas / sonarán los violines”. También hará referencia a las “músicas aladas”, que podrán venir de las aves (“alondras golondrinas / —concierto de violines que te anuncia—”, o “los lamentos sin alas se nos vuelven violines / y ejecutan el canto de los pájaros”).

En cualquier caso, se trata de una música que también enraíza con los elementos naturales. Así lo ilustra la bella portada de esta obra, con aquel violín verde sobre fondo idéntico en color, del que parecen brotar y estallar flores de distintas formas y tonos. Además del baluarte como casa, del violín o de los pájaros, está el amanecer constante como preludio de esa luz que aleja la negritud, las estaciones del año secundándose en un constante renacer (“en la naturaleza / la vida nace y muere y se renace / porque cíclicas van como los vientos / y regresan…”) e, incluso, el vestido nuevo, también hecho de flores, con el que recibir una nueva vida (“la vida es un vestido que no quieres ponerte. / Customiza la vida / (ese vestido que, dices, no te pones / porque ya no te gusta”, o “Te crecen, como trenzas, violetas azuladas. / Descansan en tus hombros y visten verde intenso, / alegre, luminoso / y tu cuerpo, que es barro agradecido, / se renueva y florece”). La rosa es también protagonista como la destinataria, representación de lo bello y delicado (“mi alegría se nubla con la sombra / y yo clamo la luz para la casa / porque sé que la rosa… la rosa sin la luz nunca florece”, o “¿de qué sirve la rosa si tú no floreces?”). Metáforas que, en la lógica del libro, se suceden y repiten, haciendo de su sentido un fuerte andamiaje, un vocabulario propio que fascina al lector.

Hablábamos de la palabra como instrumento con el que proceder a la curación psicológica, pero ésta carecería de sentido si no mediase entre un sujeto y otro el amor (“el amor, donde apoyarse, / parapeto de besos y caricias / que limpian y que salvan. / Haz justicia en la luz, en su equilibrio, / frente al miedo que azota los sentidos / y en el amor se alía”, o “el amor es el fármaco / preciso y efectivo en estos casos / de sombras y de miedos”). Es el amor el que anima al coraje y saca todo lo bueno que hay nosotros para luchar contra lo injusto: “Este libro es un grito / frente a los sueños rotos, emociones / vencidas, laberintos, dudas, / sentimientos de abandono, cansancio, / y ese temor que anuda el pensamiento / cuando todo parece derrumbarse”. Es el amor el carburante propulsor de las buenas acciones, algo que nunca pasa de moda afortunadamente, por más universal que sea: “porque el amor es siembra y nos florece, / con sus días y noches de luces y sombras, / en la memoria viva”. El amor es primo hermano de la ilusión, la esperanza y, sobre todo, el entusiasmo, que aturden a sus enemigos, el miedo, la impotencia o el temor. Es la luz que arrincona a la sombra: “Es preciso entusiasmo. / La clave de la vida está en las ilusiones. / por mal que anden las cosas, / si abrazas la ilusión habrá contagio, / vendrá la claridad a iluminarte”.

Dejémonos, pues, contagiar por el entusiasmo volcado por López Azorín en Baluartes y violines, para sanarnos con el bálsamo de su poesía.

Javier Mateo Hidalgo
*******

CARMELO GUILLEN ACOSTA 


Sobre Baluartes y violines

Querido Manuel: 

Te digo: me he leído tu libro de pe a pa y, afortunadamente, no he encontrado ninguna errata. Por buscar, sólo he visto que los datos del lomo están un poquito desplazados a la izquierda. Por lo demás, muy bien. Es una edición pulcra, muy limpia, con páginas preciosas de respeto. Así da gusto editar.

Por como veo la distribución de los poemas en sus tres partes (más el introito, a modo de poética), no llevan títulos. Al principio creí que el verso primero de cada texto, todo en mayúscula, era su título en cuestión. Luego, cuando llegué a la página 33, donde citas inicialmente en cursiva a Octavio Paz, comprobé que esos versos en mayúsculas son el inicio de cada poema.

Del contenido–es lo que más me atrae comentar–,lo primero que puedo decirte es que me sabe sólo a ti, al López Azorín más López Azorín, el que entiende la poesía como acto de amor, como emoción, como línea clara (en el decir de Luis Alberto de Cuenca) y como ritmo. Por suerte, tu poesía es fiel a esas orientaciones que ya tuve ocasión de disfrutar cuando leí La voz que me protege. No recuerdo ahora si he leído otros poemarios tuyos. Pero voy por partes.

Sin lugar a  dudas, tu poesía es «un acto de amor». Dar y darte. Querer y, como pedía Lorca, que te quieran. Es maravilloso sentir la poesía como un ejercicio adictivo de generosidad, de entrega, de comunicación de un yo y un tú, de terapia incluso (tanto para el lector como para ti), tal cual  dejas caer en más de una ocasión, dándole distintos calificativos: fármaco (p. 62), lenguaje de amor (p. 29), canto de vida (29)... También es maravilloso sentirla como un baluarte, como diría el salmo, donde uno puede salvarse: «si escribo es por salvarnos» (p. 72). Ajeno a modas, este libro está lleno de esperanza (en clave de violín), de luminosidad. Leyéndote, me he acordado de la I carta de san Juan 4, 17-18: no hay temor en el amor.

De las tres partes, la tercera es la más elocuente: repleta de poemas donde explícitamente el cuerpo está muy vivo, reflejan la proyección de la verdadera luz. Aquí es donde más recurres a los violines, y no me sorprende. Aquí es a donde llegas por el dolor a la alegría (p. 83, recordando a Hierro) y aquí es donde se desgrana la noche (p. 102).  A esta tercera parte llegas desde el poema-raíz de la sección anterior, que enlaza los apartados segundo y tercero: «Hoy te sientes vacía abrazando al temor», en donde anuncias la temporalidad de la dicha: «Ahora es el momento de abrazarse / al instante fugaz que trae la dicha…», esto es, el gozo no es algo permanente, eterno, sino momentáneo. Muy buen poema, por cierto, este último, y más a medida que avanza.

Por supuesto, tu manera de decir es clara, se te entiende limpiamente. Emocionas desde un lenguaje que raya la ternura (de la que hablas en p.95: «De pronto la ternura») y la ilusión (p. 83).

Otro asunto que quiero referirte brevemente es el del ritmo, el de la musicalidad de tus poemas. Con el ritmo eres un crack, como dicen ahora. Lo construyes muchas veces sobre la repetición de una frase (un ej. entre muchos es «Este rayo de luz», que repites consecutivamente a lo largo del poema). Ahora bien, con tanta finura musical, se corre el riesgo de las asonancias: he visto (he leído) más de una y de dos y…. El caso más llamativo lo encuentro en la página 103: abundantes asonancias en i-a. Visto en positivo, mejor así que caigas en el prosaísmo o en el poema que parece más que otra cosa una  traducción de otro extranjero, que no es tu caso. Es esto lo que, por poner alguna pega, más me choca. Esto y que creo que es un poemario demasiado extenso, sobre todo pensando en que no hay mucha variabilidad de temas o metros (aunque tenga un par de sonetos). En su conjunto, todo el libro es un poema de poemas o un poema-río.

Más, y ya acabo:(1) respecto a la presencia de Claudio, que destaca sobre las demás (Hierro, Machado, san Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez, el autor anónimo del «romance del prisionero» en p. 68…), me parece muy acertada y es que, como creo que decía d´Ors: «los versos más míos los han escrito siempre otros poetas».  En La voz que me protege recuerdo que ya lo involucrabas en tus composiciones. En este libro lo citas desde el principio y lo haces además en pp. 47, 50… Es una idea brillante muy acorde con tu poesía, que la enmarcas en una tradición literaria muy viva.(2) Al principio (p. 29: «Esto que dejo escrito no es ficción») y en p. 66 insistes en que «Todo esto que te escribo sucede, no lo invento», quieres dejar muy clara la verosimilitud de tu poesía: tu poesía surge de hechos reales, de la misma vida; es consecuencia de la verdad de la existencia. Y desde esa verdad debe (debo) leerla, lo cual he hecho, como no podía ser de otra manera.

Dicho lo cual, acaso porque está muy en mi línea, el poemario me encanta y le deseo lo mejor siempre. Abrazo

Carmelo Guillen Acosta

*******

PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO


Sobre Baluartes y violines

Querido Manuel: a ratos nunca perdidos he ido leyendo tu libro y me he llenado de la alegría contagiosa que transmite, esa poesía del caer y levantarse (pág. 84), su actitud de aferrarse a todo lo positivo, a la fe y a la esperanza, su afán de salir a la vida con una fuerza y un espíritu renovado. Como tú mismo dices, no es ficción, "es real, es letra viva" es un auténtico "canto de vida", donde se insta a saborear con todos los sentidos "la canción de la vida". Un libro celebrativo y vitalista, hecho con palabras "de vital alegría". Ante la certeza de que somos frágiles y vulnerables, tu poesía se convierte en un verdadero grito frente a todo lo roto y agridulce que nos ofrece el mundo: llegar por el dolor a la alegría, como dijo aquel poeta nuestro tan querido. Entre esos dos genios de nuestra lírica, entre Hierro y Claudio, veo que se mueve el espíritu de tus poemas, que pretenden contemplar la realidad como a través de una mirada pura, "como si todo fuera nuevo, limpio..."

   Pero creo que es, sobre todo, un poemario entregado a la "búsqueda de la luz verdadera". Aparece la fuerza del amor como recurso para vencer al miedo, a la ansiedad, como un baluarte de apoyo para conseguir la esperanza. Y la palabra aparece como "materia que salva", es decir, como una suerte de terapia: "Si escribo es por salvarnos". La luz también es sanadora, y forma parte de una especie de concierto donde todo (la poesía también) permanece como a la espera del alba, en un lento despertar que va iluminándose, como en "Silencio amurallado".

 Por eso me parece que es un libro auroral, marcado por la presencia luminosa de un tiempo que anuncia el estallido de la primavera y la esperanza. Tiempo de violines, de floración, de aferrarse a lo más hermoso de la vida, que es el momento del amanecer. (Qué diferente -perdóname el inciso- a aquel punto de vista dramático desde el que yo escribí el poema "Mañana, la intemperie", partiendo de la certeza de que para algunas personas ese amanecer no llegará..."). Pero en tu caso no hay dramatismo, hay celebración. Lo tuyo es un canto hímnico donde se celebra la vida y donde se refleja el deslumbramiento por la llegada del amanecer y la derrota de las sombras... Por eso la antítesis luz/ oscuridad o sombra/claridad es como un eje semántico que estructura el libro en dos impulsos opuestos, como se refleja con especial intensidad, por ejemplo, en los poemas de las páginas 63, 64 y 65, claramente dominados por la tensión de contrarios.

 De estilo claro, como corresponde al tema, y como tú mismo afirmas, "gastado de palabras usadas, por comunes; /austero en el lenguaje, directo en la expresión..." pero también con su "carga de verdad y de belleza"... Y, en ese sentido, no puede ser más evidente y expresiva la metáfora de la poesía como "Casa", una casa no de ladrillo, sino llena de palabras "limpias, claras diáfanas", una casa para compartirla con los demás, en el sentido claudiano cuando hablaba de que la voz debía ser de todos ...

Ante la certeza de que somos frágiles y vulnerables

  Ha sido una experiencia iluminadora sumergirse en tu libro, después de tanto tiempo. Dan ganas de abrazarse contigo "a esa luz/ que es claridad del alma y de las cosas"...

Pedro A.González Moreno


*******

FEDERICO GALLEGO RIPOLL


Baluarters y violines .AGUA DE LUZ

(JUGAR A LOS PARÉNTESIS)

Jugar a los paréntesis desde la poesía de Manuel López Azorín no es un juego: es conocer una segunda intención del libro, quizás ajena a la propia voluntad del poeta, a la que se accede enlazando su primer y su último verso, («Esto que dejo escrito no es ficción…///…agua de luz, palabras, alimento.») y que es, más que conclusión, guía, señuelo, oportunidad de relectura para ese lector que gusta de lo lento y lo tranquilo, y se rebela contra la imparable aceleración de las pantallas y los días.

Hay poetas de los que uno se fía a verso abierto, porque no es preciso prender desde fuera lo que desde dentro alumbra con esa naturalidad un tanto utópica de las cosas en su sitio: la sal en el salero, el pan en la panera… y el corazón, en calma, a flor de ofrenda.

Vienen a ser aquí, las palabras, palabras acodadas sobre el pretil de un puente bajo el que pasa un río sosegado y sucesivo, previsible en su agua y en su música, tan saciante y sonoro como los buenos ríos de antiguamente, para los que cada sed era la única. Así esta poesía: agua -de luz- para la sed.

Violines y baluartes encrespan la atalaya donde arqueros, memoria y sustantivos, evocan el previsible triunfo de lo eterno, y buscan en su aljaba el tallo de una rosa que se pensó saeta.

Qué naturalidad la de los árboles, la de la melancolía, la del temor a que el tiempo en su arritmia nos descoloque el alma o nos la vuelque.

¿El cuidador no tiene quien le cuide?, se pregunta el poeta con la voz del amigo (ay, Rafael Soler, siempre cercano). Pero, mientras, continúa cuidándonos con la franqueza útil de lo nada impostado, de la sólida casa que acoge las exactas palabras elegidas («limpias, / claras, / diáfanas. // Para que nada estorbe a la mirada.») Y así se van rompiendo, página a página, las cuerdas del violín, de los violines, como los labios y las horas, con la prudente naturalidad de su uso adecuado y oportuno.

Nada es común cuando un poeta pone la mesa y nos invita. La compañía viene de regalo con la emoción pausada del amor por la vida, por la naturaleza cercana, del amor por el amor sereno, la costumbre de ser en compañía en este libro lleno de verdad, que se nos muestra como un pequeño don inabarcable en el que reconforta mojar las manos y la propia capacidad de evocación.

NÓMBRAME Y YA SERÉ LO QUE QUIERAS QUE SEA.

Agua de miel será

tu voz para la sed de mi esperanza.

Nómbrame y amanece como el alba,

sin dudas, sin temores,

sin la sombra que tu mirada enturbia.

Agua de miel será tu voz y ya

nos saciará la sed, sílaba a sílaba,

nota a nota de músicas aladas.

Si me nombras vendrá la amanecida

y en tu canto de sílabas

sonarán los violines,

lento tempo de adagio

que nos lleva a la fuga y al allegro

al alba, blanca, clara…

Un final de compases

que anunciará una aurora

risueña que despierta

la música, la luz, de un tiempo nuevo.

* * * * *

LA VERDADERA LUZ

donde la voz se enreda entre sus aguas

y los rayos se beben la fruta de la vida,

canta y navega al horizonte

donde vuela la espuma

y se eleva a la cima

con la emoción del verbo en los sentidos.

¿Qué palabras trae el sueño

para hacer realidades trastocadas

en otras realidades ya poéticas?

La verdadera luz y la palabra justa.

Bebe el tiempo del agua de la vida,

abrázate a esa luz

que es claridad del alma y de las cosas.

Federico Gallego Ripoll

*******

ANTONIO DAGANZO


 

Reseña publicada en ENTRELETRAS

BALUARTES Y VIOLINES

“Esto que dejo escrito no es ficción, / es real, letra viva”, nos advierte Manuel López Azorín (Moratalla, Murcia, 1946) en su creación literaria más reciente, Baluartes y violines: un poemario que, como toda la obra de su autor, “es una consecuencia, una aspiración a la superación de los inconvenientes en la lucha por la vida”. Palabras de Félix Maraña, quien, igualmente en su extenso prólogo al libro, afirma poco después: “Una poesía”, obviamente la de López Azorín, “en la que el ser humano aparece desnudo y protegido por un verso y una composición esclarecedora, un lenguaje decantado y armónico, porque en verdad la claridad está dentro de nosotros mismos”. No obstante, ¿qué ocurre cuando toda esa claridad íntima, tan inequívoca, piadosa y dinamizadora para el sujeto poético, se convierte en algo incomprensible –o peor aún, en la tortura de una especie de dios inalcanzable- para el “tú” al que dicho sujeto poético se dirige en primera instancia? En el caso que nos atañe, y por fortuna para ese “tú” –además de para todos nosotros, como lectores de Baluartes y violines-, ocurre la “letra viva” mencionada con anterioridad, y también “la superación de los inconvenientes en la lucha por la vida”. Poeta de muy amplia trayectoria –sólida, bien contrastada, y que ya en 2011 alcanzó un primer gran remanso retrospectivo, gracias al volumen antológico Sólo la luz alumbra. Poesía 1986-2010-, Manuel López Azorín ha salido ahora airoso de uno de los retos mayores a los que un creador puede llegar a enfrentarse: la verificación de la utilidad, sin ambages ni subterfugios, de todo cuanto su magisterio ha logrado decantar y cristalizar con el paso del tiempo.

Félix Maraña nos lo revela al poco de comenzar su prólogo para Baluartes y violines: “Este libro es un tratado sobre, ante, contra, de, desde la depresión, esa muerte lenta que cerca y cercena toda esperanza, una situación a la que se enfrenta el poeta, el cuidador, quien procura que el paciente, sujeto y objeto de la ceguera del desánimo, se conduzca o reconduzca hacia la luz, hacia la visión total, hacia la vida (…) Baluartes y violines es un manual de pedagogía vital, un tratado de terapia de alma y cuerpo.” Bajo tales premisas, no ha de extrañar a los lectores la simbología escogida por López Azorín desde el título mismo de su nueva obra. Si el baluarte se postula como una suerte de vigorosa luz, fija y no obstante proteica, “bandera defensora de miedos, abrazada al amor”, los violines representarían el movimiento undoso de dicha luz (“Con su canto, / calman mi sed de primavera”), de modo que su música no tarda en devenir “metáfora del tiempo de la dicha”. Tampoco habrá de extrañar la morfología vertebradora del libro: los tres cantos que se despliegan tras el “Introito” (“Baluartes y violines”, “De cántico y vuelo”, “La verdadera luz”) buscarán fragmentarse en sucesivas unidades poemáticas, con el patente propósito –patente y muy logrado propósito- de otorgar nitidez a cada una de las estaciones de un particular vía crucis compartido, si bien poco a poco transformado en camino de perfección hacia la luz verdadera. El hecho de que cada canto de la obra se vea rematado por la radiante arquitectura de un soneto, y de que el último de esos tres poemas estróficos se antoje el de factura más espléndida, no resulta casual en absoluto.

Con todo, cabría interpretar el bello contenido de Baluartes y violines como una sostenida, además de ferviente, declaración de amor a la herramienta sanadora: el lenguaje. Por supuesto, no el lenguaje entendido como un intelectualizado mecanismo cuya misión sería arrumbar la efusión lírica en los desvanes, supuestamente polvorientos, de la historia. La visión al respecto de Manuel López Azorín ha sido siempre muy distinta, y, para muestra, valdrá este paradigmático botón: “Recuerda que esa herida, / que es producto de un daño, / produjo este poema que puede liberarnos”. Por eso el autor no vacila en recordar, con indudable alegría, que “la palabra es la voz, / el agua que nos sacia de la sed, / la materia que salva, / la que sirve de enlace entre el alma y las cosas / (…) La palabra vigila, cuida, acuna / la grafía en la página”. O dicho de otro modo: es el instinto lírico el que ha de prevalecer sobre el lenguaje, y no al revés, para poder grabar en el tiempo “otro instante de dicha emocionada, escrita”. A partir de ahí, brotan versos de inspirada tensión imaginativa (“El temor se mecía por su cuerpo, / por el pecho de una turgente luna, / se encogía su alma / y la tristeza azul era su dueña”) u otros donde se manifiesta un ansia totalizadora muy sutil (“Hubo llantos, los hubo, hubo sol y hubo lluvia, / toda vida es un río”). También surgen, de manera palmaria, los vínculos con los maestros venerados (“Nunca he llorado tanto ni he sentido / más dolor al volcar unas palabras, / que soñaban ser bálsamo, /  machadianas ser olmo, primavera.”). E incluso afloran, allá o aquí, esos maravillosos guiños más o menos conscientes, más o menos casuales… “Se rompe ante mis ojos / la sombra con el alba”: casi como aquello de D’Annunzio… Aquello que Francesco Paolo Tosti transformó en una de las más conmovedoras y exquisitas canciones del repertorio clásico italiano: L’alba separa dalla luce l’ombra. Prodigios que procura la poesía cuando es genuina luz “y la palabra justa”.

Antonio Daganzo

 *******                                                                                              

 RAFAEL ESCOBAR SÁNCHEZ· 

 


BALUARTES Y VIOLINES de Manuel López Azorín (Ed. Lastura, 2023).

Tan solo con leer la dedicatoria del libro, repuntan dos cualidades esenciales del Manuel poeta y hombre: la extrema sensibilidad empática con los que sufren y su humildad en citas que rehúyen la tentación culturalista para reivindicar lo medular del oficio a través de los clásicos (especialmente, es un placer encontrarse con una cita de un texto tan emotivo, y tan desgarrador en su sencillez, como las “barquillas” de Lope).

No menos significativo es su “introito”, revelador de una lírica indisociable del vivir, que ni teme ni rehúye el dolor (aunque se esfuerce en revertirlo en serenidad y esperanza) y al contrario lo afronta con una decisión casi subversiva que posibilita denominar al poema “grito”, y que la acepta como un oficio cuya estética nace del esfuerzo.

Con Paz (y el catálogo de autores para reafirmar esa idea podría abarcar desde Luis Eduardo Aute a José Ángel Valente), se reivindica el amor, apuntalado en vivencias de recuerdo indeleble (como la boda que derrama su pureza en los versos de “Hubo que adelantarla…”) que no salva pero consuela, y al erradicar el miedo, permite vivir de manera gozosa y literal. Resulta significativo que se cite el término “justicia” defendiendo que toda miseria, por honda que sea, merece ser redimida y por tanto todo ser se convierte, como en la canción de Silvio, en destinatario legítimo del amor.

Ocupa muchos y muy emocionantes versos el “anatema” contra el citado miedo, que puede gobernarnos como un tirano (“Se mueve con nosotros…”), que distorsiona nuestros circuitos psicológicos (y hasta físicos… no en vano se utiliza el término “somatizar”) y convierte la claridad del razonamiento en círculos viciosos tan obsesivos como inútiles, que nos envenena con sus fantasmagorías huecas, que nos agrede con un tiempo malinterpretado porque se calle que el pasado y el futuro no existen y solo nos atañe un presente inacabable que es la posibilidad de todo gozo. La intensidad de esa lucha posibilita la definición que hace Félix Maraña de sus poemas como “endechas dirigidas a la curación interior” y el poemario completo como un “manual de pedagogía vital”. Se advierte contra el temor que degenera hasta ser una muerte previsora y se reivindica la dignidad del dolor que se calla pero va tejiendo en esa discreción su manera de redimirse con el auxilio de la palabra (“El dolor verdadero no hace ruido…”).

Dicha palabra se celebra en su potencial salvífico (La palabra es la voz/el agua que nos sacia de la sed/la materia que salva,/la que sirve de enlace entre el alma y las cosas), ojo que observa y mano entregada a la vez, hogar simultáneo del conocimiento y la redención.

El amor, del que se canta esa paradoja cernudiana de la cárcel que libera (“Me siento prisionero…”) y la humildad se convierten en una pulsión indistinguible en cuanto los rastros supervivientes del primero se ocultan entre una oscuridad de esencia tan inadvertida que podría pasar por dolor (En la oquedad que guardan la soledad y el hielo,/veo signos de vida,/se yerguen, danzas tímidas,/simientes de mañana). Como parte de esa modestia, el “fuerte” solo lo es en apariencia pero acepta su rol por generosidad asumiendo el riesgo de que su propio desgarro pase inadvertido (qué pertinente y hermoso es el verso de Rafal Soler sobre la discreción del “cuidador”).

Lo que podría resultar más prototípicamente elegíaco no degenera en angustia porque el tiempo se ha ensanchado con la convicción ilusionante con que se afronta (Tal vez los días/sean perecederos./Sí, mas no importa./Ahora la pasión/embriaga mis sentidos y mi sangre). También porque la serenidad aprendida ante el tiempo se combina con la expectación ilusionante de si existirá “otra más alta vida” (en palabras de Gamoneda) tras esta que a menudo nos hiere (“Suspiraban los árboles al final del verano…”)o con el “eterno retorno” que ejemplifica la naturaleza (en el magnífico soneto sobre los chopos) y con esa sensación de que cada hombre es todos los de la historia y su consecuente relativización de la muerte (“Este libro ya no es viejo…”) que también le permite, aparte de por el tratamiento de cuestiones universales, de calificar de “viejo” a su propio libro aunque sea el más reciente.

Apunta en ocasiones un tono reivindicativo pero no con una intención pedagógica ni ideológica y menos aún de “panfletarismo”. La apelación a la mujer en “Saca tu manto de esperanza…” es más de tipo general y humano, incitación a la libertad y la felicidad, más que propiamente “feminista” (el ecologismo parece más explícito en el poema sobre la rosa que citamos a continuación). También es singular cierto “neoplatonismo” en “¿De qué te sirve la rosa…”, donde la flor no es tanto testimonio de lo divino o espiritual sino de un brillo que reside dentro de nosotros mismos y que esa naturaleza invita a descubrir para que luego germine con placer indiscriminado. Igualmente, es continuo un rechazo de la abstracción o la ambición de convertir la vida en pulso hacia grandes conquistas materiales o intelectuales para, como en una oda nerudiana, paladear la totalidad en los detalles de la vida cotidiana (Tan solo nuestros ojos disfrutan de su hermosura/del aliento, el perfume, de la luz de la rosa/y de cosas sencillas, cotidianas:/ver un amanecer, sonreír, dar las gracias,/escuchar lo que cuentas…/un gráfico de penas y alegrías,/no existe nada más, así es la vida).

En cuanto al estilo del poemario, es constante el uso de la simbología. Desde los dos elementos que dan título al libro (Maraña define certeramente esos “baluartes” como no fortalezas inexpugnables sino casas con interiores, donde la palabra conduce la electricidad moral que alumbra a sus moradores en la lucha entre luz y sombras), el motivo de la casa y su aproximación al sólido cimiento de consuelo que nos aguarda en la palabra o las aves como heraldos de una espiritualidad que a la vez que las eleva tiernamente las hiere (Llegan aves heridas/por las íntimas luces de regiones secretas/se desorilla el día en finos hilos,/hebras deslavazadas). El vestido parece aludir a una identidad que se dañó pero puede ser rehabilitada con su terca fe en la esperanza y el talento para reinventarnos hasta que se convierta en una costura indistinguible de la piel. El soneto se utiliza como estrofa de remate de cada una de las tres secciones del libro, convirtiéndose a la vez en un hilo de cohesión estructural y en síntesis de las enseñanzas vitales apresadas en la meditación y el oficio de expresarlas.

Repunta una ambigüedad espontánea en textos de tono apelativo tejido, como en “Como se renace de nuevo…” entre el temor de no ser escuchado ni comprendido, que podrían aplicarse tanto al amor como a la poesía (… o a la propia vida) y por tanto tener a la vez destinatarios humanos o abstractos, como en “Años llevo mirándote a los ojos…” o “Te hablaría de Heráclito…”, sobre la cerrazón a la esperanza, solo conjurable con una sugestión para la serenidad como la que describe justo el siguiente poema, que podría ser de la propia esperanza o de un lector desconsolado.

Pueden encontrarse intertextualidades que nos llevan a Claudio Rodríguez (una “recurrencia” más afectiva que literaria en la obra de Manuel), San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez o el Romancero Viejo (en el poema en que afirma sentirse como aquel que escuchaba el dulce canto/del ave que matara un ballestero). Y repunta continuamente un intenso sensorialismo, más explícito en poemas próximos a una delicada poesía erótica (“Deseos recorren mis sentidos…”) que no solo es un recurso de estilo sino que sirve también para afianzar las ideas sobre la serenidad y el goce implícito en saber valorar lo más cotidiano que son recurrentes en el libro. Incluso las “atmósferas” otoñales (“Por el cielo de otoño, noche oscura…”) se ligan más a un conformismo existencial de corte guilleniano que al sufrimiento, al igual que las relacionadas con el silencio y la quietud (“Silencio amurallado…”).

En conjunto, quizá estemos ante uno de los libros más reveladores de su personalidad y de su manera de trabajar y afrontar la escritura de toda la trayectoria de Manuel. Sencillo pero hondo, siempre atento a una apelación a lo que sobrevive íntegro en nosotros a pesar del desahucio del tiempo que no necesita para él mismo, inclinado a la luz por vocación y propia esencia, sino para todos los que a su alrededor nos mostramos a menudo rotos o dubitativos de nuestra propia energía para resistir. Y ahí radica la grandeza de su regalo escrito y su persona. En la de ser una conciencia perpetuamente encendida, velando como un amor responsable, de la fragilidad que le rodea.

Rafael Escobar Sánchez

*******

FERNANDO FIESTAS




reseña sobre "BALUARTES Y VIOLINES" de Manuel López Azorín. Publicada en el número 27 de "La Hoja Azul en Blanco". En "Libros recibidos".
(Editorial Lastura, Colección Alcalima. 110 páginas.)

Pocas veces se ha dado el caso en que la edición de un libro de poemas y su prólogo se complementan hasta el punto de resultar indiscernibles como tenemos aquí. La verdad es que es recomendable leer tanto el nuevo poemario de Manuel López Azorín, avezado y reconocido poeta, como el minucioso prólogo de otro avezado y reconocido poeta como es Félix Maraña. En el análisis de la obra, Félix no se conforma con presentar una obra, una muesca más de la inconfundible poética de Azorín, sino que además nos ilustra acerca del resto de la producción de nuestro poeta, justificando su mirada para reconocer su cosmos particular.
Este poemario con lenguaje austero y limpio, libre de florituras, nos lanza un mensaje directo acerca de la importancia de la luz como ariete para la esperanza. Compuesto por 65 poemas, dividido en tres partes y con un i introito, hace homenaje a la firmeza de nuestro ser presente para consolarnos ante el inexorable paso del tiempo. Acaso Baluartes y Violines sean los símbolos centrales que constituyen el armazón de la temática, pero la obra de López Azorín es compleja y vemos varias secuencias conceptuales en paralelo, con lo cual podemos decir que su poesía no sólo tiene lenguaje propio sino también se acoge a su escenografía singular.
Cabe señalar las constantes alusiones hacia su tierra a través del valor de las palabras, de esta luz que amanece y configura cuanto vemos con sus ojos. “Somos ramaje y fronda,/ felices cuerpos vivos.”, nos dice. Así como las invocaciones a los poetas llenos de luz, poetas verdaderos y reconocibles, que transcurren entre sus versos. “A veces al mirarte,/ al sentir tu mirada como ausente/ me acuerdo de Neruda”, indica por ejemplo. Sin olvidar la gran fidelidad del poeta hacia sus principales referentes, a los que nunca ha perdido de vista a lo largo de toda su obra.
Y de vuelta a su simbología, los baluartes nos sugieren atalayas que
garantizan su lucha contra las sombras, y nada mejor que los sonidos de la música enredada con la luz para despejar las tinieblas. Se canta a la aurora, a la apertura de las nubes para dar evidencia al amor, lo que mejor nos realiza dentro de nuestra condición de seres temporales y transitorios.
Mientras se van desgranando versos blancos precisos y medidos acerca de la misma temática pero todos diferentes, podemos gozar de la armonía de un conjunto claramente definido. Y cada una de las partes concluye con un soneto. De esta forma no nos olvidamos de la maestría y versatilidad del autor en el manejo de toda clase de estrofas.
No hay que dejar nada al azar cuando se lee a Manuel López Azorín porque así es su planteamiento. Incluso hasta la dedicatoria está justificada como ayuda para todas aquellas personas que sufren ansiedad, miedo y depresión ante el implacable paso del tiempo e inevitable acercamiento a la muerte.
La claridad viene del cielo y es un don, así lo decía Claudio Rodríguez y el poeta nos lo recuerda. Y tenemos a la rosa como símbolo de amor, a los violines como símbolos de esperanza, a los baluartes del ser frente a la otredad. Llama la atención esa insistencia en los tópicos que ya no se usan en la lírica actual pero Azorín nos enseña a valorar sus contrapartidas, el envés de lo que aún falta por decir. Violines que calman la sed porque sus cantos son las dichas del instante. Baluartes que las olas del mar de la vida besan, embisten, erosionan, esculpen. “Y en la primera luz vendrá la vida/ despertando los sueños/ aclarando un paisaje que camina”, somos parte de lo que vivimos, espacios engendrados por la inmediatez, y es la noche negada la que nos enseña a aceptar con alegría a los momentos que vienen hacia nosotros.
Así como sucede con la poesía, a la que no hay que buscar sino aguardar a que venga a nosotros, y acaricie nuestros hombros con su sonrisa seductora, incluso hasta cuando no nos lo esperemos.
Fernando Fiestas
*******

FELIX MARAÑA

Con Félix Maraña

Repito: muchas gracias a todos y muchas gracias también a Félix Maraña  por escribir el prólogo para Baluartes y violines y por muchas más cosas más cosas

Como esto que has escrito, por ejemplo:

" Para mí es un motivo de orgullo y satisfacción, pero de la de verdad, la publicación de este nuevo poemario de un poeta y cantor de la poesía de todos. Cierto día dije que había que nombrar a este hombre Cónsul General y Permanente de la Poesía, por su labor persistente y constante en la difusión de la poesía de todos. Este libro es un manual para el entendimiento, la comprensión, la superación y la cura de la depresión.

Sólo quiero llamar la atención sobre el libro de poemas de Manuel López Azorin , que es un ejercicio de madurez, formal, poética y vital. Un libro de poemas para ayudarnos a sentir sin sufrir, a respirar sin trabas, a soñar sin necesidad de dormir, a dulcificar el presente y a sentir nostalgia, no del pasado, sino del futuro. Para todo eso y para mucho más: este libro certifica que dentro del mismo palpita un hombre que tiene corazón en donde hay que tener, un hombre que, por demás, tiene varios corazones: en los pies, en las manos, en el cerebro y en el pensamiento.

Félix Maraña

********


Lo dicho para todos y para ti Félix: Gracias


No hay comentarios: