Enrique
Villagrasa: Fosfenos
Huerga y Fierro Editores.Poesía. Colección Graffiti,
2024
Enrique
Villagrasa, (Burbáguena, Teruel, 1957) reside
en Tarragona,donde ha desarrollado su labor profesional en el Puerto hasta su
jubilación, es periodista y un grandísimo lector de poesía. Enrique ejerce
también de crítico literario de poesía y sobre poesía y sus criticas, que yo
recuerde, aparecían en la publicación Qué leer. Es uno de los críticos
independientes más respetados del país. Como crítico literario ahora colabora
regularmente en Librújula, librujula.com, Turia y Alhucema.
En la actualidad es director de la
colección de poesía Rayo azul
(Huerga y Fierro). Pero
además Enrique es poeta y ha escrito
diversos libros de poemas.
Como poeta Enrique ha sido incluido en varias antologías y están traducidos
algunos de sus poemas a otros idiomas, árabe, francés, italiano, húngaro,
inglés, ruso, chino, rumano, croata y portugués…
Figura igualmente en la Antología de poesía aragonesa del siglo XXI (2016) y en Mar sin fronteras. Antologia liquida di poesía spagnola contemporanea (2020).
Y sus poemas se han publicado
últimamente en las revistas Ágora,
papeles de arte gramático;
en Poesía y Métrica; y
en Cultura de VeracruZ.
Su publicación anterior a Fosfenos fue la antología Arpegios y mudanzas (2021). En esta antología Enrique Villagrasa regresaba con la materia de los sueños, que es la memoria, a Burbáguena (Teruel) lugar donde nació, pasó su infancia y allí regresa a las riberas del río Jiloca para atrapar el instante de una realidad sucedida y convertirlo en realidad poética tratando de recuperar eso que dan en llamar el paraíso perdido, eso que Rilke denominó la verdadera patria del hombre: la infancia.
Arpegios y mudanzas, nos llegó
acompañado de dos magníficos conocedores de la literatura y la poesía. Un
prólogo o preámbulo del destacado poeta, filólogo,
crítico literario, traductor y catedrático de Filología Clásica española. Jaime
Siles así como de un cierre o epílogo del profesor
titular de Literatura española de la Universidad de Zaragoza, Antonio
Pérez Lasheras gran conocedor de la literatura española del siglo
de Oro y de la Literatura aragonesa.
Su última publicación Fosfenos (2024) viene acompañada de
un prólogo del poeta, traductor y ensayista cordobés José Luis Rey en el que
nos dice: “Sí Fosfenos sigue su curso hacia el mar y la música
de los versos es el sonido de las aguas primigenias. Quienes conocimos una
infancia feliz, de algún modo tenemos confianza aún en los lares, en los dioses
del lugar donde fuimos inmortales, en el paraíso terrestre. Seguirá habiendo
infancia, pero ya solamente en el poema. Allí conoceremos. Allí recordaremos.
Allí tendremos un hogar junto a los dioses lares, en Burbáguena de Aragón o en
los campos de Córdoba. Y soñaremos que soñamos. Y adoraremos la infancia
recobrada en y gracias al poema.”
Fosfenos
anda abrazado al sentimiento del paisaje de la infancia, de la tierra
donde Enrique nació.
Al mismo tiempo Villagrasa nos ofrece reflexión existencial sobre la condición
humana: la soledad, la enfermedad, la muerte y, junto a todo esto, algo que le
acompaña en sus anteriores libros, la
metapoesía, que se hace presente también en Fosfenos.
Enrique, como poeta, es buen amigo del dominio del ritmo (ya saben
esa definición de la RAE sobre el verso: Un verso “Palabra o conjunto de palabras
sujetas a medida y cadencia, o solo a cadencia.” ritmo, musicalidad. Si a todo esto se le acompaña de
nostalgia y mucha ternura, leyendo Fosfenos nos encontraremos que su lectura nos produce “emoción” y
justamente lo que precisa la poesía, en mi opinión, y sobre todo la poesía
formal medida o no, con ritmo (y emoción).La poesía de Enrique Villagrasa, que parece sencilla , es una poesía, en su
aparente sencillez, muy trabajada.
Un buen ejemplo, me parece a mí,
este poema titulado
ALLÁ
EN BURBÁGUENA
Hay
otros dos ecos, el sutil cierzo y el fuego de leña.
La
infancia no regresa, allá en mi pueblo. Sí en Tarraco.
La
noche mediterránea solo trae alegría y más tristeza.
Y
mi garganta no es cantera de gritos ni juramentos.
La
voz he perdido. Necesito una forma de belleza
a
la que cantar, otra vez. Tu voz esta fría, apagada.
Mis
ojos y mi corazón estuvieron en mortal guerra:
ayer
entre mis ojos y mi corazón se estableció un pacto.
Su
nombre y mi canto se borró, de este modo voy llorando.
Por
todos es conocido: el cuidado que tuve, cuando emprendí mi viaje
hacia
un bosque de árboles de profundas y densas raíces.
Contra
ese tiempo, si tal tiempo llegara, y la muerte acompañara.
Qué
dulzura viajar por el camino de la fuente a la vía, a la viña.
Así
puedes disculpar la fastidiosa tardanza en regresar,
yo
soy el trovador a quien bendita lectura abre la puerta del ayer.
¿Qué
sustancia es la tuya, de la que estás formada Filosofía?
¡Cuánta
más hermosa parece la hermosura! ¡Réquiem de Fauré!
Ni
el mármol ni las silenciosas lápidas del cementerio de Burbáguena.
Dulce
amor, renueva tu fuerza y grita: Altísimo, omnipotente, buen señor.
Siendo
yo tu siervo qué puedo hacer sino esperar a la hermana muerte.
Permita
Dios, que en todo me hizo ser, que le dé gracias con humildad.
José Luis
Rey nos dice en el prólogo de este
libro de Enrique Villagrasa: “que aúna de forma original metapoesía y
recuerdos de infancia. Una posible
poesía lárica. (…) Villagrasa construye una obra de alabanza a los dioses
primigenios del lugar, dioses de infancia y para infancia. Dioses para la
palabra y para el silencio; para el poema y el Ser.(…) Pues la poesía de los
lares, en nuestro siglo, adquiere una doble perspectiva: ya no se trata solo de
cantar al pie de los Alpes; también el poema mismo es cantado como dios lar del
lenguaje en sí. En este sentido, las referencias al hermoso pueblecito aragonés
de Burbáguena se funden con reflexiones sobre la poesía misma, que para
Villagrasa es azar y necesidad.”
Hay en este poemario, mucha reflexión, mucha intimidad hay
mucha carga de verdad poética, de sueño, de luz con los ojos cerrados, hay la
búsqueda de algo que se quiere atrapar en la página y siempre parece que se
escapa. Así nos dice Villagrasa:
“La poesía
es pasión y algo más,
eso que
siempre cambia de lugar”.
La metapoesía, que se encuentra en este
libro mezclada con los recuerdos de la infancia. Eso sí, recuerdos , fogonazos
de luz, podados. Cuando escribe Enrique
siempre termina podando y dice “Es justa y necesaria, obligatoria la poda,” y
me hace recordar a Claudio Rodriguez que me decía a mí siempre: “escribe y poda no
te de pena podar un buen jardinero termina haciendo maravillas podando en el
jardín..” La poesía dice Enrique: “es una cosa sería y a la vez lúdica y
lúcida.”
LA POESÍA HABITA
La poesía
habita aquel espacio
que nos
importa. Hoy es el tiempo
del verso.
Mañana el temblor y temor
no sé si
salvarán mis cansados poemas
contemplados.
¿Cuándo habitarán
mis versos
en tu pasión? ¡Urge ese
planteamiento
poético de la realidad!
¡Urge ese
planteamiento poético
del
lenguaje! Y es en tus orillas
donde
escucho la memoria de tus
ribazos,
Jiloca. Es el silbido de los barbos
y los
tubos de chimenea de tu juventud
y la mía,
persona lectora. ¡No solo la noche
lejana, o
sí, ilumina nuestro devenir!
Decía yo más arriba que Enrique viene mezclando el azar y la
necesidad que es para él la poesía con la metapoesia y con el llamado paraíso de la infancia que
para Villagrasa no es otro que
Burgábena y El Jiloca.
De Enrique
Villagrasa, puedes encontrar en este blog seis o siete entradas que he
ido publicando de sus diferentes libros y en casi todos ellos aparecerá su
infancia, su burgábena, su Jiloca.
En muchos de ellos marca bien los
espacios con vida y poesía, destaca Burbáguena, el Jiloca, los transforma, a
través del recuerdo, en esos míticos lugares de la patria del hombre,
del paraíso de la infancia y también de los muchos regresos a la tierra natal así
como las reflexiones existenciales y desde hace años donde reside que es Tarragona. Y esta ciudad y su mar es el lugar que le ha transportado al recuerdo
del río de la infancia, le ha hecho vivir el mar del presente y le hace soñar
que la memoria y el lenguaje son el futuro de la página en blanco.
Su poesía ya lárica
ya metapoetica es una búsqueda constante, un escribe y poda, una expresión de
lo cotidiano en la sencillez de lo expuesto y profundidad de pensamiento y
asombro.
Enrique Villagrasa recuerda, sueña y escribe, su cerebro
produce entonces imágenes, sensaciones visuales, sonidos, y su materia de los sueños, la memoria,
mitifica, idealiza y convierte su pueblo y su río, su infancia en ese paraíso
de luz y convierte su azar y su necesidad poética en luminosa sensación. Así es
que Fosfenos
es, en mi opinión, un libro excelente, la
verdad late en sus palabras, entrar en sus páginas, que recuerdan a tantos de
sus libros, a tanto de su vida de ayer, recordada, mitificada, idealizada…es
conocer y reconocer a un poeta que nunca
se deslumbra cuando hace crítica pero si tiene luminosidades cuando escribe
poesía.
Enrique dice y sueña:”Mi búsqueda es encontrar el verso que me haga poeta.”
Hace ya más
de cincuenta años que vengo diciendo: “Yo
me escribo a mí mismo para escribir a todos”
Ambos
buscamos hacernos poetas porque pensamos que la poesía es la luz que alumbra
porque, y termino, como dice Enrique
Villagrasa:
“La poesía
es pasión y algo más,
eso que
siempre cambia de lugar”.
Manuel López Azorín
Vivir es c
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