Jesús
Aparicio González: La paciencia de Sísifo
Jesús Aparicio (Brihuega,
Guadalajara, 1961) que ya ha publicado unos diez libros de poesía, nos llega
ahora, tras publicar en 2012 el díptico La papelera de Pessoa / La luz
bajo el almendro, con un nuevo poemario titulado La paciencia de Sísifo,
ambos en la Editorial Libros del aire.
De los dos primeros, publicados en un
solo volumen, ya hablé en este blog en su momento cuando Jesús Aparicio me lo envió:
La papelera de Pessoa era, y es, un poemario introspectivo. Palabras
de vigilia donde el dubitativo sujeto poético va en busca de la verdad o de su
verdad y lo hace contemplándose en el espejo más íntimo y más sincero, el de la
soledad. La luz sobre el almendro me recordó un paisaje
sensorial y mediterráneo al tiempo que evocador, una voz reflexiva hablando de
la fugacidad con palabras luminosas e imaginativas.
A primeros de julio recibí La paciencia de Sísifo, poemario que he leído durante este verano recreándome en unos poemas de lenguaje, de poesía y sobre poesía además de sobre las cosas más pequeñas, cotidianas en la que a poco que se advierta, suelen encontrarse las más grandes, las cosas más hondas, más profundas envueltas en la levedad de lo aparentemente sencillo. Jesús Aparicio González teclea de nuevo sobre las hojas blancas a la búsqueda de su secreta canción, esa canción que nos traiga las cosas cotidianas de la vida con la naturalidad y la sencillez del verdadero canto, el canto que muestra la profundidad, la grandeza de eso que llamamos temáticas y que forma parte de nuestro diario vivir, y lo hace con el deseo y el sueño, de hallar una nueva partitura, una nueva cadencia en el ritmo de su lenguaje:
Un tiempo a estrenar, / otra palabra, es posible. / No
llueve, balbucea el agua sin rüido/ desde esa raíz que espera / su nueva
epifanía: / la de ser pájaro un instante.
La poesía de Jesús Aparicio González,
donde la metafísica y la metapoesia continúan enlazándose, es un
continuo caminar y contemplar, una aventura por el calendario de la vida, un camino que busca la creación en la
recreación de la palabra, un sueño que, tras la contemplación, tras lo sentido
o vivido, toma la materia de los sueños (que es la memoria), y con la
paciencia de quien se sabe Sísifo en esta vida nuestra (todos lo somos y
ciegos arrastramos nuestra roca hasta la cima sabiendo que ésta volverá de
nuevo y nosotros con ella, y que la
retomaremos otra y otra y otra vez más, para subirla hasta la cima aun
a pesar de conocer que su destino, no es esa cima de la inmortalidad, de lo
infinito. Pero ya Camus, con palabras de
Píndaro, nos lo dijo en El Mito de Sisifo: No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el
ámbito de lo posible.
Así, nos dice Aparicio en el
poema que da título al libro: La
inmortalidad en el horizonte, / en la cima la esencia de esa flor / con que te
engaña el ser mutado en roca.
Aparentemente parece haber pocos cambios
en relación a su anterior volumen , que es el que conozco, sin embargo La paciencia
de Sísifo aun siendo su poesía
la de antes (me refiero a su último volumen publicado en 2012 La
papelera de Pessoa y La luz sobre el almendro, ya que es la que yo he leído) y aunque en su voz
continúa, con su reflexiva meditación, dejándonos ver su
madurez, su pensamiento y su sentimiento en una poesía que toca, ya lo he
dicho, la metapoesía y la metafísica, el sueño de un lenguaje nuevo, un
lenguaje de la realidad de las cosas sencillas, cotidianas, pequeñas y el sueño
del creador que, como Sísifo, ha soñado alcanzar la cima y permanecer en ella
indefinidamente… también es un libro diferente, un poemario que trata de
alcanzar con sus palabras lo que da vida, lo que hace que la poesía amanezca, se levante y ande, vuele como el más
hermoso pájaro (recordemos los versos del inicio del libro: Un
tiempo a estrenar, / otra palabra, es posible. / No llueve, balbucea el agua
sin rüido/ desde esa raíz que espera / su nueva epifanía: / la de ser pájaro un
instante.
Jesús Aparicio Gonzalez sueña siempre con ser el sol a medio abrir y es que de acuerdo con la
teoría solar, Sísifo es también el disco del sol que cada mañana aparece en el
horizonte y al llegar la tarde su hunde tras
él: Siempre al borde de despertar, / en
el umbral de un sol a medio abrir / con el rocío a cuestas.
Siempre amanecer. Siempre pájaro, siempre mariposa. Decía el autor hace tiempo en
una poética que no se dejan cazar las
mariposas. Pero, añado yo, mientras se intenta alcanzar lo inalcanzable,
quedarse en la cima indefinidamente, mientras soñamos con el lenguaje que rediviva el poema y lo haga eterno, el poeta
debe ir mostrando las cosas, las que revelan y las que desvelan y debe de
hacerlo en tanto que los días se suceden para crecer como persona y como poeta
y mientras tanto… con paciencia, vivir, caminar, contemplar, escribir porque El día acaba:
Nos alcanza el crepúsculo muy pronto / pero el
instante es bello y su zumo / nos eterniza el labio y nos pide / silencio,
abrir los ojos a esta luz / inédita por última, a su canto / que nos devuelve
un sueño:
En la contraportada de La paciencia de Sísifo podemos leer: Con infinita
paciencia el autor se recrea en lo pequeño para extraer lo más elevado y
grande: ocupándose con intensidad en las cosas del día a día, dejando
constancia del pensar y sentir en hojas arrancadas al calendario,
ascendiendo serenamente poema a poema, empujando la materia de los sueños,
construyendo una esperanza.
Una poesía en fin que continúa intimista y que es la
misma pero diferente. Una poesía escrita desde la sencillez, desde lo cotidiano
de un mundo que forma y conforma su cosmovisión espiritual y reflexiva (de ahí
que cuando leí sus poemas por primera vez me recordó a Unamuno y Machado)
Continúa también con poemas breves,
formalmente medidos, llenos de ritmo y ausentes de rima, poemas que revelan lo
interior, el sueño y la certeza como en el poema Ceniza: Sin pájaros cantando/
sin arrullo del agua / sin hilo en la cometa / sin brisa que la mueva / sin escudo
el dolor/ sin sombra que te avise / sin olas en la playa / sin vino en la copa
/ sin vocal en tu nombre /
sin memoria / nos vamos.
Aparicio consigue ser original con la palabra y las cosas más cotidianas, sin alardes, sin pirotecnias ni retóricas ni verbales. Escribe sobre la límpida página en blanco y su canto, hondo, nos muestra lo que está ante nuestros ojos y muchas veces no alcanzamos a ver y es así como su nueva epifanía: la manifestación o revelación, esa que le convierte en pájaro, nos aparece, impresa ya, y ya sin calendario y sin tiempo, interpreta su visión poemática
Ciertamente nos vamos sin nada pero sucede que, en alguna ocasión, aquí
dejamos el canto impreso como pájaros cantores.
1 comentario:
Una hermosa reseña, Manuel. Los poemas sencillos, sin pretensión y que sin embargo nos obligan a pensar en cada verso. La nota machadiana se siente desde el principio, qué mejor referencia.
Ese poema final que cierra el libro s magnífico.
Besos a los dos.
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