Memoria poética:
Ángel García López: Trasmundo y Emilia es la canción

Este hombre escribe, escribe salvándose el instante del vivir, de la existencia... “en lo que (escribe) este mes de difuntos” ... “Consume a la ventana” (Frente a la lluvia del terror) “Un aire vivo que / muere con (él).”

Este poeta, hombre del sur, hombre del mundo, reclama para sí lo que le pertenece. Regresa de la muerte y siente suyo todo aquello que tuvo, que viene con la vida: Emilia, tierra, amigos, hijos, los nietos... Su manera de ser y de sentir, su memoria. Memoria que va y viene del ayer al ahora, componiendo momentos transparentes, sin tiempo: “Me ha llegado la mosca visitante, / Angel Manuel, que hurga en su tarea / mira el zumbido gris. Y su azotea / renuncia del oficio de estudiante.” Y es el instante del hijo atrapado en el tiempo ya sin tiempo.
En noviembre nos habíamos visto con motivo del fallo del Premio nacional de poesía José Hierro (instaurado por el Ayuntamiento de San
Sebastián de los Reyes en la Universidad Popular), en el que permanece como miembro del jurado
desde que se falló el primero en 1990.
Entre otras cosas hablamos de Rota y de Emilia. Quién iba a suponer que un mes más tarde nos dejaría para siempre. Ella era para Ángel sus manos y sus pies, su amor, su gran amor:
Amor, contigo sólo y con la ola / en risa nueva y prisa apresurada. / Que tu boca me aloca, desbocada, / con bocados de mar y caracola.

Ángel tendrá que reponerse, será difícil; pero lo hará, Emilia fue, es y será siempre la canción y en ella, en su recuerdo y en los primeros versos que el poeta escribió por ella y para ella, encontrará el consuelo, el modo de llevarla junto a él a todas partes: Emilia es la canción. Sopla el levante / las torres de mi Cádiz, la bahía. / Reseca el sol la piel de Andalucía. / Conmigo Emilia va, sueño adelante.
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Retrato de Ángel García López por Antonio López Alarc |
En la Navidad del 2014 recibí una carta de
Ángel García López que al tiempo que me emocionó, hizo que recordara tiempos pasados. Al abrir la
carta me encontré con una fotografía de
Emilia en plena juventud y ni una sola letra escrita al dorso de la foto. Se me
saltaron las lágrimas. Ángel acababa de perder a Emilia y pensé, no tiene
palabras para expresar el inmenso dolor que le ha producido su muerte.
Hablando con Mari Luz, la mujer de Antonio Hernández, supe de su fallecimiento el viernes 12 de diciembre. Antonio – me dijo – está hablando por el otro teléfono con Ángel. Era el lunes 15 de diciembre, apenas habían transcurrido tres días. Imaginé al hombre, al poeta que tituló Emilia es la canción su primer poemario, tremendamente abatido y nada más acabar aquella conversación telefónica con Mari Luz, decidí llamar a Ángel para expresarle mi pésame. Marqué su número y saltó el contestador. Le dejé un mensaje de condolencia y unas palabras de ánimo. A los pocos días recibí la carta con la fotografía de Emilia. Y no pude por menos que recordar este primer libro suyo y este soneto que Ángel tituló “Las ciudades”
Hablando con Mari Luz, la mujer de Antonio Hernández, supe de su fallecimiento el viernes 12 de diciembre. Antonio – me dijo – está hablando por el otro teléfono con Ángel. Era el lunes 15 de diciembre, apenas habían transcurrido tres días. Imaginé al hombre, al poeta que tituló Emilia es la canción su primer poemario, tremendamente abatido y nada más acabar aquella conversación telefónica con Mari Luz, decidí llamar a Ángel para expresarle mi pésame. Marqué su número y saltó el contestador. Le dejé un mensaje de condolencia y unas palabras de ánimo. A los pocos días recibí la carta con la fotografía de Emilia. Y no pude por menos que recordar este primer libro suyo y este soneto que Ángel tituló “Las ciudades”
En Burgos, con mi amor,
en Alicante. / En Santander estuve, y todavía /
conmigo Emilia va. La
geografía / canta bajo los pies del caminante.///
Emilia es la canción,
sopla el levante / las torres de mi Cádiz, la bahía./ Reseca el sol la piel de
Andalucía./ Conmigo Emilia va, sueño adelante.///
Conmigo los recuerdos:
cordilleras / que el tren atravesaba
hacia Sevilla,/
hacia Córdoba herida en
soledades.///
Sobre Madrid, perdidas
mis fronteras, / por mi memoria voy desde Castilla/
cruzando con Emilia las
ciudades.
Desde que publicara este
primer libro, Emilia es la canción, en 1963, Ángel García López no ha parado de
publicar libros con diferentes temáticas y tonos, dando muestra de una gran
versatilidad como poeta proteico que es, un poeta que domina las formas, un
manierista en su proceso evolutivo de éstas y con gran preocupación por el
lenguaje. Ese primer libro suyo,
dedicado a Emilia, le hizo entrar de
lleno en la poesía amorosa, poesía a la que luego ha regresado en otras ocasiones.
Emilia, siempre Emilia,
los dos como una piña. El uno para el otro siempre juntos. Escribiendo todo
esto me viene a la memoria el nombre con que me bautizó Emilia hace, ya muchos
años, un domingo de vino y homenaje, un vaso noble en las bodegas A-7 de
Valdepeñas, una lectura poética en El Empotro de estas bodegas con el dibujo
del poeta y un poema en una de las enormes tinajas, allí quedó para siempre
Ángel García López, como vaso noble de la poesía, junto a poetas como José
Hierro o Claudio Rodríguez, por ejemplo. Aquel domingo Emilia decidió llamarme
“Salvador” en lugar de Manuel porque durante la comida, al intentar deglutir un
trozo de carne se atragantó y de tal manera que por poco se ahoga. A mí no se
me ocurrió nada más que darle un fuerte golpe en la espalda (no supe nunca como
lo hice. Tanto me asusté que lo hice sin más) y al golpearle, por fortuna,
salió disparado aquel pedazo de carne que le impedía respirar. Y mientras el
color regresaba a su cara (y creo que a la mía también) respiramos aliviados.
Desde entonces era yo “Salvador” y
así me lo recordaba siempre que nos veíamos.
Ángel que también sabe
de incertidumbres, de miedos, de temores súbitos, supongo que sonreirá si
alguna vez llegara a leer estas líneas y recordará que también él tuvo un
tiempo de temor y de angustia, un terrible tiempo que le hizo escribir uno de
sus libros más intensos y más emocionantes: Trasmundo.
Conocí este libro cuando un buen día, a primeros de diciembre de hace ya 24 años,
apareció este poeta de Rota (Cádiz) afable y generoso como siempre y me trajo
su obra completa, editada en dos tomos por Torre Manrique Publicaciones, Madrid
1988, me los trajo con una hermosa dedicatoria: "A Manuel López Azorín con un
fuerte abrazo de su amigo". Después su firma y el lugar en el que nos
encontrábamos: San Sebastián de los Reyes 6-XII-1991 (Día de la Constitución)

Aquello fue un hermoso regalo que agradecí
enormemente. Yo ya conocía y había leído algunos libros de Ángel: Emilia es la
canción, Volver a Uleila, Elegía en Astaroth,…(Unos días
más tarde de recibir aquel regalo de Ángel García López quise corresponderle y, agradecido,
le escribí este poema dividido en dos partes que años más tarde se publicó en 2001, en mi libro Azul de los afectos:
UN BIEN PRECIOSO
I
“Tu
generosidad para conmigo / me hace – de golpe – a versos entregarme. / Mis
ojos en tus libros que , al donarme, /me ofrecen la lectura del amigo.
Y
rápido te ojeo y te persigo / en este
día seis para ganarme / primero, tu amistad y luego, darme / a saber de tus
versos. Y al abrigo /
de
este soneto a impulsos quiero darte/ las gracias por sencillo y generoso,
por
acordarse el grande del pequeño.
Quiero
por otra parte demostrarte / que yo sé agradecer un bien precioso/
aunque
sólo te ofrezca lo que sueño.
II
Y
lo que sueño es verso, / que anda mi
vida en ellos enredada / y apenas si respiro o siento nada / que no sea poesía.
Mi
alma, como eterna penitente, / buscando va la fuente / para saciar y hallar la
vía / –extraña romería– / del río que es
un canto, / siempre vivo de risas y de llanto."
Fue en esos dos volúmenes donde descubrí otros
libros de este poeta y especialmente su libro Trasmundo que me impresionó tanto que más adelante (entre
1992-93) escribí mis impresiones sobre él y se las envié a Ángel. Lo
titulé Trasmundo y la voz del cisne. Años más tarde un buen día me
telefonea Ángel y me pide este texto porque el poeta Domingo Nicolás, director
de la revista Buxia, arte y pensamiento,
está preparándole un número monográfico dedicado a su poesía – me dice – y
quiere incluir lo que escribí sobre Trasmundo. Habían pasado ya muchos años
desde que lo escribí. Se lo envié de nuevo, y unos meses mas tarde, en mayo de
2007 apareció publicado en el nº 15 de Buxia.
En Trasmundo (1980), el
poeta nos ofrecía el diario devenir de
una muerte que parecía llegar al aparecer una enfermedad que le mantuvo
hospitalizado y en vilo, en este libro se
funden la emoción, plena de luz de la
palabra, con la incertidumbre y el temor del hombre que siente acercarse, de pronto, el final de su vida.
Os dejo aquí el texto completo:
TRASMUNDO Y LA VOZ DEL CISNE
El poeta es un hacerse que produce el decir para hacernos partícipes de los significados. Algo parecido apuntó el profesor Jaime Siles para la poesía de Ángel García López y nos habla de un juego de espejos que articula dos ejes: la memoria y el instante que es la historia del vivir.
Dice Siles : “El significado de la obra de Ángel García López se convierte en historia del vivir cuando ésta ilumina toda nuestra existencia.”
TRASMUNDO Y LA VOZ DEL CISNE
El poeta es un hacerse que produce el decir para hacernos partícipes de los significados. Algo parecido apuntó el profesor Jaime Siles para la poesía de Ángel García López y nos habla de un juego de espejos que articula dos ejes: la memoria y el instante que es la historia del vivir.
Dice Siles : “El significado de la obra de Ángel García López se convierte en historia del vivir cuando ésta ilumina toda nuestra existencia.”
Cuando
esta historia del vivir toca al poeta en su más
cercana realidad, cuando hiere al hombre y le presenta la
vida de golpe, como algo ya gastado, la
moneda de cambio que es la vida se convierte en una lluvia interior que
anega los sentidos y paraliza el alma, un clamor de incertidumbre, de temor y
de impotencia.
Entonces es cuando “hay que dejar las cosas como están si / (se quiere) que la muerte pueda seguir su
curso” ... ”son la vuelta de una compra, / no las (vamos) a tocar, / están gastándose”.
Luis Rosales
con estos versos que le sirven a García
López de introito para su libro Trasmundo,
propone la vida como moneda de cambio donde, ésta, va desprendiendo latidos,
gastando sueños, deshaciendo tiempo...
Porque todo es un venir para marcharse.
(Hay que aclarar que Ángel García López escribe Trasmundo mientras espera una
operación de pulmón como consecuencia de haberle diagnosticado un tumor. Trasmundo
es, por tanto, la experiencia hecha materia poética, de una realidad repleta de
desasosiego y de temor.)
Y así, de repente, cae tristemente, por
noviembre, una lluvia que es un llanto-canto de incertidumbre y lágrimas.
Llueve por fuera y por dentro. Las paredes,
los pijamas y los archivadores -los
hospitales saben mucho de todo esto- llevan impreso el nombre. Un nombre que no
sabe si mañana, detrás de los quirófanos, será memoria ya, ceniza ya, de aquel
que un día quiso, por los años sesenta, renovar el lenguaje con palabras
hermosas, bellas, y con las intenciones en la ropa interior de las ideas.
(Es el mismo concepto
con otra arquitectura, otra decoración más luminosa que la palabra seca,
desnuda, directa, necesaria en la década anterior; pero sin la vestimenta de la
sutil palabra, de la fervorosa palabra que crecía en los jardines del lenguaje
soñado, deseado por Ángel García López.)
Y este hombre, ahora
asustado por noviembre, que esperaba la luz de la mañana como moneda de cambio
para seguir comprando, para seguir gastando vida, veía la palabra, el lenguaje,
de este modo: nada de lenguaje seco, desnudo, directo (aunque necesario en
algunos poetas anteriores). Tampoco nada de lenguaje hermético, cerrado, críptico.
Todo, sugerencia, misterio, en la magia de la palabra hermosa para cantar antes
de este “Después del mundo”, para contar con la clave más bella, más precisa,
diciendo mucho más de lo que dice el verso, vistiéndolo en la página con
hábitos estéticos sutiles y perfectos, dándole embriagador aroma y una
cromática gama de color. “No la toquéis
ya más / que así es la rosa” “que
dijo su paisano, el maestro Juan Ramón Jiménez.
Pero aquí está, viendo
caer la lluvia, sintiendo que golpea sus pulmones. “Tiene un mal de penumbra”.
Sueña “Con gesto invulnerable de salud o milagro”. Este noviembre de
difuntos “Conciencia (Tiene) ahora de aquello fugitivo que es un cuerpo”.
Este hombre mira la lluvia que cae sobre sus sentidos y piensa: “¿Quién te avisó, para que tú, sin anunciarte, sin llamar, hayas venido?”
Este hombre mira la lluvia que cae sobre sus sentidos y piensa: “¿Quién te avisó, para que tú, sin anunciarte, sin llamar, hayas venido?”
La angustia, el miedo,
se apoderan de la lluvia, del cristal interior de los sentidos, de las
habitaciones asépticas y solitarias, del silencioso estruendo de pasillos con
enfermeras y pacientes que van, vienen, con el sueño del milagro entre los
uniformes, en los pijamas, en las esperanzas...
“¿Dónde mi cuerpo, el sano, aquel
mío del aire respirando?” ... “No sé
si soy ahora aquel de esta mañana. / Alguien envejecido me ha robado mi imagen. / Tengo como noticias de una vida
pasada./ Miro como si hubiera
sollozado un paisaje.”
Este hombre escribe, escribe salvándose el instante del vivir, de la existencia... “en lo que (escribe) este mes de difuntos” ... “Consume a la ventana” (Frente a la lluvia del terror) “Un aire vivo que / muere con (él).”
“Tierra habitada, luz de Andalucía”, por su sangre de Rota, luz
universal entre las páginas del tiempo y del lenguaje.
Este hombre piensa: “Nunca podré desconocerme. Mire / hacia el
lugar que mire, hay un espejo / que
da respuesta; hay algo que repite / agua sin sol, mi cuerpo.”
Ha visto con sus ojos
el quirófano. Él, un hombre todavía joven, que aún cree tener vida entre las
manos; pero... “El poeta es una sima de color rojo intenso” y piensa, ya de anochecida: “No sé
muy bien qué pasará conmigo”
... “Me duele lo que duele un
alfiler, / la picadura de un insecto”. Y, frágil, frente al cristal de la lluvia que
moja la ventana y los sentidos, contempla la vida como “Un
libro sin música”. “Esto
es la vida, me explicaron –Toma- / y
dejaron colgando en mi camisa / la
muerte. Y me olvidaron. Y la brisa / puso a volar, temblando, una paloma.”
“Roído por el mal” todas sus
sensaciones son un cráter que lanza incertidumbre, lava ardiente, bocanadas de
temor inexplicable y se defiende como puede, soñando: “Vivir, ver el regalo / de los amaneceres”.
Contempla la ventana,
contempla la lluvia dentro y fuera y...
sueña la luz: “Bello y feliz, Madrid tiene esta tarde / la piel
de una naranja sobre el cielo”
Y se olvida de sí, se
escapa de su mal, se prohíbe mirarse, desde ahora, con lluvia por el alma: “Tú que tienes el tiempo sobre la mano y
lloras / y piensas de mi vida que un
astro es apagado, / me ofreces una carne de sueños y de esporas / y una larga
abundancia desde el lecho habitado”.
Pero el tiempo, con su inexorable
madeja le dice que: “Hoy es domingo y
nada” (Excepto que es noviembre, doce, tarde y temor) “lo
distingue enfermo del resto / de los días”. Salvo
“Que te haces tiempo / sobre la
cama. Y eres / los ojos del enfermo”. (¡Emilia, canción mía!)
Hasta ayer era el
tiempo, incluidos domingos, una hermosa poética que entonaba su vida y
afianzaba su mano sobre el blanco papel donde decía: “Anteceder el Cómo al Qué. Ser
diferente, / a pesar de que tú, poeta cualquiera, escribes / el mismo poema que
los otros, mas / haz tu verso tuyo”
Así lo hizo él, hizo su
verso suyo, su memoria, su historia del vivir, paso a paso de golpe, de caricia
y de palabras, hasta el llanto clamoroso de esta lluvia de noviembre y miedo.
Hoy la lluvia desdibuja
la memoria del poeta que dice: “No soy
quien fui, no el mismo” Él
buscaba “en la belleza; pero salvando a todo trance la ética del riesgo”. ¿Quién
le salva a él ahora? La historia de su vida, su memoria, se diluye en la lluvia
esta tarde de noviembre,
Las luces, que
declinan, dejan paso a la noche misteriosa mientras la lluvia repite sus
palabras como un eco: “No soy quien fui,
no el mismo”.
Siempre quiso alejarse
de todo lo excesivo: “del gratuito gorjeo
esteticista, del cebo de la cáscara”.
Su memoria y su tiempo
dieron forma “ a lo hermoso evidente”
... “(Su) verso es (su) ventana”. No esa que mira ahora mientras
la lluvia golpea, sino aquella de luz, de sol, de vida, de creación y vida.
Ahora, se dice mientras
todo y nada se sucede: “Sé que en
cualquier momento, la suma de estas
letras / en las que voy dejando mi residuo diario / cesarán de escribirse.” El sabe que se ha de
escribir “con el deseo de ser leído por
los demás; pero no (esforzándose) jamás
por conseguirlo.”
Sabe que hay que mostrar los caminos y dejar que los otros
elijan su propia libertad. Y sabe, ahora, que todo es ida y vuelta, todo es
ciclo que se inicia, que termina y nuevamente se inicia. Lo sabe, y sueña, y se
repite: “Estás aquí. Respiras. Ya eres vuelto / al aire, y a la
vida. Estás contigo. / Vuelves de ti, de tu cuerpo amigo. / Vuelves purificado,
absuelto.”


Y entonces, Emilia es
más canción que nunca, más memoria escrita y sentida y vivida que nunca: “Hoy te recuerdo al sol del mediodía” ... “Porque besarte entonces, no es besarte./ Es dejar en los labios la proclama / donde la
sangre asusta de tan loca”. Y la
besa, y todo se vuelve A flor de piel: “la selva de otro tiempo”, “los
peces en la niebla”... y todo es como un rumor, un viento del sur que le
cegara; pero “el mar es ya (su) forma” y recuerda en el aire unas rosas
rojas para un nacimiento.


Cuánto tiempo ha
pasado. Qué hermosa la memoria que regresa la historia del vivir. Regresa y su
recuerdo vuelve a Uleila de nuevo: “Llueve”
... “ la azul cristalería / del agua se estremece en el tejado” ... “Y después fue el olvido” ... “a decirme que el sueño estaba muerto”
... “Mano del bien, esposa, / consuelo de afligidos,/ agua en el vaso, rostro / familiar de la noche”.
Y la memoria, el tiempo,
le llevan a Astarah: “Lo que el
recuerdo tiene de bien, de sobrio,
fruta / feliz, sol transparente,/ en ti –mar de otro tiempo, vasija pura, faro / de juventud- está” Y trae la memoria la historia del vivir,
tiempo del tiempo.
Ahora, escribe así: “Mírate como el aire a la paloma / que toca el vuelo apenas con sus ojos / y goza en esas alas del caliente / cuerpo que ama” y nos hace un retrato hermoso, respirable, para ésos, sus pulmones sedientos de aire: “Somos” ... “una flauta que anunciara / el verano”. Aunque ahora se encuentra en un otoño deshojado, un otoño de lluvia por noviembre y el alma.

Ahora, escribe así: “Mírate como el aire a la paloma / que toca el vuelo apenas con sus ojos / y goza en esas alas del caliente / cuerpo que ama” y nos hace un retrato hermoso, respirable, para ésos, sus pulmones sedientos de aire: “Somos” ... “una flauta que anunciara / el verano”. Aunque ahora se encuentra en un otoño deshojado, un otoño de lluvia por noviembre y el alma.

Y en un Auto
de fe se reconforta “Bajo el sol.
Cuando el cuerpo reposaba / en el aire”
a pesar del temor y de la lluvia.: “¿Quién
más feliz? Perduro en estos versos./ Que me acogen, benévolos, tus ojos / con
su mano entrañable”
Y tras este tiempo de
temor y de lluvia: “Unos días que fueron
fin del mundo”... apareció “La verde
libertad”. Y la noche con su lluvia de muerte, dejó paso a unos besos salvadores: “Besas mi piel como indultando flores”.
¡Ay Mester
Andalusí! Que acrecentaste el curso de su río de páginas, de palabras,
de sueños, de reconocimientos: “Mientras cruzan, sin tregua, desde el monte a los / valles los trenes milenarios
de amenaza y tristeza”. ... “Cómo
apartar de mí mi propia historia / ¿Es
esto, escrito, mi biografía?”.

Este poeta, hombre del sur, hombre del mundo, reclama para sí lo que le pertenece. Regresa de la muerte y siente suyo todo aquello que tuvo, que viene con la vida: Emilia, tierra, amigos, hijos, los nietos... Su manera de ser y de sentir, su memoria. Memoria que va y viene del ayer al ahora, componiendo momentos transparentes, sin tiempo: “Me ha llegado la mosca visitante, / Angel Manuel, que hurga en su tarea / mira el zumbido gris. Y su azotea / renuncia del oficio de estudiante.” Y es el instante del hijo atrapado en el tiempo ya sin tiempo.
“Era
una vez un oso... Arantxa empieza / a no
comer. Se acerca la cuchara / hasta la boca, y moja de su cara / tan
sólo el labio. Y, al final, bosteza” . Y es el instante de
la hija atrapado en Los ojos en las ramas del tiempo sucedido, el tiempo ya sin
tiempo del instante, de la vida.
“Yo, aquel poeta, reclamo
sólo el sitio / en la memoria / de Emilia. Me prohíbo los honores, / el ser
palabra póstuma rehúso.”
Amorosa intención de ser eternidad tan solo en el
amor del pensamiento amado, pero sucedió que: “Sólo la piedra en su temblor (cobijó) la voz del cisne y
su/ inocencia (lloró).”
Lloró de alegría porque
la vida, la memoria, la historia del vivir...
prosiguió su andadura. Noviembre se quedó con su lluvia y su temor, fue
un dolor sucedido que anunciaba presagio
de muerte: pero el poeta es cisne, ave que canta y llora, ave que vive y
muere y se renace en aquello que canta.
Renació como Fénix, no
ya de la ceniza sino por obra y gracia de Jacinto Candelas, de Vicente Velasco y de Martín
Rodríguez, médicos por quienes vio en oscuro la senda iluminada de un
nuevo amanecer.
Y Angel García López, este poeta que buscó en la estética del lenguaje
su modo de vivir en el tiempo, de sentir el instante de la historia del vivir,
este hombre que se pensó fuera del mundo por noviembre de 1978, continúa
iluminando la memoria, la existencia, la página... como un cisne que canta y
vive renacido.


Estas páginas (inéditas
hasta la fecha; pero escritas en 1992-
1993, tras un hermoso regalo de Angel
García López: su obra completa
–entonces- compuesta por dos tomos que recogen catorce de sus libros) ahora
después de tantos años o mejor dicho, después de aquel Trasmundo de noviembre y
lluvia, habría que ampliarlas con mas
referencias a nuevos libros, más vida, más tiempo, más obra, más memoria y, ya
lo dijo Jaime Siles: El
significado de la obra de Angel García López se produce cuando la
memoria del ver se convierte en historia; pero dejemos que,
en este monográfico que le dedica la revista BUXÍA, sean otros los que hablen de este poeta (de raíz almeriense
por parte materna que siempre vuelve Uleila
que es como volver, poéticamente, a la raíz) y hablen de esta otra etapa del
cisne y del tiempo sucedido desde aquel
noviembre de Trasmundo , porque (Trasmundo o después de la vida) dejó
paso, felizmente, a un nuevo tiempo de creación
poética y el canto, de este cisne renacido, continúa.
Todos estos recuerdos se agolparon en mi memoria al recibir la carta de Ángel García López con la fotografía de
Emilia en plena juventud para quien Ángel escribió estos versos que
iniciaban su Emilia es la canción: Lazarillo
del ciego aquí me tienes, / surtidor del amor a pleno caño. / Aquí me tienes,
novio y oro en paño, / cavilador del sueño de mis sienes. El poeta le cantó
al amor después muchas veces y de diferentes formas; pero seguramente nunca como
lo hizo entonces porque la hermosa juventud de Emilia le hizo decir:
Los diecinueve años de tu historia / han venido a
quedarse en mis balcones / atándome al amor codo con codo. Y es que
Ángel se enamoró perdidamente de aquella jovencita de la que no sabía su nombre: Por eso, por tu nombre; porque estaba / sin decir, sin hacer, como un anillo / que no encontraba el cauce de su dedo, /// yo te llamaba Espera; te llamaba / Hermosa, Emilia, Amor; lo más sencillo, / lo más desenredado del enredo.

Ángel se enamoró perdidamente de aquella jovencita de la que no sabía su nombre: Por eso, por tu nombre; porque estaba / sin decir, sin hacer, como un anillo / que no encontraba el cauce de su dedo, /// yo te llamaba Espera; te llamaba / Hermosa, Emilia, Amor; lo más sencillo, / lo más desenredado del enredo.

Entre los autores del medio siglo (Gil
de Biedma, Francisco Brines, Claudio Rodríguez), y la llegada de la
llamada generación del 68 o los novísimos, surgieron unos poetas que, en mi
opinión, fueron injustamente olvidados entonces ya que la atención se centraba
por un lado en los poetas de los 50 y por otro en los del 68 o aquella de los
novísimos. Situados entre estos grupos o corrientes, generaciones, o
promociones poéticas, como quiera llamárseles, andaban publicando, entre otros,
Manuel
Ríos Ruiz, Jesús Hilario Tundidor, Antonio Hernández, Diego
Jesús Jiménez (poeta que luego sería encuadrado entre los del 68), Joaquín
Benito de Lucas y Ángel García
López.


Estos poetas pertenecían a la promoción poética del 60 y, como tal,
apostaron por la relevancia de la palabra o dicho de otro modo por una estética
del lenguaje en la composición del poema acompañado de dimensión ética. Forma y
fondo, estética y ética. En esta,
también llamada generación puente, se
confundían rasgos de unos y de otros, y
compartían zonas comunes, imaginación y esteticismo de preocupación
lingüística. Todos ellos a lo largo del tiempo, unos antes otros después,
fueron saliendo de ese olvido, de ese espacio en el que no se les tuvo en
cuenta, y lograron situarse en el lugar que les correspondía, demostrando con
su valía, su buen hacer, que andaban ahí por méritos propios y que aquel
grupo-puente no era tal, aquella promoción del 60 era parte del camino de la historia de
nuestra poesía
Uno de estos poetas es Ángel García López (Rota, Cádiz, 1935) Licenciado en Filosofía y
Letras y profesor de lengua y literatura, que ejerció también como Técnico
Superior de Servicios Bibliográficos en la ONCE. Poeta que, como dijo el
profesor, crítico y poeta Ángel L. Prieto de Paula, también
estaba conectado por voluntad estética a
diversas corrientes de preguerra y primera posguerra.


En su poesía, Ángel García
López nos muestra el sentimiento amoroso, la
experiencia vital, el paso del tiempo, el recuerdo de la infancia, nos habla la
condición humana, de la deuda con la tradición literaria, de la memoria
colectiva. Un poeta plural con una obra extensa e intensa, una
producción de variada temática y muy rica en la creación lingüística. De él
dijo Pepe
Hierro que poseía el don de la expresión poética. En la poesía de Ángel García López se puede observar el domino de la métrica tradicional tanto como el de la
renovación del lenguaje.
De Ángel García López se ha dicho que es un verdadero maestro del ritmo, de la cadencia. Su poesía conecta
con la del Renacimiento y el Barroco, al tiempo que con la poesía modernista, y que es, la suya,
una poesía tremendamente personal. El profesor y poeta Jaime Siles dijo de él
que es uno de nuestros clásicos contemporáneos.
Muchos años ya que Ángel Garía López y yo nos conocemos. Durante unos cuantos años hemos fallado un premio de poesía juntos, en ocasiones hemos intervenido en actos poéticos... muchas conversaciones, muchos encuentros, siempre amables y siempre fructíferos porque junto a él y con él siempre surge, aun sin propósito, el aprendizaje.

Muchos años ya que Ángel Garía López y yo nos conocemos. Durante unos cuantos años hemos fallado un premio de poesía juntos, en ocasiones hemos intervenido en actos poéticos... muchas conversaciones, muchos encuentros, siempre amables y siempre fructíferos porque junto a él y con él siempre surge, aun sin propósito, el aprendizaje.

Ángel L. Prieto de Paula, cuando la Diputación de Cádiz, la publicó su obra completa, con el título genérico de El río de mis ojos, en tres volúmenes (2009), valoró como de exuberancia
retórica, sustancial.
Un poeta que nos muestra en el compendio de toda su
obra la riqueza y el atractivo de una lírica personalísima y de temática variada,
desde la trascendencia, vida, tiempo, muerte, a la deformación, la caricatura o
la ironía, aderezadas siempre por el amor y la ternura. Una obra
poética, en fin, admirable cuanto más se profundiza en ella.
El poeta Rafael Guillén ha escrito sobre la obra de Ángel García López lo siguiente: “Nadie
puede ya hablar de maestría en la rima y la medida, sin conocer sus sonetos y
alejandrinos. Ni de prosa poética, sin leer Memoria
amarga de mí. Ni de largas y libres emociones en largos y libres versos,
sin dejarse llevar por Medio
siglo, cien años. Ni de desgarrada angustia, ni de muerte, sin adentrarse
en Trasmundo. Ni de
abrir nuevos cauces al lenguaje, sin estudiar Mester
andalusí. Ni de regusto clásico, sin gozar del Cancionero de Alhabia”
Ángel García López tiene en su haber,
entre otros muchos, El Premio Adonais (1969) por el poemario A flor de piel (1970), un
libro en el que jugó con la evocación y empleo una gran riqueza verbal en
largos poemas. El Premio Nacional de Literatura-poesía por su libro Elegía en Astaroth (1973) libro del que nos dice. Prieto de Paula que tras replegarse en el cauce del soneto
en el poemario Volver a Uleila (1971) regresó
a las tiradas largas y domeñadoras en el libro que le
valiera el Premio Nacional, y con
el poemario Mester Andalusí recibió el Premio de la Crítica en 1978.
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E Jurado del Premio de poesía José Hierro en 1991 de izquierda a derecha Joaquín, Claudio, Ángel, Eladio, Félix y Pablo. |
Entre otras cosas hablamos de Rota y de Emilia. Quién iba a suponer que un mes más tarde nos dejaría para siempre. Ella era para Ángel sus manos y sus pies, su amor, su gran amor:
Amor, contigo sólo y con la ola / en risa nueva y prisa apresurada. / Que tu boca me aloca, desbocada, / con bocados de mar y caracola.

Ángel tendrá que reponerse, será difícil; pero lo hará, Emilia fue, es y será siempre la canción y en ella, en su recuerdo y en los primeros versos que el poeta escribió por ella y para ella, encontrará el consuelo, el modo de llevarla junto a él a todas partes: Emilia es la canción. Sopla el levante / las torres de mi Cádiz, la bahía. / Reseca el sol la piel de Andalucía. / Conmigo Emilia va, sueño adelante.
Manuel López Azorín
4 comentarios:
Amigo Manolo, esta es una entrada bella, emocionante, necesaria. Lo que dices de Ángel dice mucho de ti. Un abrazo
Querido amigo Caro: muchas gracias por tu comentario. Espero que digan, para quienes lo lean, mucho más de Ángel que de mi aunque también es cierto, y tu lo sabes bien, que en todo aquello que escribimos, generalmente, suele haber parte de uno mismo. Es inevitable.
Un gran abrazo
Esplendido trabajo sobre la obra de Ángel García López.Tu gran sensibilidad te lleva, como es de costumbre, a penetrar no sólo en la palabra sino en el alma del creador de ella. Ángel García López, grande
entre los grandes, admirable siempre en toda su obra, cuya valía queda perfectamente resaltada en en el trabajo que generosamente nos ofreces. Gracias Manolo. Lola de la Serna
Para VÉRTIGOS: Muchas gracias querida Lola de la Serna por tu comentario.Coincidimos en que Ángel es un admirable poeta pero,además, Angel y Emilia formaban una pareja admirable también: La poesía, dicen algunos, sirve también para hacernos mejores personas. Sin duda, además de un gran poeta, Ängel García López lo es. Un abrazo Lola. Ahora ando enredado con lo tuyo.
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