lunes, 26 de enero de 2015

Ángel García López: "Trasmundo" y "Emilia es la canción" (Memoria poética)

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Memoria poética:
Ángel García López: Trasmundo y Emilia es la canción
Retrato de Ángel García López por Antonio López Alarc

En la Navidad del 2014 recibí una carta de Ángel García López que al tiempo que me emocionó, hizo  que recordara tiempos pasados. Al abrir la carta me encontré con una fotografía  de Emilia en plena juventud y ni una sola letra escrita al dorso de la foto. Se me saltaron las lágrimas. Ángel acababa de perder a Emilia y pensé, no tiene palabras para expresar el inmenso dolor que le ha producido su muerte. 
Hablando con Mari Luz, la mujer de Antonio Hernández, supe de su fallecimiento el viernes 12 de diciembre. Antonio – me dijo – está hablando por el otro teléfono con Ángel. Era el lunes 15 de diciembre, apenas habían transcurrido tres días. Imaginé al hombre, al poeta que tituló Emilia es la canción su primer poemario, tremendamente abatido y nada más acabar aquella conversación telefónica con Mari Luz, decidí llamar a Ángel para expresarle mi pésame. Marqué su número y saltó el contestador. Le dejé un mensaje de condolencia y unas palabras de ánimo. A los pocos días  recibí la carta con la fotografía de Emilia. Y no pude por menos que recordar este primer libro suyo y este soneto que Ángel tituló “Las ciudades”


En Burgos, con mi amor, en Alicante. / En Santander estuve, y todavía /
conmigo Emilia va. La geografía / canta bajo los pies del caminante.///

Emilia es la canción, sopla el levante / las torres de mi Cádiz, la bahía./ Reseca el sol la piel de Andalucía./ Conmigo Emilia va, sueño adelante.///

Conmigo los recuerdos: cordilleras /  que el tren atravesaba hacia Sevilla,/
hacia Córdoba herida en soledades.///

Sobre Madrid, perdidas mis fronteras, / por mi memoria voy desde Castilla/
cruzando con Emilia las ciudades.


Desde que publicara este primer libro, Emilia es la canción, en 1963, Ángel García López no ha parado de publicar libros con diferentes temáticas y tonos, dando muestra de una gran versatilidad como poeta proteico que es, un poeta que domina las formas, un manierista en su proceso evolutivo de éstas y con gran preocupación por el lenguaje.  Ese primer libro suyo, dedicado a Emilia, le hizo  entrar de lleno en la poesía amorosa, poesía a la que luego  ha regresado en otras ocasiones.

Emilia, siempre Emilia, los dos como una piña. El uno para el otro siempre juntos. Escribiendo todo esto me viene a la memoria el nombre con que me bautizó Emilia hace, ya muchos años, un domingo de vino y homenaje, un vaso noble en las bodegas A-7 de Valdepeñas, una lectura poética en El Empotro de estas bodegas con el dibujo del poeta y un poema en una de las enormes tinajas, allí quedó para siempre Ángel García López, como vaso noble de la poesía, junto a poetas como José Hierro o Claudio Rodríguez, por ejemplo. Aquel domingo Emilia decidió llamarme “Salvador” en lugar de Manuel porque durante la comida, al intentar deglutir un trozo de carne se atragantó y de tal manera que por poco se ahoga. A mí no se me ocurrió nada más que darle un fuerte golpe en la espalda (no supe nunca como lo hice. Tanto me asusté que lo hice sin más) y al golpearle, por fortuna, salió disparado aquel pedazo de carne que le impedía respirar. Y mientras el color regresaba a su cara (y creo que a la mía también) respiramos aliviados. Desde entonces era yo  “Salvador”  y así me lo recordaba siempre que nos veíamos. 


Ángel que también sabe de incertidumbres, de miedos, de temores súbitos, supongo que sonreirá si alguna vez llegara a leer estas líneas y recordará que también él tuvo un tiempo de temor y de angustia, un terrible tiempo que le hizo escribir uno de sus libros más intensos y más emocionantes: Trasmundo.
Conocí este libro cuando un buen día, a primeros de diciembre de hace ya 24 años, apareció este poeta de Rota (Cádiz) afable y generoso como siempre y me trajo su obra completa, editada en dos tomos por Torre Manrique Publicaciones, Madrid 1988, me los trajo con una hermosa dedicatoria: "A Manuel López Azorín con un fuerte abrazo de su amigo". Después su firma y el lugar en el que nos encontrábamos: San Sebastián de los Reyes 6-XII-1991 (Día de la Constitución)

 

Aquello fue un hermoso regalo que agradecí enormemente. Yo ya conocía y había leído algunos libros de Ángel: Emilia es la canción, Volver a Uleila, Elegía en Astaroth,…(Unos días más tarde de recibir aquel regalo de Ángel García López  quise corresponderle y, agradecido, le escribí este poema dividido en dos partes que años más tarde se publicó en 2001, en mi libro Azul de los afectos:

UN BIEN PRECIOSO
                 I
“Tu generosidad para conmigo  /  me hace – de golpe – a versos entregarme. / Mis ojos en tus libros que , al donarme,  /me ofrecen la lectura del amigo.
Y rápido te ojeo y te persigo /  en este día seis para ganarme / primero, tu amistad y luego, darme / a saber de tus versos. Y al abrigo /
de este soneto a impulsos quiero darte/ las gracias por sencillo y generoso,
por acordarse el grande del pequeño.
Quiero por otra parte demostrarte / que yo sé agradecer un bien precioso/
aunque sólo te ofrezca lo que sueño.

               II
  
Y lo que sueño es verso, / que anda mi vida en ellos enredada / y apenas si respiro o siento nada / que no sea poesía.
Mi alma, como eterna penitente, / buscando va la fuente / para saciar y hallar la vía / –extraña romería– /  del río que es un canto, / siempre vivo de risas y de llanto."



Fue en esos dos volúmenes donde descubrí otros libros de este poeta y especialmente su libro Trasmundo que me impresionó tanto que más adelante (entre 1992-93) escribí mis impresiones sobre él y se las envié a Ángel. Lo titulé  Trasmundo y la voz del cisne. Años más tarde un buen día me telefonea Ángel y me pide este texto porque el poeta Domingo Nicolás, director de la revista  Buxiaarte y pensamiento, está preparándole un número monográfico dedicado a su poesía – me dice – y quiere incluir lo que escribí sobre Trasmundo. Habían pasado ya muchos años desde que lo escribí. Se lo envié de nuevo, y unos meses mas tarde, en mayo de 2007 apareció publicado en el nº 15 de Buxia

En Trasmundo (1980), el poeta nos ofrecía el diario devenir  de una muerte que parecía llegar al aparecer una enfermedad que le mantuvo hospitalizado y en vilo, en  este libro se funden la emoción, plena de luz  de la palabra, con la incertidumbre y el temor del hombre que siente  acercarse, de pronto, el final de su vida.
Os dejo aquí el texto completo:

                        TRASMUNDO Y LA VOZ DEL CISNE

El poeta es un hacerse que produce el decir para hacernos partícipes de los significados. Algo parecido apuntó el profesor Jaime Siles para la poesía de Ángel García López y nos habla de un juego de espejos que articula dos ejes: la memoria y el instante que es la historia del vivir.



Dice Siles : “El significado de la obra de Ángel García López se convierte   en  historia del vivir cuando ésta ilumina toda nuestra existencia.”
Cuando esta historia del vivir toca al poeta en su más  cercana  realidad,    cuando hiere al hombre y le presenta la vida de golpe, como algo ya gastado, la   moneda de cambio que es la vida se convierte en una lluvia interior que anega los sentidos y paraliza el alma, un clamor de incertidumbre, de temor y de impotencia.

Entonces es cuando “hay que dejar las cosas como están si  / (se quiere) que la muerte pueda seguir su curso” ... ”son la vuelta de una compra, / no las (vamos) a tocar, / están gastándose”.
Luis Rosales con estos versos que le sirven a García López de introito para su libro Trasmundo, propone la vida como moneda de cambio donde, ésta, va desprendiendo latidos, gastando sueños, deshaciendo tiempo...    Porque todo es un venir para marcharse.
 (Hay que aclarar que Ángel García López escribe Trasmundo mientras espera una operación de pulmón como consecuencia de haberle diagnosticado un tumor. Trasmundo es, por tanto, la experiencia hecha materia poética, de una realidad repleta de desasosiego y de temor.)
 Y así, de repente, cae tristemente, por noviembre, una lluvia que es un llanto-canto de incertidumbre y lágrimas.
 Llueve por fuera y por dentro. Las paredes, los pijamas y los archivadores  -los hospitales saben mucho de todo esto- llevan impreso el nombre. Un nombre que no sabe si mañana, detrás de los quirófanos, será memoria ya, ceniza ya, de aquel que un día quiso, por los años sesenta, renovar el lenguaje con palabras hermosas, bellas, y con las intenciones en la ropa interior de las ideas.



(Es el mismo concepto con otra arquitectura, otra decoración más luminosa que la palabra seca, desnuda, directa, necesaria en la década anterior; pero sin la vestimenta de la sutil palabra, de la fervorosa palabra que crecía en los jardines del lenguaje soñado, deseado por Ángel García López.)
Y este hombre, ahora asustado por noviembre, que esperaba la luz de la mañana como moneda de cambio para seguir comprando, para seguir gastando vida, veía la palabra, el lenguaje, de este modo: nada de lenguaje seco, desnudo, directo (aunque necesario en algunos poetas anteriores). Tampoco nada de lenguaje hermético, cerrado, críptico. Todo, sugerencia, misterio, en la magia de la palabra hermosa para cantar antes de este “Después del mundo”, para contar con la clave más bella, más precisa, diciendo mucho más de lo que dice el verso, vistiéndolo en la página con hábitos estéticos sutiles y perfectos, dándole embriagador aroma y una cromática gama de color. “No la toquéis ya más /  que así es la rosa” “que dijo su paisano, el maestro Juan Ramón Jiménez.
Pero aquí está, viendo caer la lluvia, sintiendo que golpea sus pulmones. “Tiene un mal de penumbra”. Sueña  “Con gesto invulnerable de salud o milagro”. Este noviembre de difuntos “Conciencia (Tiene) ahora de aquello fugitivo que es un cuerpo”.

Este hombre mira la lluvia que cae sobre sus sentidos y piensa:  “¿Quién te avisó, para que tú, sin anunciarte, sin llamar, hayas venido?”
La angustia, el miedo, se apoderan de la lluvia, del cristal interior de los sentidos, de las habitaciones asépticas y solitarias, del silencioso estruendo de pasillos con enfermeras y pacientes que van, vienen, con el sueño del milagro entre los uniformes, en los pijamas, en las esperanzas...  “¿Dónde mi cuerpo, el sano, aquel mío del aire respirando?” ...  “No sé si soy ahora aquel de esta mañana. / Alguien envejecido me ha robado mi imagen. / Tengo como noticias de una vida pasada./ Miro como si hubiera sollozado un paisaje.”


Este hombre escribe, escribe salvándose el instante del vivir, de la existencia...  “en lo que (escribe) este mes de difuntos”  ...   “Consume a la ventana”  (Frente a la lluvia del terror)  “Un aire vivo que / muere con (él).”
Tierra habitada, luz de Andalucía”, por su sangre de Rota, luz universal entre las páginas del tiempo y del lenguaje.
Este hombre piensa: “Nunca podré desconocerme. Mire / hacia el lugar que mire, hay un espejo / que da respuesta; hay algo que repite / agua sin sol, mi cuerpo.”
Ha visto con sus ojos el quirófano. Él, un hombre todavía joven, que aún cree tener vida entre las manos; pero...  “El poeta es una sima de color rojo intenso”  y piensa, ya de anochecida:  “No sé muy bien qué pasará conmigo”  ...   “Me duele lo que duele un alfiler, /  la picadura de un insecto”.  Y, frágil, frente al cristal de la lluvia que moja la ventana y los sentidos, contempla la vida como  “Un libro sin música”.   “Esto es la vida, me explicaron –Toma-  / y dejaron colgando en mi camisa / la muerte. Y me olvidaron. Y la brisa / puso a volar, temblando, una paloma.”

Roído por el mal”  todas sus sensaciones son un cráter que lanza incertidumbre, lava ardiente, bocanadas de temor inexplicable y se defiende como puede, soñando: “Vivir, ver el regalo / de los amaneceres”.
Contempla la ventana, contempla la lluvia  dentro y fuera y... sueña la luz: “Bello y feliz, Madrid tiene esta tarde / la piel de una naranja sobre el cielo”



Y se olvida de sí, se escapa de su mal, se prohíbe mirarse, desde ahora, con lluvia por el alma: “Tú que tienes el tiempo sobre la mano y lloras / y piensas de mi vida que un astro es apagado, / me ofreces una carne de sueños y de esporas / y una larga abundancia desde el lecho habitado”.
Pero el tiempo, con su inexorable madeja le dice que: “Hoy es domingo y nada” (Excepto que es noviembre, doce, tarde y temor)  “lo distingue enfermo del resto / de los días”.  Salvo   “Que te haces tiempo / sobre la cama. Y eres / los ojos del enfermo”.  (¡Emilia, canción mía!)
Hasta ayer era el tiempo, incluidos domingos, una hermosa poética que entonaba su vida y afianzaba su mano sobre el blanco papel donde decía: “Anteceder el Cómo al Qué. Ser diferente, / a pesar de que tú, poeta cualquiera, escribes / el mismo poema que los otros, mas / haz tu verso tuyo”
Así lo hizo él, hizo su verso suyo, su memoria, su historia del vivir, paso a paso de golpe, de caricia y de palabras, hasta el llanto clamoroso de esta lluvia de noviembre y miedo.
Hoy la lluvia desdibuja la memoria del poeta que dice: “No soy quien fui, no el mismo” Él buscaba “en la belleza; pero salvando a todo trance la ética del riesgo”. ¿Quién le salva a él ahora? La historia de su vida, su memoria, se diluye en la lluvia esta tarde de noviembre,
Las luces, que declinan, dejan paso a la noche misteriosa mientras la lluvia repite sus palabras como un eco: “No soy quien fui, no el mismo”.
Siempre quiso alejarse de todo lo excesivo: “del gratuito gorjeo esteticista, del cebo de la cáscara”.

Su memoria y su tiempo dieron forma “ a lo hermoso evidente” ... “(Su) verso es (su) ventana”. No esa que mira ahora mientras la lluvia golpea, sino aquella de luz, de sol, de vida, de creación y vida.

Ahora, se dice mientras todo y nada se sucede: “Sé que en cualquier momento, la suma de estas letras / en las que voy dejando mi residuo diario / cesarán de escribirse.” El sabe que se ha de escribir “con el deseo de ser leído por los demás;  pero no (esforzándose) jamás por conseguirlo.”
Sabe que hay que  mostrar los caminos y dejar que los otros elijan su propia libertad. Y sabe, ahora, que todo es ida y vuelta, todo es ciclo que se inicia, que termina y nuevamente se inicia. Lo sabe, y sueña, y se repite: “Estás aquí. Respiras. Ya eres vuelto / al aire, y a la vida. Estás contigo. / Vuelves de ti, de tu cuerpo amigo. / Vuelves purificado, absuelto.”
Y entonces, Emilia es más canción que nunca, más memoria escrita y sentida y vivida que nunca: “Hoy te recuerdo al sol del mediodía”  ...  “Porque besarte entonces, no es besarte./ Es dejar en los labios la proclama / donde la sangre asusta de tan loca”. Y la besa, y todo se vuelve A flor de piel: “la selva de otro tiempo”, “los peces en la niebla”... y todo es como un rumor, un viento del sur que le cegara; pero “el mar es ya (su) forma” y recuerda en el aire unas rosas rojas para un nacimiento.

Cuánto tiempo ha pasado. Qué hermosa la memoria que regresa la historia del vivir. Regresa y su recuerdo vuelve a Uleila de nuevo: “Llueve” ... “ la azul cristalería / del agua se estremece en el tejado”  ...  “Y después fue el olvido” ... “a decirme que el sueño estaba muerto” ... “Mano del bien, esposa, /  consuelo de afligidos,/ agua en el vaso, rostro / familiar de la noche”.
Y la memoria, el tiempo, le llevan a Astarah: “Lo que el recuerdo tiene de bien, de sobrio, fruta / feliz, sol transparente,/ en ti –mar de otro tiempo, vasija pura, faro / de juventud- está”  Y trae la memoria la historia del vivir, tiempo del tiempo.
Ahora, escribe así: “Mírate como el aire a la paloma / que toca el vuelo apenas con sus ojos / y goza en esas alas del caliente / cuerpo que ama” y nos hace un retrato hermoso, respirable, para ésos, sus pulmones sedientos de aire: “Somos” ... “una flauta que anunciara  / el verano”. Aunque ahora se encuentra en un otoño deshojado, un otoño de lluvia  por noviembre y el alma. 
Y en un Auto de fe se reconforta “Bajo el sol. Cuando el cuerpo reposaba / en el aire” a pesar del temor y de la lluvia.: “¿Quién más feliz? Perduro en estos versos./ Que me acogen, benévolos, tus ojos / con su mano entrañable”
Y tras este tiempo de temor y de lluvia: “Unos días que fueron fin del mundo”... apareció “La verde libertad”. Y la noche con su lluvia de muerte,  dejó paso a unos besos salvadores: “Besas mi piel como indultando flores”.
¡Ay Mester Andalusí! Que acrecentaste el curso de su río de páginas, de palabras, de sueños, de reconocimientos:  “Mientras cruzan, sin tregua, desde el monte a los / valles los trenes milenarios de amenaza y tristeza”.  ...  “Cómo apartar de mí mi propia historia / ¿Es esto, escrito, mi biografía?”.



Este poeta, hombre del sur, hombre del mundo, reclama para sí lo que le pertenece. Regresa de la muerte y siente suyo todo aquello que tuvo, que viene con la vida: Emilia, tierra, amigos, hijos, los nietos...  Su manera de ser y de sentir, su memoria. Memoria que va y viene del ayer al ahora, componiendo momentos transparentes, sin tiempo: “Me ha llegado la mosca visitante, / Angel Manuel, que hurga en su tarea / mira el zumbido gris. Y su azotea / renuncia del oficio de estudiante.” Y es el instante del hijo atrapado en el tiempo ya sin tiempo.


“Era una vez un oso... Arantxa empieza / a no  comer. Se acerca la cuchara / hasta la boca, y moja de su cara / tan sólo el labio. Y, al final, bosteza” . Y es el instante de la hija atrapado en Los ojos en las ramas del tiempo sucedido, el tiempo ya sin tiempo del instante, de la vida.
“Yo, aquel poeta, reclamo sólo el sitio / en la memoria / de Emilia. Me prohíbo los honores, / el ser palabra póstuma rehúso.”

Amorosa  intención de ser eternidad tan solo en el amor del pensamiento amado, pero sucedió que: “Sólo la piedra en su temblor (cobijó) la voz del cisne     y   su/ inocencia  (lloró).”
Lloró de alegría porque la vida, la memoria, la historia del vivir...  prosiguió su andadura. Noviembre se quedó con su lluvia y su temor, fue un dolor sucedido que anunciaba presagio  de muerte: pero el poeta es cisne, ave que canta y llora, ave que vive y muere y se renace en aquello que canta.
Renació como Fénix, no ya de la ceniza sino por obra y gracia de Jacinto Candelas, de Vicente Velasco y de Martín Rodríguez, médicos por quienes vio en oscuro la senda iluminada de un nuevo amanecer.
Y Angel García López, este poeta que buscó en la estética del lenguaje su modo de vivir en el tiempo, de sentir el instante de la historia del vivir, este hombre que se pensó fuera del mundo por noviembre de 1978, continúa iluminando la memoria, la existencia, la página... como un cisne que canta y vive renacido.


Estas páginas (inéditas hasta la fecha; pero escritas  en 1992- 1993, tras un hermoso regalo de Angel García López: su obra completa –entonces- compuesta por dos tomos que recogen catorce de sus libros) ahora después de tantos años o mejor dicho, después de aquel Trasmundo de noviembre y lluvia, habría que ampliarlas con  mas referencias a nuevos libros, más vida, más tiempo, más obra, más memoria y, ya lo dijo Jaime Siles: El significado de la obra de Angel García López se produce cuando la memoria del ver se convierte en historia; pero dejemos que, en este monográfico que le dedica la revista BUXÍA, sean otros los que hablen de este poeta (de raíz almeriense por parte materna que siempre vuelve Uleila que es como volver, poéticamente, a la raíz) y hablen de esta otra etapa del cisne y del tiempo sucedido desde  aquel noviembre de Trasmundo , porque (Trasmundo o después de la vida) dejó paso, felizmente, a un nuevo tiempo de creación  poética y el canto, de este cisne renacido, continúa.
                                                Manuel López Azorín (1992-93)


Todos estos recuerdos se agolparon en mi memoria al recibir la carta de Ángel García López con la fotografía de Emilia en plena juventud para quien  Ángel escribió estos versos que iniciaban su Emilia es la canción: Lazarillo del ciego aquí me tienes, / surtidor del amor a pleno caño. / Aquí me tienes, novio y oro en paño, / cavilador del sueño de mis sienes. El poeta le cantó al amor después muchas veces y de diferentes formas; pero seguramente nunca como lo hizo entonces porque la hermosa juventud de Emilia le hizo decir:

Los diecinueve años de tu historia / han venido a quedarse en mis balcones / atándome al amor codo con codo. Y es que 
Ángel se enamoró perdidamente de aquella jovencita  de la que no sabía su nombre: Por eso, por tu nombre; porque estaba / sin decir, sin hacer, como un anillo / que no encontraba el cauce de su dedo,  ///  yo te llamaba Espera; te llamaba / Hermosa, Emilia, Amor; lo más sencillo, / lo más desenredado del enredo.

Entre los autores del medio siglo (Gil de Biedma, Francisco Brines, Claudio Rodríguez), y la llegada de la llamada generación del 68 o los novísimos, surgieron unos poetas que, en mi opinión, fueron injustamente olvidados entonces ya que la atención se centraba por un lado en los poetas de los 50 y por otro en los del 68 o aquella de los novísimos. Situados entre estos grupos o corrientes, generaciones, o promociones poéticas, como quiera llamárseles, andaban publicando, entre otros, Manuel Ríos Ruiz, Jesús Hilario Tundidor, Antonio Hernández, Diego Jesús Jiménez (poeta que luego sería encuadrado entre los del 68), Joaquín Benito de Lucas y Ángel García López.

Estos poetas pertenecían a  la promoción poética del 60 y, como tal, apostaron por la relevancia de la palabra o dicho de otro modo por una estética del lenguaje en la composición del poema acompañado de dimensión ética. Forma y fondo, estética y ética.  En esta, también llamada generación puente, se confundían  rasgos de unos y de otros, y compartían zonas comunes, imaginación y esteticismo de preocupación lingüística. Todos ellos a lo largo del tiempo, unos antes otros después, fueron saliendo de ese olvido, de ese espacio en el que no se les tuvo en cuenta, y lograron situarse en el lugar que les correspondía, demostrando con su valía, su buen hacer, que andaban ahí por méritos propios y que aquel grupo-puente no era tal, aquella promoción del 60  era parte del camino de la historia de nuestra poesía
Uno de estos poetas es Ángel García López (Rota, Cádiz, 1935) Licenciado en Filosofía y Letras y profesor de lengua y literatura, que ejerció también como Técnico Superior de Servicios Bibliográficos en la ONCE. Poeta que, como dijo el profesor, crítico y poeta Ángel L. Prieto de Paula, también estaba conectado  por voluntad estética a diversas corrientes de preguerra y primera posguerra.


En su poesía, Ángel  García López  nos muestra el sentimiento amoroso, la experiencia vital, el paso del tiempo, el recuerdo de la infancia, nos habla la condición humana, de la deuda con la tradición literaria, de la memoria colectiva. Un poeta plural con una obra extensa e intensa, una  producción de variada temática y muy rica en la creación lingüística. De él dijo Pepe Hierro que poseía el don de la expresión poética. En la poesía de Ángel García López  se puede observar el domino de la métrica tradicional tanto como el de la renovación del lenguaje.

De Ángel García López se ha dicho que es un verdadero maestro del ritmo, de la cadencia.  Su poesía conecta con la del Renacimiento y el Barroco, al tiempo que  con la poesía modernista, y que es, la suya, una poesía tremendamente personal. El profesor y poeta Jaime Siles dijo de él que es uno de nuestros clásicos contemporáneos.

Muchos años ya que Ángel Garía López y yo nos conocemos. Durante unos cuantos años hemos fallado un premio de poesía juntos, en ocasiones hemos intervenido en actos poéticos... muchas conversaciones, muchos encuentros, siempre amables y siempre fructíferos porque junto a él y con él siempre surge, aun sin propósito, el aprendizaje.


Ángel L. Prieto de Paula, cuando la Diputación de Cádiz, la publicó su obra completa, con el título genérico de El río de mis ojos, en tres volúmenes (2009), valoró como de exuberancia retórica, sustancial.  


Un poeta que nos muestra en el compendio de toda su obra la riqueza y el atractivo de una lírica personalísima y de temática variada, desde la trascendencia, vida, tiempo, muerte, a la deformación, la caricatura o la ironía, aderezadas siempre por el amor y la ternura.  Una obra poética, en fin, admirable cuanto más se profundiza en ella.
El poeta Rafael Guillén ha escrito sobre la obra de Ángel García López lo siguiente: “Nadie puede ya hablar de maestría en la rima y la medida, sin conocer sus sonetos y alejandrinos. Ni de prosa poética, sin leer Memoria amarga de mí. Ni de largas y libres emociones en largos y libres versos, sin dejarse llevar por Medio siglo, cien años. Ni de desgarrada angustia, ni de muerte, sin adentrarse en Trasmundo. Ni de abrir nuevos cauces al lenguaje, sin estudiar Mester andalusí. Ni de regusto clásico, sin gozar del Cancionero de Alhabia

Ángel García López tiene en su haber, entre otros muchos,  El Premio Adonais (1969)  por el poemario A flor de piel (1970), un libro en el que jugó con la evocación y empleo una gran riqueza verbal en largos poemas.  El Premio Nacional de Literatura-poesía  por su libro Elegía en Astaroth (1973) libro del que nos dice. Prieto de Paula que tras replegarse en el cauce del soneto en el poemario Volver a Uleila (1971) regresó a las tiradas largas y domeñadoras en el libro que le valiera el Premio Nacional,  y con el poemario  Mester Andalusí  recibió el Premio de la Crítica en 1978. 


E Jurado del Premio de poesía José Hierro en 1991
de izquierda a derecha Joaquín, Claudio, Ángel, Eladio, Félix y Pablo.
En noviembre nos habíamos visto con motivo del fallo del Premio nacional de poesía  José Hierro  (instaurado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes en la Universidad Popular),  en el que permanece como miembro del jurado desde que se falló el primero en 1990.
Entre otras cosas hablamos de Rota y de Emilia. Quién iba a suponer que un mes más tarde  nos dejaría para siempre. Ella era para Ángel sus manos y sus pies, su amor, su gran amor:   
                  
Amor, contigo sólo y con la ola / en risa nueva y prisa apresurada. / Que tu boca me aloca, desbocada, / con bocados de mar y caracola




Ángel tendrá que reponerse, será difícil; pero lo hará, Emilia fue, es y será siempre la canción y en ella, en su recuerdo y en los primeros versos que el poeta escribió por ella y para ella, encontrará el consuelo, el modo de llevarla junto a él a todas partes: Emilia es la canción. Sopla el levante / las torres de mi Cádiz, la bahía. / Reseca el sol la piel de Andalucía. / Conmigo Emilia va, sueño adelante.

                                                               Manuel López Azorín




























4 comentarios:

fcaro dijo...

Amigo Manolo, esta es una entrada bella, emocionante, necesaria. Lo que dices de Ángel dice mucho de ti. Un abrazo

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Querido amigo Caro: muchas gracias por tu comentario. Espero que digan, para quienes lo lean, mucho más de Ángel que de mi aunque también es cierto, y tu lo sabes bien, que en todo aquello que escribimos, generalmente, suele haber parte de uno mismo. Es inevitable.
Un gran abrazo

vertigos dijo...

Esplendido trabajo sobre la obra de Ángel García López.Tu gran sensibilidad te lleva, como es de costumbre, a penetrar no sólo en la palabra sino en el alma del creador de ella. Ángel García López, grande
entre los grandes, admirable siempre en toda su obra, cuya valía queda perfectamente resaltada en en el trabajo que generosamente nos ofreces. Gracias Manolo. Lola de la Serna

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...


Para VÉRTIGOS: Muchas gracias querida Lola de la Serna por tu comentario.Coincidimos en que Ángel es un admirable poeta pero,además, Angel y Emilia formaban una pareja admirable también: La poesía, dicen algunos, sirve también para hacernos mejores personas. Sin duda, además de un gran poeta, Ängel García López lo es. Un abrazo Lola. Ahora ando enredado con lo tuyo.