Memoria
poética III
Joaquín
Benito de Lucas: La historia de sus años
III.- Revivir,
rehace, recrear
En sus libros, Joaquín Benito de Lucas, trata de reflejar no sólo su biografía
interior sino, también, la exterior. Es un poeta -como me dijo una vez, hablando
de él, en el Café Gijón Rafael Morales- de vocación intimista que hace de la
naturalidad, que no del facilismo, una virtud. Así lo señalaba también Luis
Jiménez Martos en el prólogo de su reeditada Antología de poetas vivos Por otra parte Pepe Hierro, siempre intuitivo en sus análisis, supo ver
cómo el axis central de la poesía de Joaquín Benito de Lucas era la pureza, la decantación y eliminación de
lo superfluo y entonces fue cuando escribió, tomando unas palabras de un poema
de Joaquín que éste quiere hacer de la poesía La
historia de sus años
Poetizar es para Joaquín "Revivir, rehacer, recrear, recuperar,
devolver al presente lo vivido, lo soñado, lo imaginado" Es decir que utiliza la poesía para salvar del
olvido pedazos de su vida. El intimismo de Joaquín se va forjando con la lírica de Bécquer, la esencialidad de Juan Ramón y la claridad de Machado, algunos de aquellos poetas que leía e
"imitaba" en sus primeros pasos poéticos.
Como ejemplos hay libros suyos como Dolor a solas que es el sufrimiento mostrado a través de la palabra. Un íntimo sufrimiento escrito, simbolizado, con lágrimas de memoria.
O el libro Invitación al viaje que nos conduce, especialmente, por el río de la misericordia por el que "es sangre viva, historia viva, vida / que templa el corazón con su corriente."(El recuerdo del río en su obra es casi una constante.
Temáticas suyas son, igualmente, el amor, que trata de manera especial en los libros Antinomia, libro en el que basándose en personajes literarios aprovecha su propia experiencia para contar y cantar al amor, como también canta al amor y a la vida en Campo de espumas (1983) e igualmente aunque de otro modo, en el poemario Noces D’argent que siendo para el autor un divertimento a modo de poesía de juego con toques futuristas o cercana al ultraísmo y en el que representa los poemas formando dibujos aproximándonos a la figura o el motivo del que nos habla en el poema.
Como ejemplos hay libros suyos como Dolor a solas que es el sufrimiento mostrado a través de la palabra. Un íntimo sufrimiento escrito, simbolizado, con lágrimas de memoria.
O el libro Invitación al viaje que nos conduce, especialmente, por el río de la misericordia por el que "es sangre viva, historia viva, vida / que templa el corazón con su corriente."(El recuerdo del río en su obra es casi una constante.
El Río, no sólo el Tajo de
Talavera, que sí, sino el río abstracto, como diría Rafael
Morales, el río
ideal, el río como imagen. O como en Álbum de Familia donde nos muestra una voz llena de emoción, de
ternura y de dolor (El tono elegíaco es frecuente en su poesía) y lo hace a
través de la mirada del niño que fue y que canta y contempla lo perdido desde
la madurez. Hay que decir que la infancia desde Materia de olvido,
es uno de los temas recurrentes en la poesía de Joaquín.
Temáticas suyas son, igualmente, el amor, que trata de manera especial en los libros Antinomia, libro en el que basándose en personajes literarios aprovecha su propia experiencia para contar y cantar al amor, como también canta al amor y a la vida en Campo de espumas (1983) e igualmente aunque de otro modo, en el poemario Noces D’argent que siendo para el autor un divertimento a modo de poesía de juego con toques futuristas o cercana al ultraísmo y en el que representa los poemas formando dibujos aproximándonos a la figura o el motivo del que nos habla en el poema.
Es
otro modo de abordar la poesía no ya
dentro de la norma que suele emplear con mucho acierto principalmente en
eso que se da en llamar verso blanco o de un verso rítmico pero más libre, Noces
D’argent, escrito por el poeta para celebrar su vigésimo quinto aniversario de boda, aun siendo
todo esto, es un libro que comienza de manera elegíaca diciéndonos: “Veinticinco
años después / todo es igual, pero al revés:/ igual la noche, / igual el día, /
igual Damasco, / su lejanía,/ igual Berlín, / igual San Juan / de Luz, igual; /
igual tú y yo, / igual los dos. / Sólo es distinto / nuestro dolor.”
Joaquín Benito de Lucas emplea la memoria para contarnos y cantarnos
con aparente sencillez la historia de sus años. En definitiva la poesía de este talaverano siempre ha tratado de cantarnos su "historia
de hombre que si bien ha mirado siempre como un proceso constante de esfuerzo y
superación, no ha dejado de verla en más de una ocasión como el fracaso de toda
una existencia" Una dura existencia que ha cantado a la infancia de agua, transparente,
limpia, pura, en tiempos de impureza. Ha cantado a su ciudad, sin nombre, para
evocarla y evocar así a todas las ciudades. Ha cantado a su río como símbolo de
todos los ríos y ha cantado al amor, se ha permitido algún divertimento y ha
llorado elegías.
Como en La
escritura indeleble cuando se despide de su amigo Claudio Rodríguez: “Eran las cinco de la madrugada /
y yo estaba dormido. Un aire niño/ humedece mis ojos. ¿Quién pregunta/ por mí?
Y era tu voz. Yo no quería/ despertar. Mas mis ojos se llenaron/ de tu música
¿Quién me está llamando?/ Y era tu voz, tu voz que me decía,/ muy despacio, al
oído:/ adiós
y buena suerte. Buena suerte."
La voz de Joaquín Benito de Lucas, una voz que siempre fue con él y libro tras libro nos la ha ido mostrando; pero que, en mi opinión, se acentúa más a partir de Álbum de familia, y así lo he comentado con Joaquín en algunas ocasiones. Es el encuentro definitivo con "su voz", una voz que, sin saberlo entonces, comenzó con aquella triste guerra y su despojamiento y luego la posguerra y la dureza y la enfermedad que padeció entre 1946 y 1948 y que le tuvo postrado y en reposo. Así nos cuenta en La mirada inocente cuando el médico le explora en el poema “El soplo suave” (sesión de neumotórax): “Me hacía levantar / muy cariñosamente el brazo / derecho, así el costado/ del mismo lado se quedaba libre / como un campo de tiro. Con las yemas / de los dedos, primero, después clavando suave / las uñas entre una / y otra costilla iba adivinando / el espacio vacío / por donde introducir el soplo suave / de un aire que venía / de remover los álamos de la orilla del río.”
La voz de Joaquín Benito de Lucas, una voz que siempre fue con él y libro tras libro nos la ha ido mostrando; pero que, en mi opinión, se acentúa más a partir de Álbum de familia, y así lo he comentado con Joaquín en algunas ocasiones. Es el encuentro definitivo con "su voz", una voz que, sin saberlo entonces, comenzó con aquella triste guerra y su despojamiento y luego la posguerra y la dureza y la enfermedad que padeció entre 1946 y 1948 y que le tuvo postrado y en reposo. Así nos cuenta en La mirada inocente cuando el médico le explora en el poema “El soplo suave” (sesión de neumotórax): “Me hacía levantar / muy cariñosamente el brazo / derecho, así el costado/ del mismo lado se quedaba libre / como un campo de tiro. Con las yemas / de los dedos, primero, después clavando suave / las uñas entre una / y otra costilla iba adivinando / el espacio vacío / por donde introducir el soplo suave / de un aire que venía / de remover los álamos de la orilla del río.”
Y después la lucha
constante para sobrevivir, para seguir adelante sin obstruccionistas ya fuera en
Tornavacas, ya en Damasco, especialmente en Berlín o en cualquier lugar. Una
lucha para ser y encontrarse ahora, tras esta historia de sus años,
contemplando su vida y su obra y diciéndonos: “Esta es mi voz...(...) Su escritura indeleble/ queda en la arena como testimonio.”
En enero de
2008 el poeta fue galardonado con el premio de las artes y las letras “Fernando de Rojas” que concede la Asociación de Periodistas
de Talavera, un colectivo con el que el autor ha colaborado de manera estrecha
durante años y con el que mantiene una gran relación.
En este año
de 2008 Joaquín y yo tuvimos un pequeño desencuentro que de no ser por mi
afecto por su persona y mi admiración por su poesía pudiera haber quebrado
nuestra amistad; pero no fue así. De Joaquín
yo siempre recuerdo lo bueno y recuerdo especialmente unas palabras suyas que
dicen: Para Manolo, sin más deseo que
nuestra amistad, ya larga, se prolongue siempre.
Nuestra amistad,
larga, viene de años y de conocernos bien aunque en aquella ocasión su
conocimiento y el mío sobre una
determinada cuestión de cenizas y espumas no coincidió en absoluto, nada de
aquello impidió que ésta se rompiese.
Pienso que Joaquín además de un muy buen poeta, es una buena persona con inocencia y con sueños y eso es más que suficiente para que la amistad, que se inició hace ya tantos años, continúe: Tiempo hay para vivir / dejad que el sueño / avance verdadero por la vida.
Pienso que Joaquín además de un muy buen poeta, es una buena persona con inocencia y con sueños y eso es más que suficiente para que la amistad, que se inició hace ya tantos años, continúe: Tiempo hay para vivir / dejad que el sueño / avance verdadero por la vida.
O como yo
escribí hace tiempo ya: “bajo la misma luz, sobre la misma tierra…/ y por el
mismo cielo.
El cielo del
que nadie es ajeno al amigo, / ni a la palabra verso, / ni al calor del color ,
ni de la música.
(…)
Bajo la capa
azul del os afectos.”
Manuel López Azorín (Si te apetece, puedes seguir leyendo la IV y última parte de esta Memoria poética en la siguiente entrada)
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