martes, 19 de diciembre de 2017

Rafael Escobar Sánchez: "Sino a quien conmigo va"







Rafael Escobar Sánchez: Sino a quien conmigo va





La poesía de Rafael Escobar Sánchez, ya cinco poemarios aunque son cuatro libros, podéis conocerla a través de: Todo el mundo debería ser apedreado (2010), su primer libro, que obtuvo en 2009 el XXV Premio de Poesía Joaquín Benito de Lucas,

 
Igualmente en Repartir los huesos y Caridad y claridad, en 2012, publicados los dos poemarios en un solo volumen que confieso no haber leído.
Dos años más tarde nos llegó con un nuevo libro titulado:


Cerca de la herida (2014), prologado por Miguel Ángel Rubio, un albaceteño de Lezuza, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia que aúna en su trayectoria la investigación académica y la labor creativa: ensayo, novela y poesía.


Este año de 2017 nos acerca Rafael Escobar Sánchez un sugerente y sugestivo título tomado del romance anónimo del Conde Arnaldos, Sino a quien conmigo va con prólogo de Juan Senís ( Doctor en Filología Hispánica y Licenciado en Historia del Arte.)
 

Estos dos últimos libros publicados en la editorial Tigres de papel.

 
Cerca de la herida, nos mostraba a un poeta  íntimo y riguroso, rebelde e inquisitivo a la búsqueda de respuestas y lo hacía con ímpetu  y fragilidad, moviéndose en el alambre de la provocación, como lo hizo en su primer libro, con la palabra, la forma, el ritmo  y la emoción, introduciendo el dedo en la llaga del amor,  del desamor y de la incertidumbre  frente al deseo de tratar de encontrarse y encontrarnos al tiempo que se busca y nos busca en el amor del misterio de la poesía y de su luz.

“No he conocido el gran amor,/ no se trata del arrebato de la ilusión platónica / aquel candor que en los años de la juventud /quisiera ensanchar los dones de la inocencia /hasta el mismo límite consumado del cielo,”
(…)
“la verdad de una aventura que sobrecoja a la memoria
 y permita escribir sobre tu tumba: "acogió el amor,
 y vivió para serle digno".

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Cuando me acerqué a la poesía de Rafael Escobar Sánchez, fue en su primer libro, Todo el mundo debería ser apedreado, la leí con interés y me sentí conmovido con aquellos primeros poemas suyos, con su autenticidad como poeta-persona, con su sinceridad, su honestidad en una poesía de intimismo "pessoiano", es decir de un fingimiento que trata de ocultar lo verdadero, poemas que mostraban la suma de su experiencia vital con la provocación inquisitoria  del intimista frágil y con sentimiento de perdedor que se rebela y –como él ha dicho hace poco –  “Beber para que la ternura no se me haga costra, para que todo el amor del que soy capaz no sea una gangrena”, ya que el piensa, porque así lo ha dicho, que aquellos primeros poemas no eran más que “un devaneo de juventud”

Yo vi en aquel primer libro la utilización de elementos mínimos, básicos, para contar historias, como los minimalistas, cotidianas en cuanto a hablarnos de lo esencial, lo básico, no en el lenguaje, cotidianas  sí, pero que trasmiten emociones intensas en un tono  que es coloquial al tiempo que barroco y desde luego ningún devaneo  de juventud sino la poesía de un joven muy maduro que ha sabido beber en las fuentes, en las aguas que nos han precedido. Los poetas-poetas, fingidores como Pessoa, siempre sacian su sed de poesía en las fuentes que nos han precedido y siempre se nos muestran con la duda en la palabra.
Es decir: en la poesía de Rafael Escobar Sánchez encontramos, en mi opinión,  el canto del escéptico, del perdedor, del dubitativo. El canto de un poeta que se asemeja a un Woody Allen conquense paseando por la Ciudad Encantada a la búsqueda de respuestas y encontrándose de pronto consigo mismo transmutado en un Hamlet Shakespeariano repitiendo aquello de “To be or not to be” Esa es la cuestión.



En Sino a quien conmigo va el poeta nos ofrece la herida que se oculta pero sigue sangrando, nos muestra la sospecha de la realidad, una realidad neorromántica que preserva el intimismo  o lo muestra fingido: “Impúdica osadía el querer amar,/ el trazar un camino de redención / al son mísero de la propia carencia” 


Y el sujeto poético,es decir el autor, que tantas aguas ha bebido,  nos habla de la necesidad de la poesía, de escribirla, no ya por don, (ay Claudio), ni música extremada (ay fray Luis) tentando la pureza de los signos, con la humildad de aquel que duda siempre y nos dice: “no me alumbra ninguna claridad / ni viene del cielo” y todo ello parte de la cita del poema "El don", cita de otro poeta, Alejandro Céspedes, tan magnífico como él, que, al igual que Rafael Escobar, no cree en los dones sino en el trabajo, la suerte o la desgracia y así nos dice: “No hay ningún don,/ llegamos al oficio de nadie de la poesía / por la gracia cruenta de los golpes,” 
el gran
Y esa mística laica que no piensa en el don ni en la claridad del cielo no sé si sabe que el gran misterio de la poesía lleva dentro de si esta pregunta que se hizo el poeta del don : ¿Era sabiduría mi ignorancia? o al menos el grandísimo Claudio se la hacía con mucha frecuencia.

Juan Senís nos dice en el prólogo de Sino a quien conmigo va: “Al final la crítica literaria – y un prólogo como este no es más que un ejercicio de crítica literaria – no es sino un pobre sustitutivo, una forma de modelar con palabras la iluminación que nos ha producido un producto verbal como es”… este libro de poemas  que no busca nada más que cantar su canción a quien vaya con él porque sabe que en lo que busca no hay clases y
“que no concierne al hombre otra manera de aristocracia / sino
la de (amar y) ser amado de forma incondicional”
 

 El don de la sabiduría tal vez se encuentra en esa humildad que hace pensar en la ignorancia para no ser tentado por la vanidad, aun sin saberlo, y que se escriban versos como estos: “Firme repudio a la soberbia y el poder, / que no se alce de mi vida una jerarquía / más alta que la indigencia del polvo;” (…) “y quepa la cosecha impura de mi ambición / en el epitafio de tres palabras vacías: / No, nadie, nunca.” 
Palabras que pudiera ser que que algún día se trastoquen en: Sí, alguien, siempre. 

Escribir para entender.(Como nos dijo un día el también poeta manchego Francisco Caro sobre Rafael Escobar Sánchez) "Para entenderse. Leer como pasión. Mirar la vida leopardianamente: desde fuera de ella sabiéndose protagonista. Escribirla, denunciarla, diciendo: raíces, grito, dignidad, emoción, dolor, edén y ruina. O fardo y cicatriz."

Un libro en fin, que desvela y alumbra, de un poeta que como Pessoa dijo: “...es un fingidor./ Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor/ el dolor que en verdad siente,” y lo convierte en poesía verdadera.

                                      Manuel López Azorín










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