Pascual
García: Trabajan con las manos
Pascual García
(Moratalla, 1962. Murcia) Autor de una extensa obra, tanto en el
terreno de la narrativa, como del ensayo y la poesía.Tiene en su haber
numerosos premios literarios. Como poeta ha publicado ya su séptimo poemario
titulado Trabajan con las manos (Poesía. Raspabook. Murcia 2017.)
Trabajan con las manos es un libro tan duro como hermoso, donde el sujeto poético
nos habla con sobriedad y madurez de la
supervivencia del hombre que trabaja la tierra para ganarse el sustento (la
riqueza que atesora la tierra) y que es el protagonista de este poemario. Sustento
y hombre que trabaja con las manos, enfrentados. La esencialidad del sustento,
la del hombre, frente “a la dureza del campo, a una patria común donde tierra,
fuego, aire, agua (los cuatro elementos) y luz evocan un pasado que el
lector reconocerá “:
“El hombre que trabaja con sus manos
lleva el alma en la punta de los
dedos
y cava zanjas en la tierra seca,
poda los árboles de otoño, sueña
con herramientas y suda las horas
que transcurren tan lentas, tan
espesas
como el invierno, el frío y la
nostalgia.”
Un canto elegiaco
frente al destino (con una primera cita muy aclaratoria del Génesis: “Aunque
labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás por la
tierra”),
“El hombre que trabaja con sus manos
(…)
No camina, se eleva
sobre la senda, llora en el
trayecto,
tiene frío y hambre cuando llega
a la casa de todos,”
Frente al destino y frente al sudor,
el cansancio, el anhelo de encontrar generosidad y consuelo en un trabajo con
menos sacrificio. Y una segunda cita ahora del escritor, crítico de arte y
pintor inglés John Berger a manera de grito de
rebelión y desahogo: “Maldije el calor
que había dejado de ser una condición para convertirse en un castigo. Y maldije a
quien nos imponía semejante castigo”
“Nos pilla siempre el sol en el
camino
ataviados con harapos y tristes,
casi descalzos, el pan el la bolsa,
mientras el cielo nos vigila alto,
(...)
con herramientas de acero, las manos
duras y encallecidas,
la cara adusta, el corazón tan solo.
(…)
Así venimos todos
en el trayecto de sed y de espinas
como si huyéramos huérfanos, ciegos
en un éxodo de hambre y de fatiga,
en un exilio atroz
de los desheredados.”
Y es también este libro un canto hímnico en el
olor de la tierra, en sus frutos, en el dios de la familia, del padre, de la mujer....
“Me dijo: iremos a la tierra
juntos
y nos acercaremos a la casa
de tus abuelos.
No había cumplido
aún los nueve años y ya era un
hombre,
pero el camino era largo y tortuoso,
(…)
Fue un viaje a las alturas,
un trayecto al origen de mi estirpe.
(…)
Eran todos familia
y comimos con ellos
junto a la chimenea
Fue corta la semana
y el sábado volvimos monte abajo,
subidos en las mulas.
Cuando abracé a mi madre
era un muchacho distinto, tocado
por la gracia de aquel viaje a la
altura
que nunca olvidaría.”
Y una tercera cita, esta vez de Hesiodo, el autor de los " Trabajos y los días" (un poema de 828 versos donde nos habla del trabajo como el destino universal del hombre) Esta es la cita:
"Oculto tienen los dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo facilmente trabajarían un solo día y tendrían para un año sin ocuparse de nada" (de Hesiodo cuentan que decidió hacerse poeta cuando las musas se le aparecieron mientras estaba con su rebaño al pie del monte Helicón que es el lugar donde nos dice que vivian lasnueve musas porque es también el lugar donde está Hipocrene, la fuente de la inspiración.)
Y una tercera cita, esta vez de Hesiodo, el autor de los " Trabajos y los días" (un poema de 828 versos donde nos habla del trabajo como el destino universal del hombre) Esta es la cita:
"Oculto tienen los dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo facilmente trabajarían un solo día y tendrían para un año sin ocuparse de nada" (de Hesiodo cuentan que decidió hacerse poeta cuando las musas se le aparecieron mientras estaba con su rebaño al pie del monte Helicón que es el lugar donde nos dice que vivian lasnueve musas porque es también el lugar donde está Hipocrene, la fuente de la inspiración.)
Rainer María Rilke nos dijo que “La
patria del hombre es su infancia,” y en este libro el sujeto poético, desde la
memoria, eso que yo llamo la materia de los sueños porque en muchas ocasiones
se nos presenta con veladuras, ensoñaciones… suele guardar en ella los sucesos
que más nos marcan en la infancia y una vez guardados (y dependiendo de los
casos mitificados en unos y en otros
ocultos en el rincón más oscuro de nuestra memoria, pero siempre ahí,
dispuestos unos y otros a salir en cualquier momento)
Somos, en definitiva, todo lo que
guardamos en la memoria y también todo aquello que guardamos en nuestro corazón,
algo así como pensamiento y sentimiento, que decía Unamuno. Es el equipaje
(ligero y Machadiano) que siempre va con nosotros. Es nuestro origen, es lo que nos marca, lo que nos hace ser como somos.
De
modo que la infancia, la casa, las calles que nos vieran crecer, en un pueblo en el que su principal labor era
trabajar la tierra para poder sobrevivir, especialmente cuando se provenía de
una clase humilde, cuando aquella tierra
que les ofrecía el sustento a cambio de titánicos esfuerzos para sacarle los
frutos, con las manos rotas en invierno al recoger la oliva, con verdadero
sudor a pesar del intenso frío o calor, en un tiempo, visto, no desde la infancia, sino ya desde la memoria, como de silencio impuesto e
incluso auto-impuesto por unos hombres y mujeres que venían de sufrir una
terrible y durísima postguerra y
vivían en un espacio carente de libertades.
“Bajo
la sombra invernal del olivo
comemos
agotados
por
la mañana larga y laboriosa.
Ha
traído mi madre la fiambrera
y va
sirviéndonos el guiso
(…)
Sonríe
satisfecha y sagrada
porque
ella misma es la tierra y reza
por
la noche para que el cielo colme
nuestras
sacas, llene las manos rotas
de
recoger oliva
y
soportar el frío
cada
mañana como condenados
a
repetir el tiempo y el trabajo,
el
fracaso y el hambre y la fatiga.”
Un canto sin duda el de este poemario que parte de lo personal y se convierte en canto colectivo. Un canto que defiende, como Miguel Hernández a sus “aceituneros”, a los hombres que trabajan con las manos:
“Condenados a vagar por las tierras
ajenas,
un ejército de sombras,
un
aluvión de hombres y mujeres
en
el paraíso alto de los otros.”
Un
libro, en fin, de necesaria lectura para todos. (porque a decir verdad y a pesar de los grandes avances, en cuanto al
trabajo de los hombres del campo, los que andan “en el paraíso alto de los
otros” no ha sufrido grandes cambios.) Por tanto es de necesaria
lectura para todo los hombres y mujeres de ayer y de ahora, que trabajan con las manos, esa
tierra de la que nos habla el poeta.
Además de los libros de narrativa y
ensayo que ha publicado, tiene publicados, como dije al principio, siete
poemarios:
Fábula del tiempo (1999) que fue su primer libro de poemas,
El invierno en sus brazos (2000) Luz para comer el pan (2002)
Alimentos de la tierra (2008) Cita al anochecer (2010) La
fatiga y los besos (2013) y este Trabajan con las manos (2017), que
les reseño aquí.
Manuel López Azorín.
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