Francisco
Jiménez Carretero: Y no te vi, Señor, y
estabas…
"Te doy gracias, Señor, por tantas cosas
que a menudo rozamos en la tierra
sin pararnos, apenas, un instante
a tratar de entenderlas."
Francisco
Jiménez Carretero (Barrax, Albacete, 1948), tuvo la
fortuna durante el último trimestre de 2017 de publicar dos libros. El primero
fue Las
horas sin dueño que había sido merecedor del Premio ALCAP Internacional
de poesía 2016 (de este ya di cuenta de él en este blog), el segundo Y no
te vi Señor, y estabas… libro que fue finalista del "Premio de poesía
mística Fernando Rielo" y presentado en Madrid el 2 de febrero. Tras las palabras
de los poetas Francisco Caro y Antonio
Daganzo, encargados de la presentación,
el autor me envió un ejemplar
que ha sido publicado por Ediciones Vitruvio y que temáticamente, ya el título
nos lo desvela, tiene la inquietud que sintieron Teresa de Cepeda y Juan de Yepes:
Del fraile San Juan de la Cruz, el más alto poeta de la mística cristiana, toma Jiménez Carretero
unas citas para abrir esta búsqueda que
sueña hacerse viento en las alturas, acercarse y darle alcance al Amado, aunque leído este libro el sujeto poético
se quede en la primera vía mística, la purgativa, aspirando o soñando, eso sí, a ser digno de superar la
iluminativa y llegar finalmente a la unitiva,
Tras las citas, a manera de introito, un soneto, dice
él, desacompasado que no deja de ser un soneto perfecto en su ejecución y
estructurado a la manera clásica, porque todo el soneto está escrito así aunque
disfrazado a modo de parecer no serlo.
Todo el poemario está escrito con verso formal ya con estrofas concretas como la del soneto, ya disfrazadas, ya versos blancos, es decir versos
medidos pero sin rimas, o con leves rimas asonantes a veces. Versos en
fin en los que por su forma y medida llevan implícitos el ritmo, la
cadencia, la musicalidad que , a veces, en otros tipos de poesía de ahora, no
terminan de darse.
Así
pues Jiménez Carretero, mediante la contemplación y la meditación (que también
es una manera de orar) trata de “pasar el trance” y llegar, alejado de los apegos sensitivos que
provienen del cuerpo, y ya, limpio de alma, como hombre bueno
alcanzar la siguiente vía:
"¿Cuento yo acaso entre
esos hombres buenos?
Si no es así, Señor,
procura al menos
darle a mi proceder luz y
razón."
En
palabras del autor del Cantico espiritual: “un trascender del todo, donde el
amor total por Dios y la creación llevan a sentimientos superiores de vida.” Y
esa privación corporal, esa oración y ese trascender conducen a la "esperanza".
"La vida es el compendio de la duda,
inevitable angustia y luz desnuda
ante la voz que clama en el desierto."
Alcanzar la vía iluminativa es entregarse
a la “sabiduría oscura o secreta”, esa que se sabe sin necesidad de
entender y que en la mística es llamada
la "fe". Pero aun con la Fe resulta difícil llegar hasta ella.
" Estamos
sumergidos
en una indiferencia calculada
donde cualquier atisbo de bondad
acaba ahogándose."
La mística
se basa en la idea de las tres potencias del alma: "memoria, entendimiento
y voluntad ". Esta idea, que ya se encuentra en Platón, se viene dando en las religiones monoteistas de modo que la mística la encontramos en la judaica (la Cábala), la musulmana (el Sufismo) y en la cristiana. El
cristianismo la relaciona con las tres personas que componen la Trinidad y de
ahí surge la Esperanza en la vía purgativa, la Fe en la iluminativa y
finalmente la Caridad en la unitiva.
"Y
de nuevo ante ti,
por
si pudiera
oír
el eco de tu voz vibrante
que
me hiciera alcanzar en un instante
la
antesala divina de tu espera.
Si
supiera encontrarte
tras
la espera
que
trenza el resplandor más rutilante,
si
pudiera,
teniéndote
delante,
aun
sin verte, sentarme en tu ribera."
El sujeto poético de este libro, en su búsqueda,
pone la vista alta, lejos:“allí donde se palpa el cielo azul” y se pregunta: "¿En
dónde el corazón aquel del niño?,/ ¿En dónde está la flor de su inocencia?" Y se
hace estas preguntas porque quiere, mas no se atreve y busca, mira y no
encuentra y no ve.
Y en esa búsqueda el sujeto poético no parece tratar de que su
espíritu alcance la perfección moral y ética de la ascética, lo que trata en su
búsqueda es de encontrar (o quizá sería mejor decir anhelar, soñar), y superar la parte purgativa de la mística.
Aquello que en palabras de San
Juan de la Cruz decía: “Hay que perder
el gusto por el apetito de las cosas.” (“Mientras la poesía ascética centra sus
esfuerzos en que el espíritu pueda alcanzar la perfección moral y ética, el
misticismo trata de expresar las maravillas que los privilegiados experimentan
en su propia alma al entrar en comunión con Dios” El objetivo en la mística pues es superar lastres vía y conseguir alcanzar la unión
del alma humana con lo sagrado.)
"Me
roza la mañana con su aliento,
si pudiera
tan
solo hacerme viento
y
alzarme en vertical
cielos
arriba,"
Los contenidos de la mística tratan
sobre el amor humano y las vivencia que los creyentes despiertan y alcanzan
tras alcanzar la comunión con Dios. Esta experiencia, se dice, no depende del hombre sino
sólo de Dios. En este sentido, el autor es sólo un medio de expresión y como medio de
expresión, el hombre, el poeta, al tiempo que nos muestra su fe, nos
enseñas, sus miedos, sus dudas, la incertidumbre del vivir. Así su confesional
manera de decirnos:
"si
pudiera, Señor,
no
sé si puedo
a
veces las alturas me dan miedo
y
mi vuelo se queda
en
tentativa."
Y concluyo con la primera cita que Francisco Jiménez Carretero nos deja
en este poemario de humanas y buenas intenciones, de deseos de amor, de paz, de fervor, de "Esperanza" por contemplar un mundo y un hombre más bueno y nos deja
su vacilante duda de poder esperar "solo este lance,"
como pudo nuestro magnifico poeta San Juan de la Cruz, pues fue "tan alto, tan alto, que le dio a la caza alcance."
como pudo nuestro magnifico poeta San Juan de la Cruz, pues fue "tan alto, tan alto, que le dio a la caza alcance."
Manuel López Azorín
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