Enrique Villagrasa: Queda tu sombra
Enrique
Villagrasa, Burbáguena, 1957 (Teruel),
me envía su último libro de poemas: Queda tu sombra (Huerga y fierro
Editores, Madrid, 2019), un libro de “temor y temblor”, de “presencia en la
ausencia”. Como diciéndonos: escribo y algo quedará; pero sin nostalgia ya que
las pérdidas por mucho que las cante, son notas sucedidas, palabras que en la
luz ofrecen, con su huella, esa sombra que queda.
“Queda tu sombra y la mía en el espejo
que espera del azogue su ser esquina:
esquina del verso, vivo y mortal: exacto”
Queda sombra en Burbáguena y en el río Jiloca
porque allí pasó su infancia, queda sombra en Tarragona y el Mediterráneo,
lugares de agua, el agua de la que se nutre su poesía. El agua, a decir de
Claudio Rodríguez, de la jarra que contempla Santa Teresa, que la miras y ves que es solo
agua, pero que es vida. Queda sombra en la
obra.
“Escuchemos que dice el río Jiloca
y con sus voces, otras inventaremos”
“La infancia no regresa allá en mi pueblo.
La noche solo trae nueva tristeza.
Mi garganta es cantera de sus gritos.
Necesito una forma de belleza.”
*
"Solos quedamos en la playa, manos
enlazadas, amantes las miradas
descifrando los más bellos arcanos”
Enrique es periodista; pero en su lenguaje
poético, emplea otro lenguaje, consciente o no (ya sabemos que la poesía suele
decir más de lo que dice el poeta), el lector puede ver otras cosas que el poeta sabe que ha dicho.
Villagrasa empezó a
escribir muy joven pero lo que a él le gustaba entonces era dibujar. Aunque la poesía andaba dentro de
él y llegó un momento en que empezó a escribir. Y desde entonces, siempre con la necesidad de
hacerlo, aun a pesar de pasar por algunos diques secos, ha seguido haciéndolo. La
poesía sabe esperar, es el título del libro que ha escrito y anda
corrigiendo galeradas para su publicación. Enrique
siempre que escribe un nuevo libro nos dice que es el último, que ya deja de
escribir, nunca le creemos, la poesía se escribe siempre cuando la necesidad
acucia y especialmente si ella quiere.
Hace unos años dije de la poesía de Enrique
Villagrasa que: Su paisaje interior es un paisaje de búsquedas y de dudas, un paisaje
que, ya de mar o de río (siempre de agua), ya de silencio, nos va mostrando al Enrique poeta
imbricado con el Villagrasa hombre en una constante lucha donde trata de
sobrevivir, interna y externamente, indagando, preguntando, buscando, dudando
y, finalmente, resignándose, con cierto sentimiento de culpa, a su casa-cuerpo,
a su mente-alma y mostrándonos su modo de ser y de sentir en la poesía que
escribe.
Una
poesía la suya escrita, como he dicho, por necesidad, por eso suele decir: “Si no fuera necesario, vital, porque me va la
vida, no escribiría.”
“Esa palabra exacta en la tarde recordada.
Me dará vida nueva en el gozo de gozarte: lenguaje.”
A lo largo del tiempo el poeta nos
ofrece diferentes miradas, desde la mirada de la infancia y la juventud a la de
la madurez. Una mirada que en el presente es mas “pasota” y por eso nos dice:
“Desde la atalaya de mis sesenta y dos años, pienso en cómo es posible que tengamos tanta prisa para hacer cosas que no van a ningún sitio. Por qué no podemos aprender de los griegos: charlar, pasear... Alguien tiene que trabajar, claro está, pero en esta vida siempre es mejor ser patricio que esclavo. Me gustaría que mi mirada de ahora no fuera tan pesimista. Pesimista realista.”
Y Enrique se escribe por necesidad al tiempo que nos escribe, a eso que llamamos otredad, para hablarse y hablarnos de lo que puede acontecernos o no a todos, por ejemplo con su libro Alzheimer: la otra voz, que es como un diario escrito como prosa lírica, un libro solidario y doloroso.
“Desde la atalaya de mis sesenta y dos años, pienso en cómo es posible que tengamos tanta prisa para hacer cosas que no van a ningún sitio. Por qué no podemos aprender de los griegos: charlar, pasear... Alguien tiene que trabajar, claro está, pero en esta vida siempre es mejor ser patricio que esclavo. Me gustaría que mi mirada de ahora no fuera tan pesimista. Pesimista realista.”
Y Enrique se escribe por necesidad al tiempo que nos escribe, a eso que llamamos otredad, para hablarse y hablarnos de lo que puede acontecernos o no a todos, por ejemplo con su libro Alzheimer: la otra voz, que es como un diario escrito como prosa lírica, un libro solidario y doloroso.
Enrique ha empezado a trabajar como editor en la
colección "Rayo azul", del editorial Huerga &Fierro. Busca editar libros de
poetas conocidos o no pero que en su libros pueda comprobar que han leído
mucho, pueda ver también que se acercan a la poesía de manera sencilla, clara, que
escriban de las cosas que mejor conocen, de aquello que han bebido en las aguas
poéticas que les han precedido, contadas, dichas, eso sí, de manera que
parezcan dichas con su personal mirada. (y yo suscribo todo esto)
Un libro, este Queda tu sombra, escrito desde lo
formal con estructuras de sonetos, que alterna con poemas de verso mayor
blancos y poemas en hexasílabos, como el titulado “Silencio”, Variedad y
conocimiento en un poeta que en ocasiones anteriores mantenía, aun partiendo de
la forma, más libertad versificadora. Pero la forma, con ser necesario
conocerla para abrazar la poesía nos llega, en la poesía de Villagrasa, con el
realismo, pesimista pero emocionado, que ahora envuelve al poeta que de pequeño
gustaba de dibujar. Ahora dibuja con palabras las escenas del tiempo, de la
vida, en la página. Y
ahí queda la sombra, la huella de lo sido, de lo vivido, de lo sentido en cada
momento de la vida.
“la poesía da al mundo la total medida
de su humanidad, sobre la cuerda floja.
Al borde del abismo, en el canto del límite”
*
“Me queda la poesía ácida plenitud de mi tiempo
en el empeño de ajustar el pensamiento con el verso”
Cuando
la obra es vida, cuando al escribirla parece que se borra lo ya vivido, lo ya
sentido, termina sucediendo que sale a flote, emerge entre lo re-escrito
nuevamente y se mezcla como se mezclan la vida y la poesía cuando son una misma
cosa, una misma búsqueda, un mismo deseo de ser y de sentir la
vida y la poesía, agua de río que llega al mar y, a veces, como nos decía Claudio, se convierte en espuma y se eleva: "...con entera/ aceptación, ileso, renovado,/ en las espumas imperecederas"
Manuel López
Azorín
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