martes, 7 de mayo de 2019

Enrique Villagrasa: "Queda tu sombra"



Enrique Villagrasa: Queda tu sombra



 
Enrique Villagrasa, Burbáguena, 1957 (Teruel), me envía su último libro de poemas: Queda tu sombra (Huerga y fierro Editores, Madrid, 2019), un libro de “temor y temblor”, de “presencia en la ausencia”. Como diciéndonos: escribo y algo quedará; pero sin nostalgia ya que las pérdidas por mucho que las cante, son notas sucedidas, palabras que en la luz ofrecen, con su huella, esa sombra que queda.
“Queda tu sombra y la mía en el espejo 
que espera del azogue su ser esquina:
esquina del verso, vivo y mortal: exacto”

Queda sombra en Burbáguena y en el río Jiloca porque allí pasó su infancia, queda sombra en Tarragona y el Mediterráneo, lugares de agua, el agua de la que se nutre su poesía. El agua, a decir de Claudio Rodríguez, de la jarra que contempla Santa Teresa, que la miras y ves que es solo agua, pero que es vida. Queda sombra en la obra.
“Escuchemos que dice el río Jiloca
y con sus voces, otras inventaremos”

“La infancia no regresa allá en mi pueblo.
La noche solo trae nueva tristeza.
Mi garganta es cantera de sus gritos.
Necesito una forma de belleza.”
                    *
"Solos quedamos en la playa, manos  
enlazadas, amantes las miradas
descifrando los más bellos arcanos”

Enrique es periodista; pero en su lenguaje poético, emplea otro lenguaje, consciente o no (ya sabemos que la poesía suele decir más de lo que dice el poeta), el lector puede ver otras cosas que el poeta sabe que ha dicho.
Villagrasa empezó a escribir muy joven pero lo que a él le gustaba entonces era dibujar. Aunque la poesía andaba dentro de él y llegó un momento en que empezó a escribir.  Y desde entonces, siempre con la necesidad de hacerlo, aun a pesar de pasar por algunos diques secos, ha seguido haciéndolo. La poesía sabe esperar, es el título del libro que ha escrito y anda corrigiendo galeradas para su publicación. Enrique siempre que escribe un nuevo libro nos dice que es el último, que ya deja de escribir, nunca le creemos, la poesía se escribe siempre cuando la necesidad acucia y especialmente si ella quiere.
 
Hace unos años dije de la poesía de Enrique Villagrasa que: Su paisaje interior es un paisaje de búsquedas y de dudas, un paisaje que, ya de mar o de río (siempre de agua), ya de silencio, nos va mostrando al Enrique poeta imbricado con el Villagrasa hombre en una constante lucha donde trata de sobrevivir, interna y externamente, indagando, preguntando, buscando, dudando y, finalmente, resignándose, con cierto sentimiento de culpa, a su casa-cuerpo, a su mente-alma y mostrándonos su modo de ser y de sentir en la poesía que escribe.
Una poesía la suya escrita, como he dicho, por necesidad, por eso suele decir: “Si no fuera necesario, vital, porque me va la vida, no escribiría.”
“Esa palabra exacta en la tarde recordada.
Me dará vida nueva en el gozo de gozarte: lenguaje.”
  
A lo largo del tiempo el poeta nos ofrece diferentes miradas, desde la mirada de la infancia y la juventud a la de la madurez. Una mirada que en el presente es mas “pasota” y por eso nos dice:
“Desde la atalaya de mis sesenta y dos años, pienso en cómo es posible que tengamos tanta prisa para hacer cosas que no van a ningún sitio. Por qué no podemos aprender de los griegos: charlar, pasear... Alguien tiene que trabajar, claro está, pero en esta vida siempre es mejor ser patricio que esclavo. Me gustaría que mi mirada de ahora no fuera tan pesimista. Pesimista realista.”


Y Enrique se escribe por necesidad al tiempo que nos escribe, a eso que llamamos otredad, para hablarse y hablarnos de lo que puede acontecernos o no a todos, por ejemplo con su libro Alzheimer: la otra voz, que es como un diario escrito como prosa lírica, un libro solidario y doloroso.



Enrique ha  empezado a trabajar como editor en la colección "Rayo azul", del editorial Huerga &Fierro. Busca editar libros de poetas conocidos o no pero que en su libros pueda comprobar que han leído mucho, pueda ver también que se acercan a la poesía de manera sencilla, clara, que escriban de las cosas que mejor conocen, de aquello que han bebido en las aguas poéticas que les han precedido, contadas, dichas, eso sí, de manera que parezcan dichas con su personal mirada. (y yo suscribo todo esto)

Un libro, este Queda tu sombra, escrito desde lo formal con estructuras de sonetos, que alterna con poemas de verso mayor blancos y poemas en hexasílabos, como el titulado “Silencio”, Variedad y conocimiento en un poeta que en ocasiones anteriores mantenía, aun partiendo de la forma, más libertad versificadora. Pero la forma, con ser necesario conocerla para abrazar la poesía nos llega, en la poesía de Villagrasa, con el realismo, pesimista pero emocionado, que ahora envuelve al poeta que de pequeño gustaba de dibujar. Ahora dibuja con palabras las escenas del tiempo, de la vida, en la página.  Y ahí queda la sombra, la huella de lo sido, de lo vivido, de lo sentido en cada momento de la vida.
“la poesía da al mundo la total medida
de su humanidad, sobre la cuerda floja.
Al borde del abismo, en el canto del límite”
                           *
“Me queda la poesía ácida plenitud de mi tiempo 
en el empeño de ajustar el pensamiento con el verso”
 
Cuando la obra es vida, cuando al escribirla parece que se borra lo ya vivido, lo ya sentido, termina sucediendo que sale a flote, emerge entre lo re-escrito nuevamente y se mezcla como se mezclan la vida y la poesía cuando son una misma cosa, una misma búsqueda, un mismo deseo de ser y de sentir  la vida y la poesía, agua de río que llega al mar y, a veces, como nos decía Claudio, se convierte en espuma y se eleva: "...con entera/ aceptación, ileso, renovado,/ en las espumas imperecederas"


                                   Manuel López Azorín

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