Biblioteca “Marcos Ana” presentación del libro:
¿me vas a dar serenidad ahora?
Con esta cita
del poeta Claudio Rodríguez se inicia Enhebrar la luz, el libro
de Ángel Velasco que presentamos hoy.
El hombre de ahora recorre su niñez y su vida, vida que a través de recuerdos, experiencias
vividas, sentidas y escritas ( y esto me recuerda a R. M. Rilke, el poeta que nos
decía que la verdadera patria del hombre
es la infancia), recorre, digo, junto a la presencia, siempre en la memoria, de
la madre que trata de enhebrar la luz mientras cose o zurce la ropa (y la vida),
y le advierte e intenta protegerle de ella
con el amor y con la luz que enhebra las esperanzas y los sueños.
Y esa imagen que será circular en sentimientos y
emociones en este poemario, le lleva al
autor a decirnos:
“Un niño está
escondido / detrás de sus ojos. Mira todo / desde una melancolía –por tan infantil – sospechosa “ (…)
Y para entender este Enhebrar la luz que es un
luminoso libro de vida sentida y vivida, yo voy a tratar de remontarme al
origen del poeta Ángel Velasco como
escritor, como joven ávido de expresar a través de la poesía sus sentimientos, sus emociones, su mirada del
mundo que, entonces le tocaba vivir y experimentar. Un mundo, personal y al tiempo
colectivo, que durante los diez años en que fue emigrante sintió la necesidad
de iniciarse como poeta (porque ser poeta es siempre una necesidad y nos surge
desde dentro aunque luego nos vayamos formando en aprender, conocer y saber de
la poesía.
Ángel Velasco entre 1965 y 1975 vivió en
Múnich, fue uno más de los muchos emigrantes de aquel tiempo. Allí, con 19
años, descubrió la biblioteca, los libros y sus posibilidades de lectura y leyó
a los poetas y quiso escribir poesía, sin más conocimientos que aquellas emociones que sentía viviendo, y
leyendo.
Y este, entonces obrero fieramente
humano, comenzó a escribir, de la vida,
del amor, del dolor, de la experiencia viva que nos va formando como personas…
En Alemania tuvo la suerte de conocer
a un hombre machadianamente bueno llamado Lorenzo Béjar que le ayudó a
transitar por la poesía con los elementales conocimientos de la preceptiva y
sin quitarle para nada la necesidad de escribir, de sacar, lo que le salía desde
dentro.
Y así, fue escribiendo: “Yo quisiera ser escritor, señores
escritores.” Y escribió y allí, más tarde, gracias al Centro Español de
Múnich, publicó en 1975 su primer libro
que tituló: Escrito en la emigración. Y de aquella situación de emigración
forzosa que vivió España en los años 60 continúa, lamentablemente vigente,
aunque ahora en sentido contrario, Ángel
Velasco dejó escritos estos versos: “Y
has llegado – viejo aún joven –,/ sin espada y de rodillas, / a regar con mil
sudores / unas tierras que te humillan”
Regresó a España,
al comienzo de la transición, donde fue acogido en el mundo editorial, con una
maleta de libros de poetas de referencia como Antonio Machado, Blas
de Otero, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre… y en 1978 obtuvo el «Premio Malasaña de Poesía» por Criba
de tiempo y palabras. Libro en el que Ángel Velasco nos dice:
“Yo podía haber nacido nunca,/ podía haber nacido con azules ojos / o
rubios cabellos / en algún país frio de clima / y democrático. (…) Yo podía haber nacido nunca: / nací
español, moreno y emigrante.”
Ya en España, vivió la transición,
conoció personalmente a Blas de Otero, soñó la
luz, como tantos españoles, para el presente y para el futuro y sí, llegó una
luz algo más clara y más abierta.
Entretanto escribió un nuevo
libro Geometrías de la no-memoria,
era 1986, Su palabra ya es otra, pero sin renunciar a la claridad de su primer
libro, y sobre este tiempo nos dice:
“Sobra sombra total /ceñida y desceñida. /// Quien te acaricia y teme /
te convoca. /// Quien vive en ti y muere y necesita / ser una luz que de forma
a la / nada.
Y mientras tanto la materia de los
sueños, que yo llamo a la memoria, va y viene del ayer al hoy y reflexiona: “Ayer fue libertad quien me propuso sedes ////
igual que amar / me equivocó sentidos.”
Y al mismo tiempo, esa memoria se
abraza al amor materno y a la
melancolía: “(Ayer. Madre. / Frío y
pupitre y algodón en la memoria toda / acolchada / para no chirriar…y sin embargo…siempre…algún “pero…/
y no: por qué.”
Pero todo esto fue ayer. Ayer fue un amplio recorrido de aprendizajes,
de asombros, de dolor, de descubrimientos, de todo y de nada: “Luz de nada / de la no memoria mágica- /
mente acompañada por otras soledades/
re-creando / en el espejo opaco del papel
/ lo no existente.”
Pasó el tiempo, “Durmieron poemas en espacios de olvido”
(…) “Y mientras, volaba el calendario,/
volaba la vida, / y nos engañaba a todos
–/ el Tiempo.”
Derribar muros, esperar más luz,
fundirse y confundirse en un entretanto, digo, enamorado porque siempre toca
vivir lo que acontece, y mientras los espejos reflejan el todo y la nada de la
vida, mientras todo esto sucede… el
niño permanece en lo más profundo, junto a la madre, junto al sueño de enhebrar
la luz para coser con claridad los pasos de la vida. Para: “Liberar al niño” (…), para “no adulterar al niño” que adulto ya
vive ahora el entretanto del amor.
El amor, un paréntesis necesario que
sobrevive y salva en tanto permanece.
Y nos dice: “No querer todo lo demás / que no hace hora / ni minuto importante: //
que me importe”
Y materia de los sueños para recordar
que: ” Refugiados, hubo un yo / entre
los espejos,/ vencido escribió / y
en ese Entretanto, / que fue espacio y tiempo/ de enamorado”
Antes de publicar Dos
espejos y un entretanto, en 1999, Ángel
escribió, entre 1997 y 1998, un
nuevo libro: Cuadenos incompletos, que dedico a sus tres hijos y se inicia
este libro con una cita del poeta sevillano Vicente Aleisandre, la cita es la
siguiente: “Vosotros conocisteis / la generosa luz de la inocencia”
Cuadernos
incompletos nos muestra poemas que aluden al
tiempo sucedido, a lo que pudo haber sido y no fue, con cierto tono de
melancolía con matices de ternura y muchos sueños que se fueron como las
golondrinas de Bécquer tras el paso del
tiempo de escribir, no por escribir sino por y para, vivir.
Y también era un cóctel
repleto de intimismo aderezado, con ironía, cierta sensación de
derrota, unas gotas de burla, de escepticismo, sentimiento de culpa, de
soledad, de duda…y una gran rodaja de mirada interior humana e
inteligente: “Termina este Algo que decir: /
letras libres y ordenadas como versos , / como poemas cotidianos: / quién sabe
para qué…,/ quién sabe para quién…, / quizá / si necesarios.”
En este libro muestra también la chanza, es decir la agudeza y la gracia, la
burla sin mala intención, más bien como tabla de salvación para librarse del
naufragio, nos dejan sentencias senequistas, junto con cierta melancolía,
para: “…sumar, no restar, /Ilusión a Esperanza, a ver qué ocurre.” Para esperar la luz, a ver si
llega
…Y, cesa la melancolía y parece que la luz le da un
poco de serenidad ahora
Un ahora que en Enebrar la luz vuelve a las raíces
de la infancia, la juventud, del obrero y la fábrica, del emigrante, mientras
rememora la imagen de sus padres y unos
versos primeros: “Entre terrones y
nubes, / entre soles, siega y trillas, / has dejado mil recuerdos / en tu
amarilla Castilla.” Y recuerda también que hubo un tiempo, en el recuerdo
de sus años jóvenes, que parecía no estar lleno, “como si estuviese incompleto”
Pero aquel joven amaba la poesía porque expresaba emociones,
sentimientos: “a pesar de que a veces, /
de tan ocultos, / queden inexpresados”
y decidió “hablar del niño, y del pobre, del obrero, del enfermo…” dar
testimonio de vida, de compromiso y amar la luz, aunque piense que no consigue enhebrarla con la esperanza. “Aún
no (le) habían regalado el verso / de la luz y la aguja / pero veía en la
oscuridad / y pespunteaba con amor, trabajo, sudor”. No encontró “silabas de amor /para hacer palabras o versos de esperanza” (…) Y
dejó de creer en los libros, y quiso enhebrar la luz en plena oscuridad. Ahora
se reconoce más en lo que ha deseado que en lo que ha sido Nos dice que no le
importan las estulticias geográficas, “sin
embargo / cómo (teme) a las del alma
/y a las de la inteligencia/ y a las de los miedos…”
Y así, desde la memoria, sueña y nos dice: “Enhebrar no solo la luz,/ sino el sentimiento buscado, / no es decir lo
ya sabido, / es, casi, hacerse luz / finísima / y buscar desde el alma de la
herramienta /– ¡ah esa aguja zurcidora! – , / lo intuido a fuerza de ignorado.”
Y de nuevo recurre a Claudio Rodríguez que en el poema “Cantata del miedo” nos dice:
“ Es el tiempo, es el miedo / los que más nos enseñan / nuestras miserias y
nuestras riquezas”
Y tras esta cita escribe un poema : “ Dices que alumbró el aire / y no sabes si
juegas, / permaneces o dudas (…) Dices
qué de las nubes / que fueron a tu infancia / como ahora son sueños (…)Sabes que aún ignoras / lo único que
importa,/ la sensación de miedo (…) ¿Te
salvará la aurora / del pensamiento?”
Los recuerdo se agolpan en el hombre, en el poeta con mirada de niño, y se pregunta “¿cuál el color del mundo?”(…) “¡Si no había más luz /que la quimera en
hebras!” Y escribe en homenaje a su padre y a su abuelo: “Nunca luz más pura que la que nos acompañó,
por el camino de trochas y abrojos desde la meseta donde está plantado Muñoveros.
Y nombra La Salceda y el tiempo en que llegó a Muñoveros , nacido ya y
renaciendo entre la gente llana: “ El
campo castellano” : (…) “Isla de aire y de alas,/ bandada de aves, /
pájaros,/ sencillos de aire y de vida,/ llenáis el páramo”
Y la sonora nitidez de las campanas de aquel pueblo,
de aquel campo, y el río Cega que abraza y besa los juncos y las niñas “con enaguas blancas” “…éramos niños, (recuerda), /y jugando oíamos voces / los niños /
enamorados.
Y tratando, como la madre hacía, de enhebrar la luz en
las palabras, rinde homenaje al abuelo, a la abuela, a las tías, a todos
aquellos que arroparon la infancia del niño que inició este Enhebrar
la luz, porque, ese niño, está aún en el hombre, en el poeta que sueña
y vive y escribe: “Escondido detrás de
sus ojos” Un niño que “observó alguna indicación / de la mujer
(la madre), que le advirtió sobre la
vida” mientras trataba de coserla y “zurcía
rotos “.
Ya no está (la madre) con el niño, ya no está con el
hombre. Pero le queda ese sueño de la luz enhebrada para vivir la vida, para
alumbrar la vida. Y así lo ha hecho Angel
Velasco, en su obra y, especialmente, ha crecido con el tiempo en lenguaje
poético, en experiencia, con ese humano sentir, junto a ese niño que nunca le
abandona en este Enhebrar la luz que (volviendo a Claudio Rodríguez, lo diré con palabras de su poema "Hacia la luz"), "Luz que toma cuerpo en mí/ tiempo en mi, /luz que es mi vida para mi amor y mi sosiego"), ahora le da serenidad.
San Sebastián de los Reyes 5 de
febrero de 2019
Manuel López Azorín
2 comentarios:
para Manuel López Azorín: soy Manuel Ángel Delgado, miembro del Seminario P. Claudio Rodríguez de Zamora. Quiero ponerme en contacto con usted para poder enviarle un vídeo sobre la Exposición de Claudio Rodríguez que acaba de terminar en Valladolid, basada en la que hicimos desde el Seminario en noviembre pasado. Atentamente...
para Manuel López Azorín: soy Manuel Ángel Delgado, miembro del Seminario P. Claudio Rodríguez de Zamora. Quiero pòenerme en contacto con usted para enviarle un vídeo sobre la Exposición de Claudio Rodríguez que celebramos en noviembre pasado, y que se ha replicado hasta hoy en Valladolid por la Fundación Jorge Guillén.
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