Rafael Soler: Necesito una isla grande
Recibí ayer vía editorial la última novela de Rafael Soler (Valencia, 1947) Necesito
una isla grande (Ediciones Contrabando, Valencia, diciembre, 2019) y tengo que confesar que, aunque no suelo reseñar prosa en este
blog, con Rafael Soler hago siempre
una excepción porque si bien en sus poemarios, al menos en mi opinión, podemos
encontrar muchos argumentos para de uno
o varios poemas hacer un guión cinematográfico, con su prosa me sucede lo mismo y de algunos de sus capítulos que , al menos en sus dos últimas novelas El
último gin tonic (2018) y Necesito una isla grande (2019), ambas
publicadas por la misma editorial, siendo como son de prosa ágil, diálogos
aparentemente disparatados pero plenos de originalidad e ironía y con un enorme
trasfondo existencial con la virtud de no llevarnos hasta la tragedia de los
protagonistas con su fracaso de vida o su ilusionante valor para emprender una aventura que camina por el alambre de los límites
entre la vida y la muerte.
Durante la trama discurren ambas fronteras con
vitalismo, humor, diálogos que sorprenden y una prosa absolutamente persona y “soleriana”
Pues bien, con todo ello, en muchos de sus párrafos podemos adivinar el germen
de un poema o de varios poemas. Esto solo me pasa con este poeta y narrador y
por esta razón anoche comencé a leer su Necesito una isla grande y me dieron
las tantas hasta acabarla.
Rafael
Soler , lo tomo
de la solapa de esta novela, es uno de
los exponentes de la explosión cultural y literaria de los años 80, autor de
libros de marcada personalidad y estilo inconfundible que abarcan poesía,
novela y relatos. Su obra ha recibido muy notables premios y ha tenido una
destacada recepción crítica.
A su novela El grito (1979, reeditada en
Paraguay en 2014) le sucedieron libros de relatos, el poemario Los sitios interiores (1980)
y las novelas El corazón del
lobo (1980, reeditada
en su treinta aniversario), El
sueño de Torba (1983)
y Barranco (1985). Tras un periodo de
silencio de más de veinte años regresó con los poemarios Maneras de volver (2009,
traducido y publicado en inglés, húngaro, rumano y japonés), Las cartas que debía (2011), Ácido almíbar (2014, Premio
de la Crítica Valenciana), No
eres nadie hasta que te disparan (2016)
y la antología Leer después de
quemar (2019). La publicación de El último gin-tonic (2018),
supuso la vuelta de Rafael Soler a
la novela tras más de 20 años de no publicar narrativa.
Soler vuelve de nuevo con una
novela que tiene el mismo espíritu que el Último gin tonic , la misma ironía y
el mismo humor capaz de hacer hablar a
los muertos, capaz de convertir lo trágico en sonrisa, ternura, disparatada
ternura en unos personajes inolvidables y capaz de hacernos olvidar el sentido
trágico de la vida.
Necesito una isla grande es, me dice Rafael "un canto a la resistencia, se trata de reivindicar el amor a la vida, la capacidad de resistir y las relaciones fraternales"
Sucede
que desde el segundo capítulo el poeta narrador Rafael Soler sabe atraparnos en una historia con guión
cinematográfico (propio de un gran guionista como Rafael Azcona, por ejemplo) y
conducirnos página tras página hasta el desenlace final.
Y
tras leer “esta historia de (como dice Luis Landero en la contraportada) tipos
de piel dura y corazón tierno, imprevisibles, sentimentales y
maravillosos, comprobamos que Landero
tiene razón y que “brilla como
nunca el vigoroso arte narrativo de
Rafael Soler, uno de los escritores más libres y soberanos que hay en nuestra
lengua.”
La
acción de esta novela comienza en una Residencia de Ancianos, donde unos
personajes protagonizan disparatada huida hacia la mar (huida que por un lado nos
conduce a la manriqueña huida final y
por otro lado a la no aceptación de normas absolutistas de la residencia oprimiendo la libertad, y ese
sueño de libertad mantiene la dignidad de los que inevitablemente viajan ya por
ese río que, inevitablemente, da a la mar que es el morir.
Necesito una isla grande es el relato de un
escritor exquisito que nos cuenta una trágica historia con cariño, con mimo, con la elegancia del
amigo que quiere arrancarte una sonrisa, que no quiere ver lágrimas en tus ojos
mientras lees la historia y porque él Rafael
Soler, a quien conozco bien, lo que
ha querido es poner el acento en que “la vida es un asunto personal” y
construir una historia colectiva en la que todos los personajes son secundarios
y, aunque algunos tengan un papel más principal que otros, todos son
protagonistas. Coronel
Tomás, su hijo Julián, Carmina, Rocky Pulga, o Panocha, personajes curiosos, algo extraños a veces pero absolutamente entrañables; personajes valientes siempre a la
búsqueda de una ilusión que ponga luz en sus apagadas vidas.
La
lectura de esta novela ha hecho que me sintiera dentro de ella, dentro de las aventuras
de estos personajes que, tras un suceso inesperado, deciden vivir de nuevo
sueños y esperanzas de vida. Y he sonreído
con misericordia y voy a escribir de ella con la ternura del perdedor que sabe
del fracaso final, por mucho mar que le abrace, de la vida que sabemos.
Y,
aun siendo un asunto personal la vida,
de la vida de esta novela han opinado escritores bien conocidos como Jose
María Merino y este nos dice en la contaportada de la novela que es una: “Magnifica novela cuyo nudo dramático
es un viaje al “no tiempo” de un grupo de gente entrada en años” y también Eduardo
Mendicutti que nos dice: “Una estructura exigente, una prosa radiante de regusto clásico, unos
diálogos espléndidos de vivacidad actualísima y unos personajes memorables” y
para concluir nos dice Inma Chacón: “Con un lenguaje
brillante y una estructura cercana al guión cinematográfico, Rafael Soler nos
invita a realizar un viaje al centro del corazón humano”
De izqda a dcha: Rafael Soler, Valentín Martín, Manuel López Azorín, Francisco Caro y Miguel Ángel Yusta. en el Café Comercial. |
Tiene
esta novela una estructura narrativa tan cinematográfica que esto me recuerda una noche
en la que tomábamos unas cervezas o vinos en un bar de la calle Libertad de
Madrid cuando apareció Julio Medem y tras saludarse Rafael y Julio hablaron durante un
rato y digo yo, si julio Meden que es director,
guionista y productor y que según se dice de él, “destaca por el punto de vista
que adoptan los personajes ante un
suceso inesperado” ¿ qué haces, querido Rafa, que no le has pasado ya la novela?
Manuel López
Azorín
No hay comentarios:
Publicar un comentario