jueves, 20 de febrero de 2020

Rafael Soler "Necesito una isla grande"



Rafael Soler: Necesito una isla grande



 
Recibí ayer vía editorial la última novela de Rafael Soler (Valencia, 1947) Necesito una isla grande (Ediciones Contrabando, Valencia,  diciembre, 2019) y tengo que confesar  que, aunque no suelo reseñar prosa en este blog, con Rafael Soler hago siempre una excepción porque si bien en sus poemarios, al menos en mi opinión, podemos encontrar  muchos argumentos para de uno o varios poemas hacer un guión cinematográfico, con su prosa me sucede lo mismo  y de algunos de sus capítulos  que , al menos en sus dos últimas novelas El último gin tonic (2018) y Necesito una isla grande (2019), ambas publicadas por la misma editorial, siendo como son de prosa ágil, diálogos aparentemente disparatados pero plenos de originalidad e ironía y con un enorme trasfondo existencial con la virtud de no llevarnos hasta la tragedia de los protagonistas con su fracaso de vida o su ilusionante  valor para emprender una aventura  que camina por el alambre de los límites entre la vida y la muerte. 
Durante la trama discurren ambas fronteras con vitalismo, humor, diálogos que sorprenden y una prosa absolutamente persona y “soleriana Pues bien, con todo ello, en muchos de sus párrafos podemos adivinar el germen de un poema o de varios poemas. Esto solo me pasa con este poeta y narrador y por esta razón anoche comencé a leer su Necesito una isla grande y me dieron las tantas hasta acabarla.



Rafael Soler , lo tomo de la solapa de esta novela,  es uno de los exponentes de la explosión cultural y literaria de los años 80, autor de libros de marcada personalidad y estilo inconfundible que abarcan poesía, novela y relatos. Su obra ha recibido muy notables premios y ha tenido una destacada recepción crítica.

A su novela El grito (1979, reeditada en Paraguay en 2014) le sucedieron libros de relatos, el poemario Los sitios interiores (1980) y las novelas El corazón del lobo (1980, reeditada en su treinta aniversario), El sueño de Torba (1983) y Barranco (1985). Tras un periodo de silencio de más de veinte años regresó con los poemarios Maneras de volver (2009, traducido y publicado en inglés, húngaro, rumano y japonés), Las cartas que debía (2011), Ácido almíbar (2014, Premio de la Crítica Valenciana), No eres nadie hasta que te disparan (2016) y la antología Leer después de quemar (2019). La publicación de El último gin-tonic (2018), supuso la vuelta de Rafael Soler a la novela tras más de 20 años de no publicar narrativa.
Soler vuelve de nuevo con una novela que tiene el mismo espíritu que el Último gin tonic , la misma ironía y el mismo humor  capaz de hacer hablar a los muertos, capaz de convertir lo trágico en sonrisa, ternura, disparatada ternura en unos personajes inolvidables y capaz de hacernos olvidar el sentido trágico de la vida.

Necesito una isla grande  es, me dice Rafael  "un canto a la resistencia, se trata de reivindicar el amor a la vida, la capacidad de resistir y las relaciones fraternales" 
Sucede que desde el segundo capítulo el poeta narrador Rafael Soler sabe atraparnos en una historia con guión cinematográfico (propio de un gran guionista como Rafael Azcona, por ejemplo) y conducirnos página tras página hasta el desenlace final.
Y tras leer “esta historia de (como dice Luis Landero en la contraportada) tipos de piel dura y corazón tierno, imprevisibles, sentimentales y maravillosos,  comprobamos que Landero tiene razón y que  “brilla como nunca  el vigoroso arte narrativo de Rafael Soler, uno de los escritores más libres y soberanos que hay en nuestra lengua.”
La acción de esta novela comienza en una Residencia de Ancianos, donde unos personajes protagonizan disparatada huida hacia la mar (huida que por un lado nos conduce a la manriqueña  huida final y por otro lado a  la no aceptación  de normas absolutistas  de la residencia oprimiendo la libertad, y ese sueño de libertad mantiene la dignidad de los que inevitablemente viajan ya por ese río que, inevitablemente, da a la mar que es el morir.


Necesito una isla grande es el relato de un escritor exquisito que nos cuenta una trágica historia  con cariño, con mimo, con la elegancia del amigo que quiere arrancarte una sonrisa, que no quiere ver lágrimas en tus ojos mientras lees la historia y porque él Rafael Soler, a quien conozco bien,  lo que ha querido es poner el acento en que “la vida es un asunto personal” y construir una historia colectiva en la que todos los personajes son secundarios y, aunque algunos tengan un papel más principal que otros, todos son protagonistas.  Coronel Tomás, su hijo Julián, Carmina, Rocky Pulga, o Panocha, personajes curiosos, algo extraños a veces pero absolutamente entrañables; personajes valientes siempre a la búsqueda de una ilusión que ponga luz en sus apagadas vidas.

De Izqda a dcha: Los poetas Antonio Hernández, Pedro A. Gonzálz Moreno, Joaquín Benito de lucas (solo la cabeza), Manuel López Azorin, Francisco Caro y Rafael Soler en  El Caserón de  San Sebastián de los Reyes.

La lectura de esta novela ha hecho que me sintiera dentro de ella, dentro de las aventuras de estos personajes que, tras un suceso inesperado, deciden vivir de nuevo sueños y esperanzas de vida.  Y he sonreído con misericordia y voy a escribir de ella con la ternura del perdedor que sabe del fracaso final, por mucho mar que le abrace, de la vida que sabemos.
Y,  aun siendo un asunto personal la vida, de la vida de esta novela han opinado escritores bien conocidos como Jose María Merino y este nos dice en la contaportada de la novela que  es una: “Magnifica novela cuyo nudo dramático es un viaje al “no tiempo” de un grupo de gente entrada en años” y también Eduardo Mendicutti que nos dice: “Una estructura exigente,  una prosa radiante de regusto clásico, unos diálogos espléndidos de vivacidad actualísima y unos personajes memorables” y para concluir nos dice Inma Chacón: “Con un lenguaje brillante y una estructura cercana al guión cinematográfico, Rafael Soler nos invita a realizar un viaje al centro del corazón humano”

De izqda a dcha: Rafael Soler, Valentín Martín, Manuel López Azorín, Francisco Caro y Miguel Ángel Yusta. en el Café Comercial.

Tiene esta novela una estructura narrativa tan  cinematográfica que esto me recuerda una noche en la que tomábamos unas cervezas o vinos en un bar de la calle Libertad de Madrid cuando apareció Julio Medem y tras saludarse Rafael y Julio hablaron durante un rato y digo yo, si julio Meden que es director, guionista y productor y que según se dice de él, “destaca por el punto de vista que adoptan los personajes  ante un suceso inesperado” ¿ qué haces, querido Rafa, que no le has pasado ya la novela? 
                                Manuel López Azorín



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