Manuel Cortijo Rodríguez: Cuando quiera la noche
Manuel Cortijo Rodríguez (La Roda, Albacete, 1950)
acaba
de publicar en octubre un nuevo libro de poemas: Cuando quiera la noche, (Luceat Ediciones, Colección Isla de Delos, Madrid, 2020) Este
es su cuarto libro, los poemarios anteriores, reseñados también en este blog,
son: Memoria de los Usado (2012), Los dones de la luz (2015) y Estancias (2018).
Cortijo Rodríguez reside en Getafe y desde finales de los años noventa (no recuerdo
bien si 1998 o 1999), dirige la tertulia literaria “Eduardo Alonso”, de la
Asociación cultural Albacete en Madrid dentro de la Casa de
Castilla la Mancha.
Aunque
su primer libro, como tal, lo publicara en 2012, Manuel escribe poesía desde
hace muchos años, tiene muchos premios acumulados tanto de poesía como de prosa
y muchos poemas suyos se han publicado en antologías y revistas.
Cuando
quiera la noche, comienza con un
Umbral que nos dice: Deja que entre a
sus anchas la primera / claridad de la noche
(…)
lo que aún de ti mismo te queda por saber / para ser más tú mismo. Para concluir
diciéndonos: Los ojos de la noche no son la oscuridad.
Y en este umbral tenemos al poeta
a la espera de la voz que ilumina la palabra y del sosiego del tránsito que
intuye ya cercano con la última luz del tiempo de la vida.
Si la noche es para el sujeto
poético el símbolo de la luz para la palabra conformada en poesía, esa palabra que hace
que el camino, el viaje, sea la realización, la huella, la llama de lo escrito
para quedarse la ceniza de lo ardido. Así
en el poema de “Mientras se hace la noche”, primera parte, de las tres que se
compone este Cuando quiera la noche,
nos dice:
Acabas
de tener la eternidad / en un instante apenas, donde has podido ver / acaso
para siempre / la luz entusiasmarse, tan cerca de la noche, hasta dejarte con
la boca abierta / sin voz y sin palabras. Y es que el poeta
ha escrito la, su vida: sin ahogadas
metáforas, (…) por si puedo (puede) decir lo que se fue callando mi (su) vida alguna vez.
Pero la noche es, también, la
simbología de la espera, de la llegada de la finitud y el principio del
renacimiento que presupone el sujeto sin determinar cuándo porque nadie lo sabe,
ya que: Aún no ha abierto la noche,/ la
savia bien llorada de su tiempo / motivo que ya es para acabarse / de borrar
una vida. Para un nuevo comienzo.
De modo que viaja, mientras
espera la luz de las palabras, esas que son el rescoldo sobrante de la hoguera / de aquel tiempo anterior que ya me
(le) tuvo, el hombre poeta camina hacia la noche y nos dice: Va a su fin el ocaso y voy en él,
Y mientras va, toma “Conciencia de un lugar” que es el título de la segunda
parte con un subtítulo muy clarificador.( El viaje impronunciado) y que se
acompaña de dos citas igualmente clarificadoras. Una de Juan Vicente Piqueras
que nos dice: ”¿Quién sabe dónde va cuando se va?” y la otra de Luis Cernuda: “Allá,
allá lejos; / Donde habite el olvido,”
Y por esta razón en el poema “Previo
al viaje” nos canta que: Si crece en ti
la idea de marcharte, (…) no pienses
en llevarte ropa, algo/ de vestir que te abrigue: será inútil.
Si se ha cantado la vida, si ha
llegado la luz con las palabras y ha quedado su huella impresa en el papel y
los sentidos y el poeta está en paz con
todos los que duermen / esperando tener lo prometido… Cuando quiera la noche
(esa noche que abraza las dos simbologías además de esta tercera) ha de llegar
y, sin aviso, el hombre que mantiene la esperanza, de llegar con su
anhelo hasta la Luz que ilumina y vendrá
como un fruto del aire.
Y el poeta, da un “Paso más” en
la tercera y última parte de este libro porque si la noche como decía más
arriba es el símbolo de la luz para la palabra, aquí funde palabra y vida en una sola luz
clarificado por dos citas Una del fraile Juan de Yepes, nuestro San Juan de la cruz: “En la noche
dichosa,/ en secreto que nadie me veía / ni yo miraba cosa / sin otra luz y
guía / sino la que en el corazón ardía”
Y la otra cita de mi querido Claudio Rodríguez: “Sin raíces ni
vendas / viniste, herida mía, con tanta noche entera, / muy caminada, / sin
poderte abrazar. Y tú me abrazas.”
Significativo ese “muy caminada”
para darnos cuenta del tiempo sucedido, vivido, sentido y cantado y ya a la
espera, cuando la noche quiera, “sin otra luz y guía” que la del corazón y el alma. El poeta ha dejado su
huella en las palabras y ahora espera abrazarse
a esa Luz que arde dentro de él: Así
la noche puede iluminarnos (palabra y corazón en un abrazo) porque escrita
ya la vida, muy caminada ya, el poeta
nos confirma que lo que realmente le importa es que: Pertenezco a la noche, ahora lo sé,/ a la noche de Juan en noche oscura , la que se va y que vuelve con
ansias en amores, inflamada, porque al fin y al
cabo, la vida que escribe, la que viaja no sabe/ a qué silencios, / a qué hondos
miradores de lo oscuro.
De manera que el poeta y el
hombre, parece ser que han llegado al tiempo de alumbrarse con la luz en la poesía, que es el trazo de la vida. En
la poesía y la vida con la herencia de lo que queda escrito y con el viaje de
lo vivido, fundidas ambas, y a esperar
que el viaje, en esa noche, le
ilumine también. Pero eso será cuando la noche del alma, esa de Juan de Yepes,
quiera alumbrarle.
Y de este modo y con un verso
blanco pleno de ritmo y de emoción en todos sus poemas, excepto uno que es soneto, camina el
poeta “Hacia más noche” ofreciéndonoslo con sus encabalgamientos y que os dejo como final.
Si
la noche no fuese hacia más noche, / no tan ciega a escapar, casi intocada /
como un fugaz reflejo que da en nada,/ no valdrían sus brillos como un broche //
final, ni quedaría en un derroche / de toda sucesión, como salvada / de tanta
oscuridad, bien apretada / al aire de una mano que le abroche.// Si la noche no
fuese decidida,/ victoriosa a más noche, convencida / de encendernos a todos de
igual suerte,//
Lo
mirado a la luz quedara fuera / de envejecer como si pretendiera/ escapar de la
cara de la muerte.
Manuel López Azorín
1 comentario:
Amigo Manuel, qué bien glosas el libro de tu tocayo, ese aldabonazo en las crestas coloreadas del crepúsculo, esa armonía iluminada, ese ignorar lo que espera y saber a la vez que puede estar lleno de gozo, esa disposición del alma de un poeta para dejarse atravesar por las sombras sabiendo que hay una luz en su imterior que le sostiene. La que le ha sostenido en la vida usada y la que le aguarda en la por usar. Espléndido libro, espléndida reseña.
Publicar un comentario