Marisa Peña :La
tristeza del farero
La nueva entrega de Marisa Peña con el título de La
tristeza del farero (Marli Brosgen. 2021), inaugura la colección de
poesía Maïa de esta editorial que ha puesto toda su ilusión y su
buen hacer para editar un libro manejable, con un buen papel, una cubierta
atractiva y especialmente con un hermoso
contenido que pertenece a Marisa Peña (
Marisa de la Peña), una poeta licenciado en Filología Hispánica por la
especialidad de Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Ejerce como profesora de lengua española y es miembro de diferentes asociaciones que
luchan por la recuperación de la dignidad y la memoria histórica de los
perseguidos y silenciados durante la dictadura.
La tristeza
del farero viene acompañada de un
entusiasta y magnifico prólogo de la también profesora y poeta Marta
Marco Alario, en el nos cuenta que: “Nos encontramos ante una poeta
hecha; una mujer que ha elegido vivir su vida bajo el paraguas de la Literatura
(y su familia) como trinchera; y como tal y desde ese conocimiento que le dan
sus estudios, sus numerosas lecturas y la vasta herencia cultural que le han
legado los suyos, selecciona los verbos, sopesa los sustantivos y mide los
adjetivos, y los usa a su antojo bajo una armónica sintaxis, para
llevarnos exactamente donde ella quiere,
al reposo más sereno, aunque siempre con esa tristeza en la médula.”
Y es que Marisa ha escrito un libro que, con una poesía formal , pero también con libertad, en La tristeza del farero, crea un ritmo de tristeza esperanzada, triste sí, porque no puede ser de otra manera cuando, como ella, se está haciendo el viaje hacia esa Ítaca en la que poder encontrar el reposo que tanto se pretende para restituir lo perdido, lo arrebatado, y el sosiego tras tanto navegar en la sombra de un mar sin la luz en el faro del equilibrio y la concordia, de la paz. y por esta razón nos convoca porque Necesitamos no desesperar. / Necesitamos no claudicar./ Sencillamente nos necesitamos.
Aun a pesar de toda la tristeza , esta poeta nos ofrece, esperanzada siempre, el sueño de la meta y la reflexión de que una vez logrado habrá de preguntarse porque el agua, la lluvia, la poesía es también una razón de ser, de estar en esta vida.:
Queda saber quién guardará mi ropa /
doblará mis recuerdos,/
me pensará en las tardes de lluvia inesperada,/
me hará un hueco en su olvido,
releerá mis versos.
Marisa Peña (ya lo he dicho en otras ocasiones), crea su poesía desde la necesidad, desde el humano afán de ser fiel a la memoria de la fuente que le dio su primera agua, su primer sueño, su primera lección para saber vivir con ética y escribir con ella y con estética. ¿Quién es esa mujer que escribe versos, / que se pone mi ropa, / que se alija en mi cuerpo, / que lleva mi tristeza entre sus rizos / y adopta mi sonrisa / si la nombran? Pues es ella misma, la que bebe de la fuente y esa fuente, además de su gran conocimiento de la poesía, le dio su primera agua y fue Manuel de la Peña, su abuelo, un represaliado de la dictadura que escribió versos en la cárcel durante sus veinte años de encierro y que Marisa rescató organizando un libro: Poemario a dos voces , con poemas de su abuelo y poemas suyos. Un acto de gran amor y un hermoso homenaje a la memoria del abuelo.
Otros libros que ha publicado son: La oscura cicatriz, La memoria herida, Esa helada verdad de la belleza(2013). El hilo de la memoria (2014) y Mapa de interiores (2017) (Estos tres últimos reseñados en este blog)
Marisa Peña
al igual que Pessoa, “Finge tan constantemente /que hasta
finge que es dolor el dolor que en verdad siente.” Y aquí tenemos a su farero y
su tristeza tratando de alumbrar la vida, de iluminar el mar de la vida para poder llegar a puerto (a Ítaca) porque
según Marisa (al contrario que Cavafis
que nos señalaba el viaje, no la llegada a Ítaca, como lo más importante) nos dice que: En Ítaca se cosen las costuras / y algunos
desgarrones sin amparo. De manera que: Esa
desesperanza / que apagó nuestras luces / y sumió en la tristeza a los fareros,
al llegar a Ítaca: …las complicidades se
hacen norma y entonces llegará la lluvia (agua, poesía según mi
querido Claudio Rodríguez) y limpiará: Saldremos
a la lluvia /a dejar que nos cale hasta los huesos / a dejar que nos moje la
esperanza / y nos limpie esa pena / que llevamos prendida en la solapa.
Esta mujer, esta poeta, frente a la nostalgia, la tristeza, el desánimo, el cansancio, el desamor… ofrece la reflexión y la búsqueda de la luz de la alegría, la esperanza, la fuerza, la valentía, en definitiva, del amor: Saldremos a la lluvia (...) a dejar que nos moje la esperanza,
Esperanza, amor por la vida, por el
tiempo vivido, por los seres queridos, todo ello reflejado en el acto de vivir,
de sentir, de pensar, de crear, de escribir poesía porque a Marisa Peña la
poesía le nace de todas las fuentes que le han precedido y bebe de ella con la
necesidad de saciar su sed de palabras, su búsqueda de certezas, y de dudas,
como bálsamo y como bandera y todo con amor y desde el amor, porque, como dijo
el poeta: “solo quien ama vuela” y Marisa
ya nos dijo en su anterior libro Mapa de interiores: “ …sin amor / nada somos. / Apenas una
sombra,/ apenas un silencio. / Si nos aman, nos nombran / y si nos nombran /
somos.
La tristeza del farero, como mucha de su poesía, contiene poemas que nos salvan (o
al menos nos alivian) de la desesperanza.
Hay en ellos, a pesar de la tristeza, esperanza, una esperanza que nos lleva,
con la luz del faro del farero, a no embarrancar, a no ahogarnos en la
oscuridad, en la sombra, a no naufragar en la resignación o la derrota: Vendrá la lluvia / y con ella el final de
los naufragios y es que si la lluvia es el agua de la poesía, de la
esperanza: Ítaca es el camino. / Ítaca
es la llegada. / Ítaca es el presagio (…) En Ítaca no existe la intemperie. / Y el que llega se siente como en
casa.
En la contraportada de La
tristeza del farero podemos leer: “… es un libro de lluvia que cala el
pensamiento y nos deja la humedad en las entrañas. Es esa humedad una forma de
cantarle a la tristeza y es Marisa el bardo que se esmera porque no perdamos su
historia, igual que el farero ilumina la noche para que, a pesar de la
oscuridad, de los bajíos y de los rompientes, de los escollos, los tropiezos y
los peligros que supone vivir, lleguemos a Ítaca…”
Y así, la historia personal y familiar de Marisa Peña, que es, también, parte de la historia colectiva, triste historia de tantos vencidos, represaliados, encarcelados, muertos… Pero: Se abre paso la luz (...) para que brote al fin la vida plena en la historia, para que se conserve en ese hilo de la memoria universal en el lugar que corresponde. Es por eso que para Marisa Ítaca es el lugar en que Ulises se reencuentra con Penélope y Telémaco, con los suyos que también es lo colectivo, lo de todos, y nos diga: Todo me sobra, todo…/ Excepto la belleza, / la sombra de los míos / y el silencio que queda / después de la batalla.
Y cuando llegue ese
día, conseguido el descanso deseado, el que pone en su sitio todo lo que no dejaron
que estuviera en su lugar, tras tanto
navegar la vida y tanto viaje, tras tanto tender el alma y llorar hasta
quedarse seca, sabe que: A pesar del
dolor, la vida sigue (…) A pesar del dolor, la luz irrumpe,/ y nada puede haber
que se lo impida (…) A pesar del dolor , todos seguimos (…) sin preguntar si estamos preparados /
para asumir de golpe la belleza. Entonces, ya estará la dignidad repuesta,
habrá serenidad y amor y solo quedará sentir el agua, la poesía, su belleza y preguntarse de nuevo: Queda saber quién guardará mi ropa, / doblará mis
recuerdos,/ me pensará en las tardes de lluvia inesperada, / me hará un hueco
en su olvido, / releerá mis versos.
Manuel López Azorín
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