lunes, 24 de mayo de 2021

Kepa Lucas: "Final de trayecto"

 


Kepa Lucas: Final de trayecto



Me envía Félix Maraña  un libro del poeta y pintor donostiarra Kepa Lucas (Donostia-San Sebastián, 1959): Final de trayecto-Poemas (1980-2020) (Punto Rojo Libros. Sevilla, 2020) El libro es una selección del autor que elige 69 poemas entre todos los que ha ido escribiendo a lo largo de 40 años. Poemas, nos dice en la solapa, con voces distintas y con estilos diferentes, desde aquel entusiasmo juvenil que ahora parece anacrónico hasta el huidizo y fugaz presente. Y termina diciéndonos: “Un camino entre momentos, imágenes, proclamas y desencantos.”

Kepa Lucas divide esta selección o antología en cuatro apartados, cada apartado va precedido de un dibujo de autor y  los ha titulado: “El amor y su eco”. “La ciudad permanente”. “Lo social y lo irreal” y “Decadencia”.

Félix Maraña, nos ha hablado de su versatilidad, así nos dice: “Kepa Lucas,  ha recorrido por múltiples registros poéticos y su poesía, en cambio, parece corregirle, al expresarse nítida y equilibrada… es uno de los primeros escritores vascos que se mostró, en la década de los ochenta, y en público, partidario de expresarse indistinta y libremente en una y otra lengua.”

La obra poética de Kepa Lucas, sometida a una rigurosa exigencia, tan sólo abarca dos títulos en castellano: Veinte minutos de nube rosa (2º premio “Villa de Pasaia”, 1984) y Poemas de la liquidación, con el que también obtuvo el “Villa de Pasaia” en 1987, junto con otro poemario escrito en euskera: Poemakumeak. Restos dispersos de su obra, poemas, apuntes y otras apreciaciones poéticas han ido apareciendo en numerosas revistas como ZurgaiLa Galleta del Norte (Baracaldo), o en la Fundación Juan Ramón Jiménez. (Moguer)”

De estos libros se hizo una compilación  y traducción al castellano en un volumen de edición propia bajo el título Cero de Mayo (Donostia, 2006).

A Kepa Lucas le gustan, según dice,

 “las mesas despejadas, las habitaciones 

vacías.” Es decir en poesía parece 

gustarle la palabra claras, desnuda, sin 

hermetismos.

La poesía, sus palabras, pueden 

servirnos como baluartes para disipar 

los miedos, las inseguridades, las 

angustias, ya de la infancia, 

adolescencia, juventud o madurez. Tal 

vez no las venzan del todo, pero la fortaleza que se edifica con ellas 

si pueden servir para defenderse  de las situaciones extrañas que 

el ser humano no es capaz de comprender y sin embargo siente y 

vive con la angustia  que producen esos miedos  que se sienten sin 

poder razonar porque nos llevan, sin quererlo,  a la ansiedad, al 

miedo,  al vértigo, al precipicio. Y no es que las palabras en sí 

lleguen a producir un efecto sanador, pero su manera de unirse 

poéticamente, su modo de crear un determinado ritmo, produce, a 

veces, un efecto salvífico o cuando menos liberador de tensiones 

que nos hace sentirnos , cuando escribimos, dentro de ese baluarte 

que es la palabra poética, como en la fortaleza mas defensiva que 

conocemos y todo ello se produce desde dentro hacia fuera, y todo 

ello provoca, en ocasiones, una mitigación que relaja, alivia, libera o 

quizá salva.

Kepa Lucas, me parece a mí,  

es un poeta, un hombre que 

camina  y contempla, un poeta 

que celebra la palabra directa, 

sencilla, `profunda, real y lo 

hace con convencimiento, a 

veces con ironía, siempre con 

la palabra clara,  sin retórica, 

porque es su manera de contemplar el mundo. Escribe de este modo 

y parece ser que lo ha hecho siempre así. Y parece ser  desde el 

principio esa Rama desnuda que se enfrenta a la primavera / 

Aire habitado que compone la distancia // Mundo que acordona 

el refugio cultural. /Hiedra que escala la torre del desconcierto./ 

Piano que desafina en el salón del bienestar.


Poesía que nos muestra , ya en sus diferentes apartados, un modo de 

ser y de estar, una conciencia personal sobre todo aquello que vive y 

ha vivido, con su percepción, su mirada, rebelde, insurgente, su 

instante placentero o su desolación, su desencanto, frente  al amor, 

la ciudad, lo social, lo irreal, del ser humano y como final con 

decadencia. Y la naturaleza como epicentro, como lo que se 

perpetua, renaciendo cada primavera frente a la fugacidad del 

tiempo humano.

Cuando joven escribe en el apartado “El amor y su eco”: Te abrazo sobre el musgo /que va cubriendo en silencio / los senderos que nos llevan / hacia todo lo demás. / Aquí está el centro de toda mi amplitud.

Y desde joven ya lleva con él esa fugacidad: Al final tirará al fuego / todo el trabajo atrasado// Las horas que la inercia / fue robando a la vida (…) el placer privado / que puso nombre al amor.

En su apartado “La ciudad permanente” el poeta niño recuerda a su abuelo: Mi abuelo fabricaba gas (…) Sus huesos todavía /buscan la luz y el aire / su sitio entre las flores.  

Y recuerda su infancia: Yo jugaba en aquel parque / me caía sin dolor / entre los olmos / como un ángel, y cómo no, recuerda: La ciudad / en la que  alguna veces  / salen los instintos a las calles. La ciudad en que al anochecer: En estos barrios pobres /con nombres de santo, / el atardecer extiende / su yodo diario / sobre la herida social.

El apartado “Lo social y lo irreal” nos ofrece, sin lo panfletario de la poesía social un poema con mucha ironía diciéndonos titulado “Fiesta del cero de mayo”: Esto es poder, vagabundos ciudadanos, / las despreciadas monedas del trébol / sobornan al portero que cierra los bosques,/ al fiel aduanero del mundo asalariado.// Esto es bienestar, compañeros resignados,

Y en contraposición a la denuncia, el espíritu romántico, utópico del poeta: La luna ha decidido repartir riqueza./ Ha reventado la caja fuerte de la noche / y un perfil de plata delata a las sombras.

Y como selección final el apartado “Decadencia”. Aclaro que desconozco  no solo la génesis de cada poema sino que tampoco sé la fecha en la que se escribieron y si el poeta los ha seleccionado cronológicamente  o de modo en el que las temáticas sean afines, yo hago mi lectura, no puede ser de otro modo, en función de esta selección y de sus apartados. El lector como tal sacará su percepción de lo leído e interpretará  y puede o no coincidir con el autor, o con mi interpretación; pero entendamos que un libro dado a los lectores deja en parte de ser del autor para convertirse en otra parte del lector.

Hay en Kepa Lucas en este último apartado, o al menos yo lo percibo así, sensación, no ya solo de desencanto, algo natural cuando se recorre el tiempo y se viven diferentes situaciones, sino sensación de acabamiento, de decadencia, de aceptación definitiva de que este tren de la vida va llegando a su trayecto final y a ese tren nos dice el poeta  lo ha detenido la fuerza de la hierba. La naturaleza, dueña y señora de la vida que nace, crece, florece y se duerme para renacer de nuevo, no así el hombre que está sujeto a la fugacidad del tiempo.

Concluye con el poema que da título al libro con estos versos finales:¿La brisa transportará más gemidos que lamentos?/ “Aquí solo queda intimidad / en el envés de las hojas”./ ¿A qué edad partiremos de regreso? /”Ahora mismo empezaréis a comprobar / que ya no queda nada que olvidar”.

Una poesía la de Kepa Lucas que no huye de la realidad, de lo cotidiano, que no busca la belleza de la rosa. El poeta parece darse en el amor y piensa  o sueña el bienestar colectivo. Una poesía, en fin, que acompaña la vida, existencial y reflexiva al tiempo que con cierto post-romanticismo, nos muestra que el hombre es finitud frente a la naturaleza y frente a la Poesía que es el agua, la vida.

 

                               Manuel López Azorín


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