lunes, 25 de octubre de 2021

Luis Alberto de Cuenca: "Después del paraíso"

 

Luis Alberto de Cuenca: Después del paraíso

 


Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), premio Nacional de poesía en 2015 por Cuaderno de vacaciones (Visor) y reciente Premio Internacional Federico García Lorca, ha publicado un nuevo libro de poemas: Después del paraíso en la colección “Palabra de honor” (donde ya ha publicado que yo sepa al menos tres libros), de la editorial Visor (Madrid,2021)

 

Los clásicos, dice Luis Alberto, son nuestros compañeros, nuestros amigos, los “que se toman el café todos los días con nosotros”. Safo inventó el amor, sin ella no existiría, “Amamos porque Safo amó” esto nos lo dijo hace unos días leyendo poemas en el Café Libertad8 en el programa “Versos sobre el pentagrama” Y también dijo en prensa, no recuerdo donde lo leí, que “Existimos porque existieron Aristóteles y Platón.”  De manera que reivindicarlos y actualizarlos parece ser parte de su idea al escribir poesía y/o traducirlos.

Foto de L. A. de C de Ernesto Agudo


Luis Alberto suele decir que “La historia no es solo la de antes o después de Cristo, sino la de antes o después de los griegos.” De ahí su mezcla, en su poesía,  de  coloquialismo y de mitología entre otras muchas otras como el cine, el “comic” y lo más cotidiano de nuestro vivir diario con lo que nos muestra su intimo sentir, pensar, su enmascaramiento  autobiográfico en poemas de aparente ficción emulando a Pessoa en su poema: “El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente /que hasta finge que es dolor/el dolor que en verdad siente.” 

Después del paraíso llega acompañado de una nota del autor  que nos dice: “cuando la serpiente se salió con la suya haciendo que nuestra madre primigenia –Lucy la llaman los paleoantropólogos– comiera del fruto prohibido, las cosas no les han ido bien a los seres humanos. Demasiadas preocupaciones, demasiadas angustias, demasiadas desilusiones para tan pocos años de vida. La poesía es de las consecuencias de nuestro destierro de aquel Edén de delicias interminables del que, por desgracia, fuimos expulsados sin revisión posible de causa ni posibilidad de regreso. De ahí que, como todo lo que acompaña a nuestra especie desde que Yahvé o los olímpicos (elija cada uno lo que mejor le cuadre) decidió o decidieron dejarnos de su mano y condenarnos a enfermedad y muerte, la escritura poética nos esté recordando que hubo un Tiempo con mayúscula en que fuimos felices, aunque fuese tan solo por un rato, y que lo que ahora es pura queja repartida en versos fue un día mera celebracióny acción de gracias permanente en el bosque sin horas de los mitos.”

Foto tomada de “C͙O͙W͙B͙O͙Y͙S͙ D͙E͙ M͙E͙D͙I͙A͙N͙O͙C͙H͙E͙”


Es decir que esa nostalgia de la expulsión del jardín o bosque del paraíso a Luis Alberto de Cuenca, poeta, le hace sentir que llueve tristeza muchas veces y esto le lleva a escribir  una poesía en la que, aunque venga con claridad y grave y honda reflexión, el canto del instante, el vitalismo y la esperanza de una vida feliz, andan siempre presentes.

 Además de este Después del paraíso (este 2021 ha llegado con otro libro, Por fuertes y fronteras (1996) que reedita Reino de Cordelia),

Despues del paraíso forma parte ya de una treintena de poemarios y en él nos ofrece más de un centenar de poemas escritos entre 2018 y 2020. A finales de 2019,   terminando yo una selección suya me envió cinco poemas, entonces inéditos, que hoy conforman el primero de los cinco apartados que nos ofrece en este libro. “Costa esmeralda”. Aquella selección y prólogo de su poesía, la paralizó la maldita pandemia y este año próximo verá la luz en Los libros del Mississipi, la editorial en la que Luis Alberto publicó sus Haikus completos.

 


De modo que o bien desde el punto de vista del cristianismo o el de la mitología (a elección de los lectores) esta última publicación de Luis Alberto de Cuenca nos muestra su vastísima cultura (nada libresca sino producto de mucho estudio y mucha experiencia de vida) con la claridad y el rigor que le acompaña siempre en lo que él llama “línea clara” en su poesía.

Os dejo aquí dos poemas, de  Luis Alberto de Cuenca, uno de los poetas más leído del momento, el primero, que da título a este libro, y el segundo que está escrito durante la pandemia.


DESPUÉS DEL PARAÍSO

De los seres que fueron creados para unirse 

brota una compasiva calma que va extendiéndose

por su radio de acción y diciendo en voz alta

que el mundo tiene arreglo. Pero no es tan sencillo 

que los seres creados para unirse se unan


de verdad, porque una cosa es la teoría

que emana de lo alto y otra las malas prácticas

de los hombres. De modo que no resulta fácil 

que los seres creados para unirse terminen 

uniéndose, siquiera de una forma precaria,

temporal, engañosa. Y aquella compasiva  

calma con que actuaban suele volverse en contra 

de sí mismos, al ver que no pueden fundirse

los unos con los otros, como se funde el oro

en el crisol o el llanto con el agua del río,

desde que Eva – y después Blancanieves – probó

la manzana maldita. Con lo que regresamos

al conflicto inicial, en el que no hay resquicio

para la compasión, ni para una actitud

serena y confiada que devuelva a los hombres

el favor de los dioses perdido para siempre,

irremediablemente caducado.

Foto en el Cafe Libertad 8 con Antonio Benicio Huerga,
Moncho Otero, Rafa Mora, Luis Alberto de Cuenca
 y Manuel López Azorín 


PÁNICO

 Otro ataque de pánico y van ¿cuántos?

Hasta en el orden íntimo se impone

la cuantificación. ¿Estamos locos

o solo lo fingimos? Una injusta

y odiosa filiación etimológica

hace que el nombre ‘pánico’ derive

del adjetivo ‘pánico’ y que este

venga a su vez del Pan de la leyenda

antigua, tan simpático y travieso

que le cedió sus cuernos y pezuñas

al Diablo de la iconografía

cristiana medieval (y así hasta hoy).

Rubén motejó a Pan de «padre ambiguo

de milagros eternos» y Arthur Machen

escribió una novela sobre él.

No se merece Pan que se adjetive

su nombre para dar nombre al ataque

de ansiedad y terror que cada vez

me atormenta con más y más frecuencia,

especialmente ahora, con un virus

señoreando el mundo y condenándonos

a no salir de casa. Y lo peor

es que, si analizamos este trance

con realismo, vemos que es absurdo

que venga a fastidiarme tanto pánico:

tengo sesenta y nueve florecientes

años que se rebozan en el lodo


pandémico y terrestre, sin que me haya

contagiado (por suerte y de momento);

los míos —mi familia, mis amigos—

están bien; no me duele la columna;

los males que me aquejan van despacio,

sin demasiada prisa por matarme;

y para subrayar tan buena estrella,

he encontrado hace poco a muy buen precio

los tres volúmenes de Le Parnasse

contemporain —los tres, el opus magnum

con que se inicia en Francia el movimiento

que se ha dado en llamar Parnasianismo—.

 El hecho es que, a pesar de las bondades

que se acumulan a mi alrededor,

sigo sintiendo un pánico cerval

más a menudo cada vez, un pánico

que no tiene que ver con el dios Pan

y sí con el siniestro laberinto                 

En el Café Libertad: Luis Alberto de Cuenca,
Manuel López Azorín, Rodolfo Serrano,
Ana Montojo y Valentín Martín.

sin puertas ni ventanas que es el mundo

para mí en cada ataque; una cisterna

bizantina infestada de bichejos

dignos de Brian Froud, pero en malvado; 

un pozo en el que caigo y no consigo

llegar nunca hasta el fondo; un comecome

que inunda de picores mi trastienda

mental; un cementerio en que los muertos

abandonan sus tumbas y me dicen:

«Ven con nosotros. Vamos a ensayar

contigo la versión dramatizada

de un famoso relato de Edgar Poe.

Se titula El entierro prematuro».


                      Manuel López Azorín

 

 

 

 

 

 

 

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