viernes, 8 de octubre de 2021

Pedro Alcarria Viera: "CAMADA"

 


 

 

Pedro Alcarria Viera: CAMADA

 



Recibí hacia el final del verano  un libro de Pedro Alcarria titulado CAMADA cuya edición ha corrido a cargo de Pablo Méndez en Ediciones Vitruvio, Madrid, 2021.

En una carta adjunta me comentaba el autor que sus credenciales eran escasas, que  había colaborado en algún proyecto marginal, igualmente en alguna oscura plaquette olvidada, había dado unos pocos recitales en bares vacíos y que siempre  escribía sin ambición ni esperanza.

Y aquello de escribir sin esperanza me llamo mucho la atención porque uno puede escribir sin ambición, más bien casi siempre se escribe por necesidad y la ambición de ser alguien, en el mundo de la poesía o en cualquier otro ámbito, me parece una ambición lícita cuando se hace con ética, aunque mientras se escriba no se piense sino solo en escribir. Por lo que respecta a la falta de esperanza a la que aludía pienso que sería más una sensación que le llega al que se inicia en cualquier camino y en este de la poesía también.

Pedro Alcarria nació en Barcelona en 1975 y allí vive y me cuenta que:  “voy y vengo de mi trabajo asalariado, leo libros, en días buenos compongo algún poema. En resumen y como dijo alguien: Estoy a lo que  salga”

Me dice también que lleva escribiendo poesía muchos años y que al margen de muchos poemas primerizos, tiene un primer libro inédito y que autoeditó un segundo libro, pero tan solo para los amigos. Así pues este CAMADA es el producto de sus muchos años de “aprendizaje” no sé si tutelado o como autodidacta, pero finalmente se decidió a publicar porque piensa que uno no debe escribir solo para sí, debe de hacerlo para que los posibles lectores puedan leer lo escrito, interpretarlo, desecharlo o hacerlo suyo si el poema o poemas del libro le tocan los sentidos. Y eso me parece a mí un buen principio.

 


Camada es un libro con 59 poemas breves que también se puede leer como si de un solo poema se tratara y que está concebido con dos imágenes, un desierto blanco y un lobo,  que transitan por todo él.

Imágenes de  una experiencia humana,  un desierto como camino de vida en la blancura de la nada, una sensación de carencia viva frente a lo que nos rodea y que percibimos lejanísimo de nuestro alcance. Y el lobo como imagen ambivalente, un ser que puede ser 1º): bondadoso o malvado en función de que viva de que se sienta, esclavizado, marginado, desplazado y anhelante (y a veces surge esa “maldad” como defensa frente a la necesidad o la marginación) o 2º) que viva con el ansia depredadora de conseguir ese alimento que la vida parece negarle y que necesita.

Pero el sujeto poético de este libro aun sintiendo que la vida le niega poder acceder  a lo que anhela, elige la opción primera y aunque a veces aulla, trata de sortear los caminos y nos dice:

“Salta el día sin romperte en los abismos de la nieve

Cae en desgracia sin lamento

Aprende del lobo el tesón del invierno.”

Y se recuerda a sí mismo que:

“Es inútil esquivar a un niño feroz que juega a ciegas

Que se enreda en mis pies y no se aparta.

En las inmensas simas de ayer en que nace la memoria.”

 

Y a pesar de sentirse con la mirada herida de ayer sus ojos están  en la parte noble del lobo y lo invoca para que ponga fin al sendero de las trabas.

Y el sujeto poético de manera confesional se desnuda frente al lector  y nos dice:

“Amo este verso pues lo ha hecho un hombre

Por embriagarse la nariz y la boca

Por el favor del tiempo”

Y aquí nos muestra, desnudo ya, esa hermosa ambición (que dice no tener) de amor a la poesía y esa hermosa esperanza (que dice no tener) de transcender el los lectores y permanecer en el tiempo. Ambos deseos, tan loables, se convierten en el sueño de todo creador. Que se hagan ciertos o no es un enigma, pero perseguir los sueños en poesía es también descubrir las palabras, abrazarlas en lo invisible y traerlas a lo visible y, si esto sucede, puede producirse un:

“Radiante vuelo de llegar a florecer”

Porque entonces ya:

“Solo importa la palabra”

 


Pedro Alcarria escribe con libertad de metro, pero lo hace buscando aquello que tiene que tener la poesía para serlo: ritmo y emoción. Con esto se consigue abrazar el misterio mágico de la materia poética.

“Esa materia no está en todo latido

Hazla de saliva ardiente

De estrella

De ceniza”

Y también de espuma, de “su delicadeza / que es tan distinta a la de la ceniza”  como nos dijo Claudio Rodríguez

Pedro Alcarria seguirá escribiendo por muchos que atraviese desiertos de nieve y nada, seguirá con su ética por muchas trabas que esclavicen o condicionen el camino porque este hombre lleva la magia de la palabra en su trayectoria de asalariado y en sus lecturas de aprendizaje de los poetas que nos han precedido. 

                                   Manuel López Azorín

 

 

 


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