Enrique
Villagrasa: Arpegios y mudanzas
El periodista, crítico literario y poeta Enrique Villagrasa (Burbáguena,
Teruel, 1957) se ha colocado con la selección antológica Arpegios y mudanzas, libro editado
por el Instituto de estudios turolenses y la editorial Los
libros del gato negro, una colección que nos habla de la provincia de
Teruel, se ha colocado, digo, como uno de
los libros de no ficción más vendidos en Aragón en la lista realizada con los
datos de la Asociación de Librerías de Zaragoza a través de la plataforma Libri
Red (Cegal).
Son los libros “Teruel en la mirada y en el alma.” Recoge esta colección
las voces de poetas que nacieron, vivieron o trabajaron en Teruel. En sus tres
primeros números se han editado a José Antonio Labordeta, Ildefonso
Manuel Gil y Enrique Villagrasa.
Arpegios y mudanzas, viene acompañado de dos magníficos conocedores
de la literatura y la poesía. Un prólogo o preámbulo del destacado poeta, filólogo, crítico literario, traductor
y catedrático de Filología Clásica española. Jaime Siles así como de un cierre o epílogo del profesor
titular de Literatura española de la
Universidad de Zaragoza, Antonio Pérez Lasheras gran
conocedor de la literatura española del siglo de Oro y de la Literatura
aragonesa.
Jaime siles comienza su prólogo,
que titula “La cicatriz del aire” diciéndonos: “Todo poeta tiene, guardado en
su memoria, un espacio-tiempo al que
siempre que lo necesita – y poeta es quien lo necesita – suele regresar” (…) “el
yo del autor y el yo de su persona poemática conversan sobre lo que a ambos les
parece fue – y en cierto modo sigue
siendo aún – su identidad.”
Enrique
Villagrasa regresa con la materia de los sueños
que es la memoria a esos dos espacios – tiempo que son Burbáguena
(Teruel) lugar donde nació, allí pasó su infancia y allí regresa a las riberas del río Jiloca para
atrapar el instante de una realidad
sucedida y convertirlo en realidad poética tratando de recuperar eso que dan en
llamar el paraíso perdido, eso que Rilke denominó la verdadera patria del
hombre: la infancia.
Calla Burbáguena, / la casa envejece. / Olor de membrillos / camino de la vía. // El pueblo sestea / y el Jiloca camina lento.// Nunca olvidaré / aquellos gestos infantiles / de las escolares rosas
Y
Tarragona, lugar donde vive.
Tarde de lluvia en el lento mar, / donde anida un susurro de crepúsculo.// Ahí florecen los silencios / y una lluvia acaricia distancias. // Pero en la lejanía y en la memoria / las manos desafían el tiempo, / Buscan la cicatriz del aire.
Nuestra memoria es selectiva y al recordar transforma, mitifica la realidad y la convierte en materia de los sueños, en realidad poética, algo que queda ya, atrapado como instante del tiempo, ya en nuestra memoria ya en la página para siempre.
Enrique Villagrasa,
marca bien los espacios, destaca Burbáguena, el Jiloca, los transforma, a
través del recuerdo, en esos míticos
lugares de la patria del hombre, del paraíso de la infancia y también de
los muchos regresos a la tierra natal.
El río Jiloca las sombras se lleva de nuestra in-
fancia. Mas el olor de cerezas perdura: es hoy
un alegre sonido de la tarde cerca del puente.
Y todo a través de la necesidad del
poeta de atrapar el instante, ya del tiempo sucedido, ya del momento presente.
Un poema dedicado a su hijo Arnau:
En dominical crepúsculo, / riendo te manifiestas./ Visitas y
ecos: momentos; / un instante, nueve meses. // Balbuceamos con tu sonrisa. / De
una vida prestada / artífices somos. / En el amor quedas / y tu mirada y gesto
nos inunda.// El silencio se hace cómplice, / tus dedos nos acogen / y nuestras
manos se engarzan // Consol te acaricia. / El segundo fija. // la palabra
engendra primavera.
Decía al principio que Antonio
Pérez Lasheras era el autor del epílogo de esta selección de poemas en
el que ha incluido veinte inédtos al final del libro. En él nos dice “La poesía de
Enrique Villagrasa, tiene un componente metapoético esencial, hasta el punto de
que no la comprenderemos si no somos consciente de ello.Vale decir que este
autor tiene, en gran parte de su obra, la poesía como referente último de su
mensaje.”
Enrique nos dice en su poema “De un
roto espejo” (algunos fragmentos):
Un poeta para poder ser, ha de ser poema,
(…)
Como piedra al fondo del agua siempre atada.
(…)
¡Oh poesía , de un roto espejo en la bardera encontrado!
Déjame recorrer con la palabra justa tus
montes y vaguadas.
Déjame recorrer con mis ojos tus almendros y viñedos
y todo sea soledad y silencio, mas voz y verso herido.
Y todo en el atardecer cálido del gesto lector,
donde anida la belleza del Jiloca, en Burbáguena:
donde la palabra es vida y sendero directo al pasado.
Hoy es domingo 17 de abril, En Barcelona
ya se prepara, el 23, San Jordi, en el resto de España el día del libro.
Compren y lean
libros de poesía, este por ejemplo o
aquellos otros que queráis, lo importante es que leáis poesía porque la poesía,
al menos para mí, es además de una necesidad, un baluarte que defiende y libera
( y hay quien dice y yo lo creo, que nos hace mejores personas.
Enrique Villagrasa González
nació en Burbáguena (Teruel), en 1957. En la actualidad reside en Tarragona.
Periodista, crítico literario y lector de poesía. Ha escrito varios libros de
poemas. Ha sido incluido en varias antologías y están traducidos algunos de sus
poemas a otros idiomas, como el árabe, el francés, el italiano, el húngaro, el
inglés, el ruso, el chino, el rumano, el croata y el portugués. Colabora como
crítico en Librújula, librujula.com, Turia y Alhucema. Sus últimas
publicaciones son Queda tu sombra (Huerga & Fierro, 2019) y La
poesía sabe esperar (Igitur, 2019). Está en la Antología de poesía aragonesa del
siglo XXI (Parnaso 2.0, Gobierno de Aragón, 2016) y en Mar
sin fronteras. Antologia liquida di poesía spagnola contemporanea
(Stilo Editrice, 2020). Es codirector de la nueva colección de poesía Rayo azul
(Huerga y Fierro).
Manuel López Azorín
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