viernes, 27 de mayo de 2022

Emile Verhaeren: Las ciudades tentaculares (Traducción de Pedro Alcarria viera)

 



Emile Verhaeren: Las ciudades tentaculares 

                             (Traducción de Pedro Alcarria viera 


Émile Verhaeren (Sint- Amands, Amberes,Bélgica 1855- Ruán, Francia 1916) fue un poeta en lengua francesa de origen Flamenco que en principio se adscribió al naturalismo,  pero como poeta se le suele considerar modernista y místico.  Fue  traducido a otros idiomas y candidato al Nobel.

En Bruselas hizo amistad con  Darío de Regoyos, con quien desarrollaría la estética pictórica en su Libro de viajes, de la llamada “España negra”‘ ​(pintura tremendista española de finales del siglo XIX) Publicó bastantes ensayos sobre arte y fue poeta, ensayista y dramaturgo.

Luego de  sus primeros y parnasianos poemarios (su primera etapa), parece ser que atravesó una crisis moral y religiosa que le condujo a escribir sus primeras obras consideradas notables (segunda etapa) muy influenciado posteriormente por el simbolismo y se le considera como uno de los fundadores del modernismo literario europeo.

Emile Verhaeren

En la búsqueda de una poesía visionaria, nos lleva a su tercera etapa, en la que emerge una síntesis entre el tema de la decadencia del mundo rural y el auge de las ciudades tras el triunfo de la revolución industrial: Aquí es donde escribe en 1895  Las ciudades tentaculares .

 Tiene también una cuarta y última etapa  de tomo intimo, amoroso de tono más optimista y vital. Emile Verhaeren murió arrollado por un tren en la estación de Ruán.


Emile Verhaeren
es poco conocido en España. Lamentablemente nunca vio ninguno de sus libros de poesía traducidos al español. Por tanto hay que agradecer al poeta Pedro Alcarria  su traducción al español de uno de sus libros Las ciudades tentaculares, libro de su etapa de crítica social donde el simbolismo junto al verso libre cambia de ritmo para ofrecernos una trepidante exposición de la agonía impuesta al campo debido a la revolución industrial, Verhaeren  hace un intento de defensa de la naturaleza  y de los hombres frente a una sociedad de maquinaria sin pensamiento solidario.

Un fragmento del poema “La llanura”, como ejemplo:

La llanura está aburrida y sus rastrojos y graneros

y sus granjas cuyos hastiales están carcomidos,

la llanura está aburrida y cansada y ya no se defiende,

la llanura está aburrida y muerta y la ciudad se la come.

 

Formidables y criminales,

los brazos de diabólicas máquinas,

segando el trigo evangélico,

espantaron al viejo sembrador melancólico,

cuyo gesto parecía acorde con el cielo.

 

Pedro Alcarria Viera

 

Y otro fragmento del poema  “El alma de la ciudad”:

Los techos parecen perdidos,

los campanarios y los hastiales fundidos,

en esta enrojecida y fuliginosa mañana

donde, de fuego en fuego, se mueven las señales.

 

La curva enorme de un viaducto,

discurre por los uniformes y lúgubres muelles;

se estremece un tren inmenso y cansado.

Allá, lejano,

un ronco vapor con estruendo de bocina.

Y por los uniformes y lúgubres muelles

y por los puentes y las calles,

se empuja la muchedumbre,

sobre pantallas de bruma cruda,

de sombras y de sombras.

 

Las ciudades tentaculares,(Ediciones Vitruvio, Madrid, 2022) de Emile Verhaeren (Les villes  tentaculaires en su idioma original, el francés)  libro traducido por primera vez   al español  a cargo del poeta Pedro Alcarria que se presentó el pasado 6 de mayo en la residencia del embajador de Bélgica en España Geert Cockx. Allí Pedro Alcarria estuvo acompañado por el profesor en el departamento de Filología francesa de la UAM André Bénit, el editor de Ediciones Vitruvio, Pablo Méndez y la poeta Marisol Santiago.


Nos cuenta Pedro Alcarria, el traductor: “nos relata Vehaeren la decadencia del campo durante la revolución industrial. Nos cuenta el poeta belga,  
-con una potencia expresiva incomparable- el declive del mundo rural, y la miseria de los campos abandonados, derrotados por las ciudades en auge, que se convierten progresivamente en los escenarios principales de nuestro tiempo.

Verhaeren, es testigo del avance de la revolución industrial y describe cómo un mundo que se movía con el ritmo ancestral de las cosechas y del paso de las estaciones agoniza y se despuebla a medida que sus gentes marchan a trabajar en las industrias de las ciudades en expansión, que Verharen compara con un pulpo voraz que va devorando todo su espacio circundante.”

 apunta Pedro muy acertadamente lo siguiente: “El verso de Verhaeren es único y muy particular. Es un poeta comparado a menudo con Walt Whitman (otro cantor de la vida moderna), por la dimensión épica de sus poemas y por su utilización del verso libre.  El verso de Verharen entra y sale continuamente de las formas métricas tradicionales, con una libertad que parece justificada en la voluntad de representar el ritmo desordenado de la vida urbana.”

Buscando documentarme un poco sobre este poeta, he encontrado una cita del novelista Remy De Gourmont en la  que define muy bien Las ciudades tentaculares de Verhaeren: “Esta poesía carece de intimidad, y no se llevarán los libros de Verhaeren al campo para leerlos entre las primeras glicinas en flor. No consolará de sus dolores secretos a ningún alma herida. Sin embargo, puede dar a los jóvenes atraídos por los sueños socia­les la sensación de que sus ideas han en­contrado un profeta.  Esto lo escribía este autor  a finales del siglo XIX.

Así, pues, las locuras, los dolores, las esperanzas turbulentas de la gran ciudad tentacular forman la materia de este libro que evoca con su ritmo el suburbio obrero, los rumores ensordecedores, el trabajo paciente, mecanizado, monóto­no y la agonía del campo.


Termina este libro de poesía con el poema  “Hacia el futuro”,

Una raza humana condenada a un destino de oro.

¿Has sentido de qué trabajo formidable y combativo,

tras cien años, de repente,

se tambalea tu fuerza inmensa?

Tras sentir que el espíritu del campo se apaga, siente que avanza el del hombre. ¿Hacia dónde? Mientras,  la vida continúa y también la esperanza de un futuro mejor, más solidario, mas de igualdad. Un simbólico deseo de vida y esperanza sin distinciones.

                                Manuel López Azorín

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