Manuel Rico (Madrid 1952) es poeta, narrador y crítico literario. Fue Premio Hispanoamericano de Poesía "Juan Ramón Jiménez en 1997 por su libro La densidad de los espejos (Colección JRJ. Huelva, 1997) Ese año yo escribí esta reseña sobre el libro y se publicó en la Revista Turia. Como La densidad de los espejos se ha reeditado , tras veinte años de su primera edición, ampliada y definitiva, por la editorial El sastre de Apollinaire (Madrid , 2017) Manuel Rico a incluido en su blog de reseñas críticas "La mirada ajena" esta reseña y yo quiero traerla a mi blog y tenerla aquí ya que gracias a él he podido recuperarla pues no la encontraba. Aquí os la dejo junto a una reseña biobibliográfica de Manuel Rico al final.
Apariencia de vida
Por Manuel
López Azorín
La densidad de los espejos, sexta entrega poética de Manuel Rico, que ha sido galardonada con el Premio Hispanoamericano de poesía Juan Ramón Jiménez, es una reflexión existencial, personal y colectiva, sobre un tiempo histórico. Y la memoria ofrece, de un tiempo de sueños y derrotas, una «apariencia de vida» de lo vivido y lo soñado.
Los espejos son, en su densidad, el reflejo de lo que fue, de lo que pudo haber sido, de lo que nunca fue, de lo que podría ser. En ellos se refleja el tiempo, ejercen un magnetismo de misterio y asombro, de rebeldía y de tristeza, de nostalgia y de rechazo y la memoria trastoca las imágenes acomodándolas -en un proceso de datos y hechos selectivamente entremezclados- a una «realidad» soñada, vivida, con mezcla de sueño y de verdad, de verdad no cumplida o, al menos, no cumplida del todo. Se funden, se confunden y forman esa «otra realidad», esa «apariencia de vida» (que es la vida misma; ahora, por la magia de la palabra -el tiempo en la palabra o "la palabra en el tiempo» que diría Machado- del lenguaje, de lo que precisa la vida para "ser poesía como dijera Salinas: «sonido y sentido») que en aquel tiempo no existía: «Era entonces/ el tiempo de la niebla y tú. eras otro,/ y tal vez los espejos no existían» .
Ejercicio de reflexión ante una verdad inasumible que destierra al espejo, la imagen y todo lo que esa imagen del tiempo le acerca a través de él, de ellos. Cuando la vida mira hacia atrás, cuando se detiene -José Hierro lo dice muy bien-: «Se escribe lo pasado y lo imposible/ para que los demás vivan aquello/ que ya vivió (o que no vivió) el poeta».
A través de los espejos se muestra un tiempo gris, con un gobierno gris, donde
la única posibilidad de escapar está en el sueño y en la rebeldía silenciosa y
activa. Nos muestra un tiempo de huelga, de muerte en blanco y negro, de
mirada que cuide la oscuridad, un tiempo de lecturas ocultas, de huidas, de mudanzas,
de músicas y látigos, de sombra. Un tiempo de instantáneas, flashes que, sin
cronología, van y vienen para mostrarnos estados de ánimo, destellos de
amargura, restos de insuficiencia y aspirinas, cicatrices... y la figura del
padre en toda la densidad de los espejos absolutamente significativa... Siempre
presente-ausente (con la presencia ausencia de la fotografía del recuerdo y la
vida). Muestra este libro una manera de vivir, entremezclando la historia, los
sentimientos, las emociones, el tiempo histórico real y, como vía de escape
siempre, la imaginación, el sueño frente a lo imposible, para tratar de lograr
«lo imposible».
Libro testimonial que hace posible esta «nueva apariencia de vida» para convertirla en esa -otra realidad» (que le sirve al poeta como vía de salvación, para seguir habitando, soñando, esta vida, buscando eso que llamamos felicidad o estado de perfección, es decir: tratando de lograr «lo imposible») que pueda servir a los lectores para identificarse con un tiempo común, tiempo gris, tiempo de «látigo y rezo obligatorio», un tiempo y unas emociones que le sirven al poeta para sacar los demonios fuera, para salir de los espejos y seguir, continuar la búsqueda -ya sin destellos del pasado amargo, sombrío- porque esa otra realidad» -la magia del lenguaje poético- se ha convertido en misterio de sonido y sentido y palabra en el tiempo.
Libro testimonial que hace posible esta «nueva apariencia de vida» para convertirla en esa -otra realidad» (que le sirve al poeta como vía de salvación, para seguir habitando, soñando, esta vida, buscando eso que llamamos felicidad o estado de perfección, es decir: tratando de lograr «lo imposible») que pueda servir a los lectores para identificarse con un tiempo común, tiempo gris, tiempo de «látigo y rezo obligatorio», un tiempo y unas emociones que le sirven al poeta para sacar los demonios fuera, para salir de los espejos y seguir, continuar la búsqueda -ya sin destellos del pasado amargo, sombrío- porque esa otra realidad» -la magia del lenguaje poético- se ha convertido en misterio de sonido y sentido y palabra en el tiempo.
Antigua foto (mediados los noventa) con Manuel Rico, Diego Jesús Jiménez y yo en Tertulias de Autor de Helicón |
La cita de Edgar Lee Master en la última parte del libro,
titulada «Estados de Conciencia», es definitoria: «Hacia dónde me llevas...»
«...hacia las praderas donde vive el sueño». El tiempo que anduvo perdido
entre la lluvia, que rompió con las alondras, cuando en 1980 inició su andadura
poética Manuel Rico, continúa -con una voz más personal que en
aquellos miméticos inicios propios del aprendizaje -por el mismo camino- con
la idea primigenia de primar el contenido sin obviar el continente hacia donde
vive el sueño y lo hace sin negarnos nada, dándolo todo en él: tiempo,
memoria, sentimientos... “Fue en el hombro del joven/ donde buscó la mano de
aquel viejo/ la caricia negada tantas veces». Desterrar los espejos no es
posible; pero la vida muestra, puede mostrar, las cicatrices bien cosidas,
curadas, archivadas para siempre en el papel y la memoria «quizá la salvación
viva en el sueño», en la esperanza, en otra imagen de niño prolongada, en una
flor con nombre de mujer, quizá la salvación viva con nosotros o esté en saber
«que la existencia es propiedad del aire,/ y que escuece y que mana» o tal vez
pueda ser enfrentarse, sin bajar la mirada, a ese espejo de misterio y asombro,
de realidad y deseo, en una presencia-ausencia de la memoria-tiempo» ...que a
veces se hace nube dando «apariencia de vida» a lo que «... vivió (o que no
vivió) el poeta» ... para que los otros, los lectores, puedan vivirla.
El último poemarios hasta la fecha de Manuel Rico es Los días extraños (también reseñado en este blog)
Manuel Rico:Madrileño. Periodista, escritor y crítico literario. Ha
publicado más de veinte libros: entre otros, las novelas "El lento adiós de
los tranvías" (1992), "Una mirada oblicua" (1995), "La
mujer muerta" (2000), "Los días de Eisenhower" (2002) y
"Trenes en la niebla" (2005); de los libros de poemas "El vuelo
liberado" (1986), "El muro transparente" (1992), "La
densidad de los espejos" (1997), "Donde nunca hubo ángeles"
(2003) y "De viejas estaciones invernales" (2006). En "Monólogo
del entreacto. Cien poemas. 1982-2005" (Hiperion, 2007)recoge una amplia
selección de su obra poética. Es autor del único ensayo sobre la totalidad de
la poesía de Manuel Vázquez Montalbán ("Memoria, deseo y compasión",
2001) y de varias ediciones críticas. Ha escrito el libro de viajes "Por
la sierra del agua" (GADIR, 2006) y "Verano´" (Alianza, 2008)es
su última novela. Con posterioridad ha publicado "Espejo y tinta"
(Bruguera, 2008), compuesto por dos novelas cortas. Dirige la colección de
poesía de Bartleby Editores. Colabora en el diario El País y en diversas
revistas culturales con artículos sobre política y cultura. Ejerce la crítico
de poesía en Babelia desde 1996.
Manuel López Azorín
2 comentarios:
MLA, no sabes lo que te agradezco que hayas rescatado esta crítica vieja al libro de Manuel Rico. Voy a ver si lo compro porque no lo he leído y, aunque no conozco bien su obra, me parece un buen libro al hilo de tus palabras. AR hace una poesía bien alimentada de humanidad y forma. Sobre todo lo he oído, debo tener un par de libros. Me emociona la inmersión que has hecho en la obra que tiene un título genial. Y que más quieres tú que espejos para bucear en el poeta y la sociedad del pasado y presente; creo que hasta en ti mismo. También yo me lo aplico por sentirme aludido. Has sonsacado al libro, pienso, un tiempo fácilmente recordable por lo intenso en la imagen de este, más que espejo, retrovisor. Y también como nos lleva tu crítica al parabrisas que nos deja ver lo que tenemos delante de los ojos. Por todo ello, me ha enriquecido tu visión analítica. Enhorabuena a los dos.
Un abrazo,
Maxi Rey
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